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Archive for the ‘HISTORIA DE EUSKAL HERRIA’ Category

VECUNIENSES HOC MUNIERUNT

El historiador Henao dedica un capítulo de sus Averiguaciones a inscripciones romanas que se hallaron en el territorio que él denomina Cantabria, que incluía Vascongadas, en concreto a la actual Bizkaia. En un párrafo dice que

“… en el camino de Bilbao a Gatica, en el distrito de Axpolueta, al pie de una gran peña, por la parte que cae al camino, hay unas letras de antigüedad romana…; el rótulo epigráfico dice en latín:

«Vecunienses hoc munierunt

Henao trata de ubicar el lugar diciendo que

“si de la igualdad de nombre hemos de valernos, serían los de Begoña, nombre de la 36 anteiglesia …”, cercana a Bilbao; añade que a pesar de estar muy distante del distrito de Axpolueta, sin embargo, subraya que “oí a algunos que Begoña se extendía antiguamente hasta Sondika”, con lo que, de ser cierta la conjetura, “la antigüedad de los begoñeses aún en tiempos de romanos” estaría documentada», concluye.

A partir de estos textos, destacados autores han ido incluyendo la referencia a Vecunia y los vecunienses, con distintas opiniones: desde Iturriza, que considera que “Vecunia” está en la anteiglesia de Lujua (Loiu), hasta Hübner, que consideró sospechosa la autenticidad de la epigrafía.

El año 2003, Miguel Unzueta y Fernando Fernández publicaron en la revista Bidebarrieta un trabajo titulado “Vecunienses hoc munierunt”, que traducen como “los vecunienses construyeron esto”.

En su estudio sostienen que “con toda probabilidad existió una entidad básica de poblamiento, que, a partir de un grupo gentilicio prerromano, del que al menos toma la denominación, se consolidó en época romana, probablemente como una civitas denominada Vecunia.

Y de los tres tipos de asentamiento:

  1. Si fuera el de poblados indígenas de estructura castreña [yacimientos de Berreaga, en Munguía-Zamudio, Kosnoaga (Gernika) o Arrola (Navarniz)], Vecunia podría localizarse en el castro de Berreaga, por ser el más próximo e importante;
  2. Si se trata de un poblado romano de nueva planta, se decantan por la zona de Bilbao La Vieja, preexistente a la fundación de la villa, y
  3. Si se tratara de poblado de media ladera (tipo los yacimientos de Finaga o Momoitio), sería factible localizarlo en el entorno de Begoña, aunque hasta 2003, “no ha aparecido ningún resto prehistórico ni romano”. Consideran que el epígrafe de Axpolueta (Lujua) es auténtico, y dejan abierta la posibilidad de que “Vecunia esté esperándonos oculta en cualquiera de los lugares posibles citados (Berreaga, Malmasín, Bilbao La Vieja, Begoña…)”.

Estos son algunos antecedentes bibliográficos de una inscripción epigráfica sobre un pueblo o tribu denominado «vecunienses».

Desde el año 2003 se ha avanzado en la investigación y hoy conocemos que la Diputación Foral de Bizkaia por medio de su Departamento de Cultura, junto con el Obispado de Bilbao van a iniciar una investigación arqueológica, el proyecto Begoña/Vecunia que descubra nuevos datos e informaciones, dado que la opción de Begoña ha sido identificada con la histórica «Vecunia«.

Curiosamente, el obispado de Bilbao, creado hace tan solo 75 años, fue fundado con el nombre de Obispado de Flaviobriga, siendo Flaviobriga una colonia romana de tiempos de los Flavios, concretamente en la época del emperador Vespasiano. Al parecer, las autoridades eclesiásticas de 1949 y no solo ellas, puesto que entre otros el que fuera alcalde de Bilbao e historiador Gregorio de Balparda, también, creyeron erróneamente que Flaviobriga estuvo en Bilbao, aunque en la actualidad se identifica pacíficamente con Castro Urdiales.


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El 30 de enero de 1051, el conde Enneco López y su esposa doña Toda (señores de Bizkaia) donan:

  • al obispo García de Armentia (Álava), a quien distinguen como “pontífice serenísimo”, el usufructo del monasterio de San María de Izpea (hoy Axpe de Busturia) y su decanía de Bareizi [Paresi], y el diezmo de Busturia,
  • con la condición de que,
  • a su muerte, propiedad y usufructo pasen al monasterio de San Millán de la Cogolla.

Esta ermita de Paresi es la más antigua de todas las de Busturia y la que se halla a mayor altitud, ya que se encuentra en las estribaciones del monte Sollube.

