Creo que se debe admitir que la idea de «Bilbao, capital de Euskadi» fue impulsada y defendida por Iniciativa Ciudadana Vasca, a partir de 1995, propuesta a la que, tácitamente, se han ido apuntando algunos desde Bilbao.
Años atrás, siendo alcalde de Bilbao, también había defendido la necesidad de revisar la representación en el Parlamento Vasco, en el que, desde el comienzo, se sientan igual número de representantes alaveses que de vizcaínos o guipuzcoanos. Como botón de muestra, la conferencia que pronuncié en Madrid en 1988, en Euskal Etxea.
¿Cuál es el problema de estas cuestiones que parecen no estar cerradas aún? Resumo dos puntos clave:
1. La estructuración de la Comunidad Autónoma Vasca y de Navarra, responde más a intereses políticos que a argumentos históricos, sociológicos o económicos. Bilbao, la ciudad más grande del conjunto de Euskalherria, perdió su opción a la capitalidad por razones de conveniencia política. En la asamblea del Partido Nacionalista Vasco en Iruña-Pamplona-, en 1977, se acordó proponer Vitoria-Gasteiz como capital provisional de Euskadi e Iruña-Pamplona en el momento en que Navarra formara parte del resto de la Comunidad. Todos los demás partidos aceptaron este esquema, que quedó recogido en el artículo 4 del Estatuto:
La Ley 1/1980, de 23 de mayo, del Parlamento Vasco aprueba, en su artículo único:
“Se designa a Gasteiz-Vitoria como sede del Parlamento y del Gobierno. Por tanto, ordeno a todos los ciudadanos de Euskadi, particulares y autoridades que guarden y hagan guardar esta Ley”.
Vitoria asume de esta manera la capitalidad, sin título, con poco rigor histórico, económico, social o cultural; y a partir de ahí, se consuma una injusticia histórica de consecuencias muy negativas para Bilbao. Obsérvese, no obstante, que no se designa capital, sino sede del Parlamento y del Gobierno; y además, no se recoge en el Estatuto, sino en una Ley.
Matizaciones que no debieran pasar desapercibidas.
Durante el periodo de 1987 a 1990, el ayuntamiento de Bilbao trató, por todos los medios, de reparar la situación producida por las gravísimas carencias de todo tipo que tenía la ciudad más grande del País Vasco, que lo detallo en el libro “La política de otra manera”, págs. 67 y 68; y págs. 241 a 253, muchas de las cuales han sido resueltas en los últimos veinte años. Alguna razón tendríamos entonces quienes lo defendíamos a juzgar por el caso que, aunque con retraso, nos han hecho.
2. El Estatuto prevé un Parlamento con idéntica representación por cada territorio histórico: inicialmente, 20 diputados por cada uno de ellos, que luego pasaron a 25.
El artículo 26 del Estatuto de Gernika dice:
“El Parlamento vasco estará integrado por un número igual de representantes de cada territorio histórico, elegidos por sufragio universal, libre, directo y secreto”.
Esto ha hecho que el voto de un alavés valga 4 veces más que el de un vizcaino, lo que no tiene justificación y es caso único en el derecho comparado. La razón fue estrictamente de conveniencia política. Álava y Navarra, no perdieron, tras la guerra civil, los Conciertos Económicos. Esto supuso una mayor capacidad financiera de sus Diputaciones, que se traduciría en equipamientos locales de indudable importancia como, por ejemplo, hospitales, carreteras, el aeropuerto de Foronda o las actuales sedes del Gobierno, alguno de cuyos edificios (Lakua) era un remanente de la anterior administración provincial alavesa, de aí que le sigan llamando con el nombre de lo que iba a ser, el «Geriátrico».
