Principios del siglo XIX. Tras la publicación de las Noticias históricas de las tres provincias Vascongadas del canónigo Juan Antonio Llorente en 1806 y 1807 (4 tomos), con el objetivo de preparar y fundamentar la abolición de los fueros vascos por parte del gobierno de Godoy, se encendieron todas las alarmas en el País Vasco, pues parecía inminente la abolición.
En el caso de Bizkaia, desengañados de la actuación e intenciones del gobierno de Madrid, las autoridades forales se pusieron a escrutar a intelectuales e historiadores que pudieran impugnar los argumentos histórico-jurídicos de Llorente y justificar la validez y calidad de los fueros. Se fijaron en Francisco Aranguren y Sobrado, consultor perpetuo del Señorío; Colón de Larreategui, antiguo corregidor, y en el benedictino fray Domingo de Lerín y Clavijo (que no era vizcaíno como lo creyeron todos los historiadores, incluido Mañaricua, sino que había nacido en Cádiz). Colón de Larreategui se excusó.
Aranguren y Sobrado, tras vencer obstáculos administrativos, logró publicar en 1807 su obra, Demostración del sentido verdadero de las autoridades de que se vale el doctor don Juan Antonio Llorente, réplica al primer tomo de Llorente, quien a su vez contestó a Aranguren, con un quinto tomo de sus Noticias históricas, publicado en 1808, que quedó sin respuesta porque tanto Aranguren como Lerín fallecieron dicho año.
Por otra parte, los diputados generales dirigieron una carta al benedictino fray Domingo de Lerín el 30 de junio de 1807, en la que le solicitaban su colaboración para defender los fueros que estaban siendo atacados, “con la envidia disfrazada con los intereses de la felicidad común”. Lerín, benedictino en San Millán de la Cogolla, contestó no solo que aceptaba el encargo sino que, además, sospechando que se le iba a llamar, había adelantado parte del trabajo con diversas notas.
Lerín también mantuvo correspondencia con Aranguren. En carta de 22 de abril le animaba a que publicara su segundo tomo:
“No dudo que ya no será necesario ventilar los fueros en juicio; los que quedarán comprobados en el hecho de jurarlos nuestro amado monarca y se lo recelará nuestro antagonista (LLorente) y acaso vistas las cosas mudadas se detendrá en publicar el cuarto tomo, que hace cinco meses ofreció; por lo mismo soy de parecer que urge diese Vd. cuanto antes al público su segundo tomo , para satisfacción de este que ha leído la obra de Llorente y también para hacerle vomitar todo cuanto tiene recogido y podamos saber de una vez el repuesto general de sus armas. Téngolo por muy conveniente” .
Poco antes, Lerín había expresado a Aranguren su confianza en que
“si el señor Jovellanos lee con reflexión cuanto hay escrito, y puede aumentarse, contra lo escrito por Llorente, no dudo mude de dictamen”.
Los hechos no dieron la razón a Lerín, porque no se conoce que Jovellanos “mudara de dictamen”, sino mas bien al contrario.
El benedictino añadía que:
“… si yo fuese un hombre que pudiese disponer de mi persona, con el acceso que puedo prometerme de dicho señor (pues hay motivos) yo le haría ver con razones y con mis mamotretos o papeles lo contrario; pero amigo, soy un pobre religioso colocado en un rincón y sin libertad para el caso” .
Lerín mostraba optimismo en el éxito de la respuesta a Llorente, pues disponía de información abundante y criterio sólido, pero también reconocía sus limitaciones y sus miedos.
Lerín hizo su trabajo y, supuestamente, entregó el original a los rectores de la Diputación Foral. Sin embargo, el hecho es que dicho documento no aparece a día de hoy en los archivos forales. El ilustre historiador Andrés de Mañaricua lo desconocía el año 1975 como lo reconoce explícitamente en su principal obra, Historiografía de Vizcaya.
Además, al no poderse leer lo escrito por Lerín, surgió la duda, extendida entre os historiadores, de que Aranguren pudo haber plagiado a Lerín. Uno de los que lo sospechó fue Arguinzoniz, como se verá a continuación.
II
Antonio M. de Arguinzoniz (1844-1891) quiso dar a conocer y popularizar la figura de Lerín. Había comentado a su amigo, el historiador Carmelo Echegaray, que:
“tenía el propósito de dar a luz unos apuntes críticos escritos por Lerín, en contra de Llorente y sus impugnadores, con el principal objetivo de dar a conocer al benedictino Lerín, quien, por encargo de la diputación de Vizcaya, escribió cuatro cuadernos, que sirvieron al consultor Aranguren para su obra”.
Dolía a Arguinzoniz que “el nombre de fray Domingo de Lerín yaciera sepultado en profundo olvido”.
Con estas palabras dichas a Echegaray, Arguinzoniz sembró la duda, pues podría pensarse que Aranguren había utilizado los trabajos de Lerín sin citar la procedencia, o dicho de otra manera, parecía que Arguinzoniz acusaba de plagio a Aranguren.
Una cosa es que Aranguren y Lerín tuvieran relación, lo que es obvio, porque ambos habían recibido el encargo de la Diputación para impugnar las tesis de Llorente y se carteaban, como se ha visto, pero otra bien distinta es la acusación de plagio.
En sus confidencias a Echegaray, Arguinzoniz da una explicación que podría justificar el oscuro papel de Lerín. Según Echegaray, debido a “causas que honraban su delicadeza moral y que no me parece discreto revelar, le habían detenido (a Arguinzoniz) en su afán de popularizar la figura de un hombre, a quien todos los euskaldunas somos deudores de sincera gratitud” . Dicho con más claridad, que “Aranguren no citó al hasta hoy casi ignorado religioso por expresa voluntad de este que, sin duda, temía las iras de Godoy”.
Fidel de Sagarminaga niega la existencia de plagio, al menos por lo que se refiere al primer volumen de Aranguren, pues constata que “la cooperación del padre Lerín no pudo ser utilizada por Aranguren en el primer tomo que publicó en Madrid en 1807, según se acredita por el memorial que este dirigió al Señorío desde Madrid el 13 de agosto de dicho año 1807, acompañando doscientos ejemplares de su primer tomo”.
Mañaricua sigue la tesis de Sagarminaga, aunque, con prudencia, agrega:
“Aranguren y Lerín mantuvieron correspondencia y solamente cuando se hallen los papeles del padre Lerín podremos ver si dependen de ellos los escritos de Aranguren” .
Afortunadamente, recientemente se ha podido localizar una copia de los “papeles de Lerín” en el archivo de San Millán de la Cogolla. Previa transcripción, se editó un libro en el año 2015 por parte de las Juntas Generales de Bizkaia.
De ahí que ahora ya se pueda conocer y examinar lo que escribió el benedictino gaditano, con la aclaración de que el libro proviene de una copia de los textos de Lerín, al no poderse conocerse el original, desaparecido.
Acerca de Lerín, su currículo y sus trabajos, me referiré en otra entrada.