La escritura figura en los becerros gótico y galicano de San Millán de la Cogolla, folios 39 y 186 y colección núm. 155. Extraigo del documento los siguientes párrafos en el latín original:

“… Ego igitur senior Enneco Lopez, gratia Dei comite, una pariter cum uxore mea domna Tota, concedimus tibi patri spirituali Garsia, Alavensis terre episcopo, et condonamus omni voluntate monasterium iuxta maris, cui vocabulum Sancte Marie de Izpea, subtus penna, in territorio Busturi, cum sua decania pernominata Bareizi etiam de illo decimo de Busturi de me et filliis meis et neptis et bisneptis de illo que ganarent de Busturi cum omni integritate, ut deserviat predicto monasterio. Sic tibi affirmamus nostram predictam offertionem o serenissime pontifex…

Ego Garsia, nutu Dei pontifici, cum consensu clericorum meorum, simili tenore donatione confirmatione que promitto et condono prefato Sancte Marie cenobio illas terras de Udaibalzaga et de Luno et de Gernica et de Gorritiz en aiuso, et de Vermeio et de Mundaca et de Busturi en assuso ad integritae confirmo donanda per eterna secula, amen…

Facta carta sub era millessima octogesima nona, tertio kalendas februarias, feria tertia, regnante Garsea, rex in Pampilona, in Castella Vetula et in Alava. Ego Garsea episcopus et dominus meus rex et comite Enneco Lopiz et cometissa domna Tota, qui han carta fieri iussimus…, Sancius episcopus Pampilonensis confirmans, Gomesanus, episcopus Naiarensis, conf…”. Y una adición de 1084 a la escritura, dice: “et ego Furtunius episcopus Alavensis, presenti Alvaroni abbati Sancti Emiliani in Armenti, multis hic testibus similiter confirmavi in era…”.

En la actualidad, en el lugar citado en la escritura como “decanía de Bareizi” está ubicada la ermita de la fotografía bajo la advocación de “Nuestra Señora de las Nieves de Paresi”. Ha sido dos veces restaurada: en los años 1793 y 2005. Su estructura posee muros de mampostería vista, cubierta a dos aguas, pavimento de losas de piedra en la nave y de madera en el presbiterio. Cuenta también con un coro de madera y un porche sobre la puerta de entrada.

De esta escritura se desprende que el 30 de enero de 1051 los señores de Bizkaia eran propietarios no solo de un extenso territorio, sino también del denominado monasterio de Santa María de Izpea y de la ermita de Paresi, en Busturia, así como titulares del derecho de cobro de los diezmos. Dicha titularidad les facultaba para disponer de los bienes a su criterio: decidieron hacer la donación referida (iglesia, ermita y patrimonio muy extenso), como consta en la escritura (donación en usufructo con condiciones sobre destino final de la propiedad).

Junto a ello, el obispo de Álava agrega a la donación unas posesiones suyas en diversas poblaciones de la comarca, Udaibalzaga, Luno, Gernika, Gorritiz, Bermeo, Mundaka y Busturia, aunque no se precisan con detalle en el documento.

Se citan como confirmantes o testigos, nobles o seniores como senior Lope Garceiz, de Arratia, senior Lope Blascoz, de Barakaldo, senior Sancio Annussoiz, de Aberanca, la domna Leguntia Esceverria y el presbítero Galindo, todos ellos verosímilmente vizcaínos.

Esta escritura depositada en el archivo del monasterio de San Millán, está datada el mismo día que el controvertido diploma de ingenuación de los monasterios decretado por el rey García de Navarra.

Queda claro que se trata de una iglesia/monasterio y una ermita que encajan bajo la denominación de “iglesias propias”, en la medida en que los condes de Bizkaia, titulares no solo de la iglesia y ermita y patrimonio donado, sino también de los diezmos eclesiásticos en toda su integridad, que asimismo son objeto de la donación.

En cuanto a la localización, el templo principal de la donación tal y como hoy conocemos es la iglesia de Santa María de Axpe (Busturia), relacionada con las construcciones góticas del siglo XVI, lo que supone un intervalo de cinco siglos entre el denominado monasterio objeto de la donación del siglo XI y la fecha de construcción del actual templo. Tras los sondeos realizados se descubrieron restos materiales correspondientes a una necrópolis medieval de inhumación, cuya localización hace pensar que en este lugar ha existido una iglesia desde los primeros años de la Edad Media. Entre los objetos de decoración destacan dos retablos: el que se encuentra tras el altar mayor, de estilo neoclásico, y el de la capilla de Nuestra Señora del Rosario, barroco.

De acuerdo con el arqueólogo Ibarra Álvarez, “la documentación de estos restos funerarios en Axpe permiten certificar de modo indirecto que entre la iglesia (monasterio) citada en el documento del siglo XI y el actual templo de Santa María del siglo XVI, existe una relación de continuidad, no solo en su advocación mariana sino especialmente en el uso y disfrute de un mismo emplazamiento”. Aun así, “las características que pudo tener ese templo primero o la existencia de otras construcciones intermedias hasta que se promueve la actual iglesia del siglo XVI son algunas de las cuestiones históricas que aún quedan por resolver y sobre las que habrá que interrogar en su momento al subsuelo de la parroquial de Santa María por si custodia aún tal información”, concluye Ibarra Álvarez.