Vitoria se fue convirtiendo, en la posguerra, en una de las ciudades europeas de mayor calidad de vida, con abundancia de bibliotecas, centros de salud, barrios urbanizados, mientras que Bilbao -Vizcaya entera- y Guipúzcoa en menor medida, acumulaban deterioro y carencias. El Estatuto consagra un modelo basado en una Cámara de los territorios, a la que denomina Parlamento, pero que quiso ser en su origen una especie de segunda Cámara o Senado, porque ya existían Diputaciones Forales, con gran tradición, llamadas a ser el poder ejecutivo de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y también de Navarra, con sus respectivos Parlamentos -Juntas Generales- que se pretendía que representaran el papel de primeras Cámaras de cada territorio histórico.
Este modelo “sui generis”, sin precedentes en el mundo, se asemejaría a una confederación de territorios “cuasi-independientes”.
Otro de los objetivos, totalmente político y partidista, era procurar que los alaveses se sintiesen cómodos en el proyecto de construcción de Euskadi y facilitar el que algún día Navarra se incorporara a la tarea común. Desde el Partido Nacionalista Vasco se pensaba que un centralismo en Bilbao, podía alejar a las otras provincias, provocar su rechazo. Hubo quien alimentó el fantasma de que el poder económico de Bilbao quería absorber Navarra en beneficio propio, con afanes expansionistas. Por otra parte la confianza en las bases y la militancia en Guipúzcoa y en Vizcaya era total, por lo que los dirigentes del Partido Nacionalista Vasco prefirieron asegurar fuerza y expectativas de crecimiento en Álava y Navarra, aún a costa del riesgo de prescindir de Bilbao como capital del país y ciudad metropolitana, locomotora de toda Euskalherria.
Esta decisión estratégica, cuyas consecuencias aún no han terminado de producirse, sigue provocando rechazos -de momento, de algunos intelectuales y líderes de opinión-. Poco a poco irá aumentando el número de personas que reflexionen sobre estos hechos y planteen reformas para corregirlos, por cuanto ha supuesto un golpe injusto para Bilbao y Vizcaya. A Álava y Navarra se les garantizaba que las Diputaciones mantendrían, como mínimo, las mismas funciones y competencias que habían disfrutado hasta entonces. Los órganos comunes -Parlamento y Gobierno- se justificarían a partir de esos poderes mínimos -que se mantendrían-, tratando de recuperar de la Administración Central, nuevos poderes para el autogobierno. No se pensó en ningún momento que el Gobierno común, conformara un gran poder ejecutivo sino que fueran, más bien, un lugar de encuentro, de coordinación. Estaba previsto que las Diputaciones incidieran como órganos compensadores para atemperar la injusticia que suponía que la representación de un territorio de unos 250.000 habitantes -siendo entonces un 12% ó un 13% de la importancia relativa de las 3 provincias- fuera en pie de igualdad con otro con una población 4 veces superior y que suponía el 55% del total de la Comunidad. No parecía juicioso, salvo que se tratara de la segunda Cámara, la de la representación de los territorios…
¿Alguien entendería que Barcelona pesara lo mismo que Gerona en el Parlamento catalán, o Idaho lo mismo que Nueva York?. No tiene sentido. Tan claro se tenía en el Partido Nacionalista Vasco que las Diputaciones iban a jugar un papel ejecutivo preponderante en el conjunto de las instituciones vascas, que la escisión tuvo como principal caldo de cultivo esta cuestión. Bien es cierto que hubo otros motivos, como la lucha larvada por el liderazgo, la dirección bicéfala y sus dificultades de funcionamiento, el exceso de influencia de ciertas élites alavesas o guipuzcoanas, sin la correspondiente base militante, etc. Pero el debate se orientó hacia la simplificación de que los críticos (los que luego formaron EA) querían más poder para el órgano común y los oficialistas defendían un rol más destacado e influyente de las Diputaciones. Si ésta hubiera sido la verdadera causa de la división, hoy en día tendrían que dar la razón a los escindidos, ya que el Gobierno vasco se ha ido situando en ámbitos de intervención y centralización incluso superiores a los que éstos reclamaban. Lo cual muestra que ésa no fue ni con mucho, la principal causa de la ruptura. Poco se debatieron entonces otras fórmulas, como la de aceptar el poder de una autoridad común -ya que un Gobierno común es imprescindible si se quiere construir un país con fuerza y prestigio-, pero revisando al mismo tiempo la representación de cada territorio en el Parlamento. En el fondo, está pendiente un debate previo: la manera de organizar, internamente, el País Vasco.