Para completar la información, habría que determinar si existe alguna prueba documental o indicio que acreditara el origen de la propiedad que, de acuerdo con la escritura, se da por sabido y reconocido; sería interesante aclarar si Íñigo López y Toda, señores de Bizkaia, adquirieron la titularidad jurídica porque la construyeron o si fue por presura, herencia, compraventa, o por alguna otra forma de acceso a la propiedad, información de la que hoy en día no disponemos por falta documental.

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Poema XV. Sautrela (B. Etxepare)

1. Heuskara da kanpora eta goazen oro danzara

2. O heuskara, lauda ezak Garaziko herria,

zeren hantik ukhen baituk behar duian thornuia.

Lehenago hi baitinzan lengoajetan azkena,

orai, aldiz, izanen iz orotako lehena.

6. Heuskaldunak mundum orotan preziatu ziraden,

bana haien lengoajiaz berze oro burlatzen,

zeren ezein eskripturan erideiten ezpaitzen,

Orai dute ikhasiren nola gauza hona zen.

10. Heuskaldun den gizon orok altxa beza buruia,

ezi huien lengoajia izanen da floria.

Prinze eta jaun handiek orok haren galdia,

eskribatuz hal balute ikhasteko desira.

14. Desir hura konplitu du Garaziko naturak

eta haren adiskide orai Bordelen denak.

Lehen inprimizalia heuskararen hura da;

basko oro obligatu jagoitikoz hargana.

18. Etai lelori bai lelo zarai leloa,

Heuskara da kanpora eta goazen oro danzara.

(DEBILE PRINCIPIUM MELIOR FORTUNA

SEQUATUR)

¡Hasiera xume honek duela fortuna hobea!

VERSIÓN EN CASTELLANO DE PATXI ALTUNA (PUBLICACIÓN DE EUSKALTZAINDIA)

XV. SALTAREI

1. Ya que el euskara ha salido, vayamos todos a bailar.

2. ¡Oh euskara, ensalza el país de Garazi!

pues has recibido de allí el rango que mereces.

Si antes fuiste la última entre las lenguas,

ahora en cambio vas a ser la primera de todas.

6. Los vascos eran apreciados en todas partes,

pero todos los demás se mofaban de su lengua,

porque no se hallaba impresa en escrito alguno.

Ahora van a comprender qué hermosa era.

10. Todo hombre vasco levante la cabeza,

pue su lengua va a ser la flor y nata.

Príncipes y grandes señores preguntan por ella,

deseosos de estudiarla en texto escrito, si pudiesen.

14. Tal deseo lo ha colmado un hijo de Garazi

y un amigo suyo, residente ahora en Burdeos.

Él es el primer impresor de la lengua vasca.

Desde ahora todos los vascos tienen una deuda con él.

18. Y tirorirorí, tirorirorá. ¡Más tararí, más tarará!

Vamos todos a bailar, que el euskara sale a la calle.

(QUE ESTE MODESTO PRINCIPIO TENGA FELIZ CONTINUACIÓN)

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Contrapas (poema XIV de B. Etxepare).

Heuskara, jalgi adi kanpora.

Garaziko herria

benedika dadila,

heuskarari eman dio

behar duien thornnia.

Heuskara, jalgi adi plazara.

Berze jendek uste zuten

ezin eskriba zaiteien;

orai dute phorogatu

enganatu zirela.

Heuskara, jalgi adi mundura.

Lengoajetan ohi inzan

estimatze gutitan;

orai aldiz hik behar duk

ohoria orotan.

Heuskara, habil mundu guztira.

Berzeak oro izan dira

bere goihen gradora;

orai hura iganen da

berze ororen gainera.

Heuskara.

Baskoak orok preziatzen,

heuskara ez jakin harren,

orok ikhasiren dute

orai zer den heuskara.

Heuskara.

Oraidano egon bahiz

inprimitu bagerik,

hi engoitik ebiliren

mundu guzietatik.

Heuskara.

Ezein ere lengoajerik

ez franzesa ez berzerik

orai ezta erideiten

heuskararen parerik.

Heuskara, jalgi adi dantzara

VERSIÓN EN CASTELLANO DE PATXI ALTUNA (libro publicado por EUSKALTZAINDIA)

¡Euskara, sal fuera!

El país de Garazi

¡bendito sea!

Él ha dado a la lengua vasca

el rango que le corresponde

¡Euskara, sal a la plaza!

Las demás gentes creían

que no se podía escribir en ella.

Ahora han constatado que estaban engañadas.

¡Euskara, sal al mundo!

Entre las gentes gozabas

de poca reputación;

pero ahora vas a tener

gran honor entre todas.

¡Euskara, camina por todo el mundo!

Todas las demás han alcanzado

su grado máximo;

ahora ella va a remontar

por encima de todas.

¡Euskara!

Todos apreciaban a los vascos

aun sin conocer su lengua,

ahora todos comprenderán

lo que es el euskara.

¡Euskara!

Si hasta ahora has permanecido

sin ser impresa,

desde hoy caminarás por todo el mundo.

¡Euskara!

Ninguna lengua

ni la francesa ni otra

resulta actualmente

comparable a la vasca.

¡Euskara, sal a bailar!

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Hace unos días publiqué que en un edificio de Plentzia (Bizkaia), se encuentra un escudo en el que aparece un texto de 1601-1603, considerado como una de las primeras inscripciones epigráficas en euskera.

Sin embargo, por lo que conocemos hasta el presente, la lengua vasca no dejó textos epigráficos en la antigüedad, salvo el caso de leyendas monetales o algunos nombres de personas y de divinidad, transmitidos en epígrafes latinos.

De acuerdo con Joaquín Gorrochategui, el triángulo aquitano (Aquitania, limitada por los Pirineos al sur, el curso del río Garona, por el este y norte y el océano Atlántico por el oeste) dispone de abundante material onomástico, nombres de persona o de divinidades, que han sido transmitidos en epígrafes latinos entre los siglos I-III d.C., «fiel reflejo de la lengua autóctona de la región». En la zona oriental de Aquitania (Lugdunum Conuenarum/Saint Bertrand de Comminges y Elimberris Auscorum/Auch) es donde se ha localizado más epigrafía latina. La razón de la abundancia de epígrafes con antropónimos o teónimos en esa zona, a pesar de ser la más romanizada de Aquitania, se debe al «hábito epigráfico que alcanzó a capas numerosas de población peregrina, que aún conservaban sus nombres indígenas» (Gorrochategui, J., «Aquitano y Vascónico», Palaeohispanica, 2020, 726).

Al sur de los Pirineos occidentales (Navarra y Vascongadas) el conjunto de nombres indígenas es mucho más reducido que en Aquitania, habiendo algunos testimonios, pocos, y además de onomástica céltica en las zonas más occidentales y en la vertiente cantábrica (Bizkaia o Gipuzkoa). Por lo que se refiere a la zona caristia (a la que pertenece gran parte de Bizkaia), la abundancia de onomástica de origen indoeuropeo ha llevado a algunos a defender la tesis de la vasconización tardía del territorio. Sin embargo, tanto Alfonso Irigoien («La lengua vasca y el País Vasco», Crítica, 1977, y En torno a la toponimia vasca y circumpirenaica, 1986) como Gorrochategui («Los Pirineos entre Galia e Hispania: las lenguas», Veleia, revista de prehistoria…, Vitoria-Gasteiz, 1995, págs. 180 a 234; «Vasco antiguo: algunas cuestiones de geografía e historia lingüísticas», Acta Paleohispanica X, 2009) aportan una serie de argumentos lingüísticos que van en contra de la introducción tardía del vascuence en Vascongadas, en línea con lo también defendido por Mitxelena y Caro Baroja, entre otros.

Por otra parte, hallazgos recientes en los altos valles sorianos del Cidacos y el Linares han proporcionado nombres de persona de filiación vascona. Igualmente, uno de los hallazgos que proporciona material onomástico con vinculaciones con el vasco es la estela de Lerga, en Navarra oriental.

La estela se localizó empotrada en la pared de la ermita de Santa Bárbara de Lerga (Navarra), y se ingresó en el Museo de Navarra el año 1960.

La inscripción figura en la parte frontal de la pieza y este es el texto en caracteres latinos:

VM.ME.SA.HARFI

NAR.HVN.GE.SI.A.BI

SVN.HA.RI.FI.LIO

ANN.XXV. T.P.S.S.

El arqueólogo Marcos Pous («Una nueva estela funeraria hispanorromana procedente de Lerga, Navarra», Príncipe de Viana, 1960) sugiere que se trata de una inscripción de fecha entre los siglos II o III d.C. Parte de la base de que los nombres de los personajes son «antropónimos no latinos» y explica su filiación lingüística. A su juicio, «no es de descartar que el um (o um-) tenga relación con el vasco antiguo…; sorprende encontrar una h inicial, rara en lo hispánico prelatino y en los actuales dialectos vasco-españoles [recuérdese, escribe en 1960, antes de la aparición del euskera batua, que introdujo la h], pero es abundante en cambio en el vasco-francés de hoy y también quizás en el antiguo a juzgar por las famosas inscripciones aquitanas, en las que hay formas como Bonbelex, Harbelesis f. y Harbelex con Har-, que nos llevan hacia lo ibérico y lo vasco antiguo».

Añade que…:

«… teniendo en cuenta esta y otras h que aparecen en la estela, es tentador unir nuestra inscripción a las aquitanas y considerarla como un testigo de la onomástica antigua vasca, con lo cual tendríamos ya un dato de interés para la historia de la pérdida de la [h] aspirada en los actuales dialectos vascos».

Su lectura de la primera línea es la siguiente:

«Ummesa Har(i) fi(lius), o fi(lia)»

Analiza los siguientes elementos de la leyenda, «SVM», etc., y concluye:

«Terminado el análisis de los diversos elementos personales de la inscripción de Lerga, nos parece que a través de ellos puede entreverse una relación lingüística más fuerte con el celta (o indoeuropeo) y el vascuence que con el latín y el ibero. Todo ello nos indica una cierta continuidad regional en plena época romana del estado lingüístico anterior a la romanización de esta zona navarra ocupada por los vascones de las fuentes clásicas, por lo menos en lo que a onomástica personal se refiere».