A lo largo de 1995 y 1996, se puso en marcha una campaña que, bajo el título de “Bilbao, capital de Euskadi”, pretendía suscitar un debate en la sociedad que condujera, esencialmente, a la revisión de la representación política por territorios en el Parlamento, así como al análisis del nivel de centralización de la administración vasca, que no responde a ideas municipalistas o descentralizadoras ni al principio de subsidiariedad.
Cierto es que los partidos políticos no están interesados. Ni unos ni otros. Les da demasiada pereza. Significa que, si lo analizan con seriedad y escuchan los argumentos, tendrían que rectificar algunas de las principales decisiones que tomaron en su día.
Un congreso en el euskalduna, con partidos políticos, estamentos culturales, etc. Y votar cual es nuestra capital y dejar este tema zanjado.
kaixo guztio, estamos a vueltas con este tema de la ciudad como capital de los vascos, no sería mejor hacer un congreso y que todos los estamentos culturales, políticos, etc nombraran por votación cuál debe ser la capital de los vascos, y así dejar plasmado nuestro deseo.
LA CAPITAL HISTÓRICA DE LOS VASCOS ES PAMPLONA /IRUÑEA., OTRA COSA DIFERENTE ES EUSKADI, QUE ES UNA COMUNIDAD AUTÓNOMA VASCA DE TRES PROVINCIAS DE LAS SIETE QUE FORMAN EUSKAL HERRIA.
Egun on guztioi, la capital de los vascones o euskal herria histórica no es otra que iruña, gasteiz es la sede de Euskadi y de su parlamento, una comunidad creada por tres provincias de euskal herria, cuyo lendakari es urkullu y la ertzaintza su policía autonómica.
Por historia y ubicación geográfica, Pamplona tendría que ser la capital del país vasco
La capital es y será Pamplona.La rioja de Navarra es mas vasca que Bilbao, Navarra es la capital del Euskera y de los vascones, que no se os olvide.
Los bilbaínos de vascos no tienen nada, son prácticamente cántabros… Los verdaderos vascos están en el norte de Navarra, en Guipúzcoa y en el país vasco-francés. No hay mas que darse un paseo y hablar con la gente para notarlo inmediatamente.
Es un tema que habria que solucionar de una vez. Los vascos debemos tener una capital oficial. Ya sea pamplona o bilbao hay que ponerse de acuerdo y decidir cual es la capital de los vascos.
Bilbao no es solo villa y ciudad y debería ser la capital claramente porque es la ciudad más grande y la que más cosas tiene. Otra cosa es que el PP metiera mano ahí, por eso es la capital Vitoria y no Bilbao.
Patxi: Vitoria no es la capital. Lo dice bien claro en el artículo. Euskadi no tiene capital oficial…
Y Pekín debería de ser la capital de China? o que lo fuera Shangai? o Washintong por Nueva York? o Milan por Roma? No siempre las ciudades más pobladas son las capitales ni las que tienen una mayor actividad económica. No entiendo bien el complejo de los villanos de Bilbo, villanos porque Bilbo no es ciudad, es villa, por no ser la capital, está claro y desde que se formó el Pais Vasco como tal, VITORIA es la capital.
Con la de problemas que hay… paro, inmigración, vivienda, y cien mil cosas más… son ganas de buscarse complicaciones. Soy tonto o de verdad, es que yo no lo entiendo.