Propone las dos siguientes lecturas opcionales, sin decidirse por alguna de ellas:

  1. Ummesa Har(i) fi(lius) / Narhungesi Abi/sun Hari filio / ann (orum) XXV t(itulum) p(osuit) s(umptu) s(uo)
  2. Ummesa Har(i) fi(lius) / Narhungesi Abi / Sunhari filio / ann (orum) XXV t(itulum) p(osuit) s(umptu) s(uo).

Un año después, Koldo Mitxelena, en un trabajo sobre la misma estela, sostiene que los nombres que figuran en el texto son de una «lengua no indoeuropea«. Lo basa en principalmente que la letra h se repite tres veces y no aparece solo entre vocales, sino también en los grupos rh y nh, «rarísimos, si no inexistentes del todo en cualquier lengua indoeuropea occidental antigua: en celta, en particular no esperaríamos h más que a lo sumo en inicial, en el lugar de una antigua p-«. Por la misma razón, los nombres tienen una «mayor afinidad» con lo aquitano que con lo ibérico.

Frente a la lectura de Marcos Pous de la primera línea, Vmmesa Har(i) fi, o en todo caso Vm( ) Mesa Har(i), para Mitxelena, «lo natural» es dividir Vmme. Sahar fi. De ahí que esa forma de descomponer las sílabas le lleva a decir que ume significa «niño», «cría», y zahar, «viejo», «términos que aparecen desde los primeros textos de la lengua y que hoy están en uso en todos los dialectos», solución que reconoce que «puede parecer demasiado obvia para ser verdadera».

Por lo que se refiere a las líneas 2ª y 3ª, entiende que en ellas es mejor ver dos nombres y no tres: Narhungesi Abisunhari filio, cuyas ii representarían desinencias latinas añadidas al nombre indígena, Narhunges, Abisunhar.

En síntesis, para Mitxelena:

«La estela de Lerga constituye un indicio, un indicio inconfundible, de la tenacidad con que se mantuvieron las viejas hablas en la proximidad del Pirineo…; para la reconstrucción del protovasco…, el testimonio confirma la idea de que en un tiempo h fue un sonido común, y no exclusivamente ultrapirenaico, que existía no solo en posición inicial y entre vocales, sino también detrás de n y r…».

La estela fue analizada por otros expertos con posterioridad, entre ellos Joaquín Gorrochategui («Las lenguas de los Pirineos en los tiempos antiguos», en Los tiempos antiguos en los territorios pirenaicos, UPV/EHU, Acta 8, págs. 57 a 79, 2009, Vitoria-Gasteiz) y Eduardo Orduña Aznar («Nueva interpretación de la inscripción funeraria de Lerga» (Universidad Católica de Valencia, repositorio, 2020, págs. 173 a 185).

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Estrabón nació en Amasya (estado helenístico de Ponto, al noroeste de la península de Anatolia, actual Turquía) en el año 64-63 a.C. Su Geografía, escrita en griego, ha sido objeto de varios códices y ediciones en castellano a lo largo del tiempo[1]. La obra consiste en diecisiete libros que incluyen, además de información geográfica, datos históricos y etnográficos. El libro tercero es un tratado sobre la península ibérica, en el que se incluyen las referencias al «grupo vasco de población» que estamos comentando.

Estrabón recorrió gran parte de las regiones de Italia, el Lazio, Alejandría; viajó desde el Mar Negro hasta Abisinia, de norte a sur, y desde Armenia hasta Córcega y Cerdeña, pero nunca estuvo en los países occidentales, Galia, Britania e Iberia, ni, por tanto, en el País Vasco, ámbito central de nuestra investigación, por lo que sus textos sobre este conjunto de estos territorios que no visitó están basados en escritores anteriores, principalmente en Posidonio, geógrafo y etnógrafo, el autor más utilizado por Estrabón, que sí visitó la Galia e Iberia hacia el año 90 a.C., y también en Artemidoro o en Timágenes. En este sentido, el arqueólogo e historiador alemán Schulten (1870-1960) manifiesta que “los detalles que nos ofrece sobre las costumbres salvajes de los cántabros los oyó personalmente en Roma”[2].

En la descripción geográfica del norte peninsular, Estrabón expone las costumbres de un conjunto de pueblos a los que denomina “montañeses”, o “tribus de la sierra[3]. Tras una extensa observación etnográfica común al conjunto de pueblos[4], concluye:

“esta es la vida de los montañeses, que ocupan el lado septentrional de Iberia: la de los gallegos, astures[5] y cántabros, hasta los vascones[6] y el Pyreneo, puesto que todos viven de la misma manera. Me sabe mal citar otros muchos nombres, cuando quisiera evitar el tedio de su desagradable escritura (por lo extraño de su forma) ya que a nadie puede gustar oír hablar de pletauros[7], bardyetas y allotrigas y otros nombres aún peores y más ininteligibles”[8].

En este párrafo se ve cómo, para Estrabón, los pueblos más reconocibles en el norte peninsular son los montañeses o serranos que, dada la redacción literal, con la conjunción copulativa “y”, se trata de un conjunto de pueblos con connotaciones comunes, los “gallegos, astures, cántabros hasta los vascones y el Pyreneo”. Sigue una enumeración de oeste a este, aunque no deslinda cada pueblo, con sus límites y fronteras, lo que trataremos de aclarar posteriormente.

El contenido de la descripción de Estrabón de las costumbres que se acaba de mencionar está tomado “de Posidonio, que era un gran etnógrafo”, matiza Schulten[9].

Obsérvese desde ahora que tras los cántabros menciona a los vascones, lo que no significa que en medio de ambos no haya otros pueblos, pues en el siguiente párrafo reconoce explícitamente que existían en ese territorio del septentrión “otros pueblos”, que no quiere citar porque tienen una desagradable escritura; no obstante, nombra tres de ellos: “pletauros”, “bardyetas” y “allotrigas”.

El erudito y filólogo Isaac Casaubon (1559-1614) , en sus «notas a Estrabón», identifica los “allotrigas” con los “autrigones[10]. El geógrafo Juan López, que tradujo en 1787 la obra de Estrabón, dice en una nota que los “bardyetas” son un pueblo sobre el Ebro, cerca de la actual Calahorra[11].

Schulten recoge una idea comentada por el historiador alemán en otros trabajos anteriores, que reproduzco aquí en un texto cuyo tenor literal es el siguiente:

“los vascones están en la región de Pamplona y son los abuelos de los vascos de hoy”, pues, “habiendo tenido su sede en Pamplona más tarde se extendieron hasta la costa del Océano”[12].

Y para ampliar esta idea, en la que habla de “vascones” a los que considera ser los “abuelos” de los “vascos de hoy”, nos remite a su estudio “Las referencias antiguas sobre los vascos[13], idea muy controvertida sobre la que ya me he referido en otros trabajos. De hecho, esta cita de Schulten está en el centro del debate historiográfico sobre lo que se denomina la “vasconización tardía de los vascongados”.

En los comentarios que figuran más adelante, Schulten explica que:

“los bardyetes”, que aparecen citados en Plutarco y Estrabón, “corresponden al latino vard-uli”, que “parece ser forma ibérica con el sufijo libio-ibérico –ulus.

Los várdulos estaban en el país del sur de San Sebastián, al oeste de los vascones, al este de los carietes.

Los “allotrigas son los autrigones, que están al este de los cántabros, al oeste de los carietes”. Y aclara que “Allo-“ se encuentra también en “allo-broges” y es de raíz céltica”[14].

Estrabón continúa con el relato de las características que considera forman parte de la personalidad “bárbara”, común a todos esos pueblos, “pues todos viven de la misma manera”, asevera. Y manifiesta que “es propia en ellos la inhumanidad y fiereza de costumbres, no solo en la guerra, sino también en paz, porque habitan apartados entre sí; por mar y tierra son largos los caminos para llegar a donde están, y de aquí resultó que, careciendo de comercio, perdieron la sociedad y trato”, aunque la presencia de los romanos les ha reconvertido y mejorado. Y Sigue su comentario:

“Hoy día son menos defectuosos por la paz y venida de los romanos; a donde estos no fueron quedó la gente más importuna y bárbara, cuyo vicio no es extraño crezca con velocidad cuando a muchos se les junta la incomodidad de los lugares y montes que poseen. Pero como ya he dicho, todas las guerras se extinguieron. César Augusto sujetó a los cántabros y sus pueblos vecinos que principalmente ejercían latrocinios y maldades; y aquellos que antes destruyeron a los romanos toman ahora las armas en su defensa como los coníacos y los que moran junto al origen del río Ibero, exceptuando los habitantes de la ciudad de Tuisi. El sucesor Tiberio, poniendo en estos lugares tres cohortes, que Augusto había destinado, no solo los apaciguó sino que los civilizó a muchos de ellos”[15].

“Resta explicar aquella costa marítima de España que hay desde las Columnas hasta el Pirineo, y todo lo mediterráneo que hay en aquella parte…”[16].

Dedica varias páginas al relato de la costa y más adelante, por lo que aquí interesa, al referirse a la nación de los jacetanos[17], dice:

“… esta, comenzando al pie del Pyreneo, se dilata en los campos, y toca los lugares vecinos a Ilerda[18] e Ileosca[19], que son de la región de los ilergetes[20], no lejos del Ibero. En estas ciudades acabó Sertorio su última guerra, en Calagurri[21], ciudad de los vascones, en la costa alrededor de Tarraco, en Dianio, de que ya hablamos, y después echado de Celtiberia, murió de enfermedad[22]. Poco después, cerca de Ilerda fueron vencidos por César Afranio y Petreyo, generales de Pompeyo…; desde Tarraco por los montes dichos hasta los últimos vascones que habitan el océano, cerca de Pompelon[23] e Idanusa, ciudades situadas en el mismo mar, hay un camino de 2400 estadios, que acaba en los límites de Aquitania y España. En los jaccetanos hizo guerra Sertorio contra Pompeyo, y después su hijo Sexto Pompeyo contra los enviados de Cesar. Sobre Jaccetania hacia el septentrión habitan los vascones, en los cuales está la ciudad de Pompelon, como si dijeras de Pompeyo. El lado del Pyreneo hacia España es rico de árboles, tiene bosques de todo género, siempre verdes; pero al lado de Galia carece de todo. Hay en el medio valles oportunos para habitarse. Estos por la mayor parte los tienen los cerretanos[24], nación española. Se componen entre ellos exquisitos perniles, tan buenos como los cantábricos, y de esto sacan mucho provecho. Subido, pues, Idubeda, al instante se ve Celtiberia, región ancha y desigual. La mayor parte es áspera y bañada de ríos; pues por esta corren el Guadiana y Tajo, y después otros que habiendo nacido en este sitio de España van al mar occidental. De estos, el río Duero riega a Numancia[25] y Seguncia. El Betis que nace en Oróspeda, corre por Oretania a la Bética. Desde los celtíberos hacia el septentrión están los berones, vecinos de los cántabros coniscos, los mismos que visten al modo de Galia. Su ciudad es Varia[26], situada en el tránsito del Ibero; están contiguos a los bardietas, que ahora se llaman bardyalos[27]. En el lado occidental viven los astures, galaicos, verones y carpetanos. Hacia el mediodía los oretanos, y todos los bastetanos y dittanos[28], que habitan el Oróspeda. Al oriente está el Idúbeda, y de los celtíberos divididos en cuatro partes moran allí los más útiles, y al mediodía los arévacos, casi unidos a los carpetanos, y a las bocas del Tajo…”[29].

En este largo texto menciona de manera poco clara varios «grupos de población», entre los cuales, por lo que a nosotros interesa, vuelve a citar a los «vascones» y a los «bardietas o bardyalos«, sin que podamos obtener una explicación clara de los límites geográficos de cada una de estas tribus.

En sucesivos capítulos continuaré con más fuentes literarias antiguas que irán aclarando lo que cada pueblo de lo que hoy es el territorio País Vasco o Euskal Herria era en la antigüedad. Para ello haré referencia a Ptolomeo, Plinio el Viejo y otros historiadores antiguos.


[1] Los diecisiete libros manuscritos de la obra de Estrabón dieron lugar a numerosas ediciones. Una de ellas que he manejado es el Libro tercero de la Geografía, que comprehende un Tratado sobre la España Antigua, hecha por don Juan López (Madrid, 1765-1825), geógrafo y cartógrafo, miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla y de las Sociedades Vascongada y de Asturias, que no está hecha sobre el original griego, sino traducida del latín sobre la traducción latina de Casaubon, editado por la viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, Madrid, 1787. En el “Prólogo”, el traductor explica que Isaac Casaubon (Ginebra, 1559, Londres, 1614), erudito y filólogo, editó la obra del geógrafo en 1587 en una primera ocasión y en 1596; lo corrigió posteriormente siendo publicada la corregida en París en 1620, seis años después de su muerte; Juan López reconoce que “solo he tenido presente la edición de Casaubon, y cuando hubo algún pasaje difícil procuré entender el original griego, de cuya lengua he adquirido bastantes ideas, aunque no suficientes para traducir obra tan vasta”; la edición incluye la “Introducción” de Teodoro Jansonio de Almeloven, correspondiente a la edición de Amsterdam de 1707, y los testimonios hechos por diversos eruditos sobre la obra de Estrabón; al pie de esta edición de Juan López figuran las notas de Casaubon junto con otras del propio traductor.

He manejado asimismo la edición de Adolf Schulten (Elberfeld, 1870-Erlangen, 1960), titulada Estrabón, Geografía de Iberia, edición, traducción y comentario por Adolfo Schulten, en Fontes Hispaniae Antiquae, fascículo VI, librería Bosch, Barcelona, 1952, que, según el historiador alemán “da el texto griego según los mejores códices y con aparato crítico y mi traducción es lo más verbal posible; el comentario es científico e indaga especialmente las fuentes de Estrabón”.

A lo largo del trabajo incluyo textos literales de la edición de Juan López, añadiendo notas de Casaubon, de Schulten y de Juan López, que expliquen o aclaren los textos de Estrabón.

El Libro Tercero contiene la descripción de España. Empieza desde el “Promontorium Sacrum” (cabo San Vicente, situado en el extremo sudoeste de Portugal, considerado por Estrabón como el punto más occidental no solo de Europa sino de toda la tierra habitada, del ecúmene o mundo conocido): describe primero la Bética y todo lo contenido entre este promontorio y las Columnas [Gibraltar de un lado, Ceuta o monte Musa del otro], exponiendo lo abundante de estas regiones en todo, especialmente en metales. Después trata de la Lusitania, de las costumbres de sus habitantes; después explica la Tarraconense, las costumbres y vida de sus gentes y todo lo restante de España, que se extiende desde las Columnas hasta los montes Pirineos. Finalmente describe las islas adyacentes a España.

Para conocer la biografía y las fuentes utilizadas por Estrabón en su Geografía, así como una extensa bibliografía, véase CHURRUCA ARELLANO, Juan de, “Fuentes de la Geografía de Estrabón”, Iura Vasconiae, 5/2008, págs. 269 a 340.

[2] Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN. A., 1952, op. cit., pág. 2.

[3] Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de JUAN LÓPEZ, op. cit., pág. 154 y sigs.; “tribus de la sierra” o “serranos” es la denominación que emplea Schulten (Estrabón, Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 106 y 213).

[4] “Los montañeses, en dos estaciones del año se alimentaban con bellota de encina; la molían después de seca y con la harina amasaban panes; por eso a su tiempo hacían el repuesto necesario. También gastan (beben) cerveza: usan poco vino y cuando lo hay se consume pronto en convites con los parientes. La manteca de leche que llaman bútyro o “butyron” (palabra al parecer escítica) suplía las veces del aceite. Cenan sentados y tienen a este fin asientos construidos junto a la pared. Los primeros lugares se ceden a los mayores en edad y gobierno. La cena se lleva alrededor de todos. En medio de la bebida danzan al son de la flauta y guían el baile con trompeta, saltando unas veces; y otras se hincan de rodillas bajando el cuerpo recto. Lo mismo hacen en Bastetania las mujeres, teniéndose una a otra de la mano. Usan todos de vestido negro, se rebozan en capotes y duermen sobre camas de la misma hierba. Se sirven de vasos de cera como los celtas y las mujeres tienen vestidos de flores. En lugar de dinero pagan con cambios o dan un pedazo de lámina de plata. Precipitan los condenados a muerte desde unos peñascos, apedrean a los parricidas, sacándolos junto a ríos fuera de sus límites. Contraen matrimonios (con una mujer sola) al modo de los griegos. Exponen los enfermos en los caminos según costumbre antigua de los egipcios para que den remedio los que experimentaron la misma enfermedad. Se valieron de embarcaciones de cuero por las inundaciones, pantanos y lagunas hasta el tiempo de Bruto: ahora se sirven de algunas canoas o troncos de árboles excavados. Tienen sal purpúrea, pero se vuelve blanca al machacarla” (Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., págs. 154 a 157; Estrabón, Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 106 y 107).

Schulten amplía los comentarios sobre estas costumbres en su edición: dice que las “tribus salvajes de la costa norte”, se distinguían de las de los lusitanos”; añade que “el beber solo agua pareció a Estrabón cosa bárbara, prefiriendo los pueblos clásicos el vino; el beber solo agua, como costumbre ibérica se menciona por Filarco hacia el año 200 a.C.,…; dormir en el suelo, sin cama, parecía bárbaro, pero también en los pueblos clásicos había tal costumbre, entre la gente pobre, como todavía hoy entre los países del sur…; por las comidas se ve que las tribus del norte tenían como animales domésticos sobre todo cabras…; sacrificar gran cantidad de animales u hombres de una vez, lo que aquí se llama hecatombe, con palabra griega, es costumbre también entre los cimbros germanos…; durante ocho meses vivían de bellotas, no bastando el trigo para más de cuatro meses, como es natural, en un país de sierras…; el uso de la cerveza contradice lo dicho antes, que eran bebedores de agua.., parece que la cerveza les llegó por los celtíberos que la consumían mucho…; el comer sentados llamaba la atención, comiendo los griegos y romanos clásicos echados en el triclinium (diván de tres plazas) y los galos echados en el suelo…; la distribución de los asientos según la graduación social era conocido también de los romanos, en cuyos triclinios los asientos correspondían al grado social de los comensales…; el baile era la gran pasión ya de los iberos, la costumbre descrita de bailar saltando existe todavía hoy en la sardana catalana; la danza de los bastetanos, tribu del sureste, en la cual toman parte mujeres y hombres dándose las manos, se ve pintada en uno de los magníficos vasos de Liria…; ; usan vasos de madera como los celtas…; la costumbre de poner los enfermos junto a los caminos, para que puedan consultar con los transeúntes no es de los egipcios como dice Estrabón, sino de los asirios, según Herodoto…” (Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 213 a 218).

[5] “Ástoures o ástyres, los astures. Ocupaban una extensión mucho mayor que la actual provincia de Asturias. Por la costa se extendía desde el Navia (al oeste) hasta el Sella (al este). Por el interior, hasta más abajo de Astorga (Asturica Augusta), llegando en algún punto al Duero. La cordillera cantábrica dividíala en dos: la Asturia Transmontana, al norte de las sierras, y la Asturia Augustana, al sur. En esta última estaban las ciudades principales: Asturica Augusta, Lancia (cerca de León), Legio VII (León, con restos romanos importantes). Los textos antiguos dicen que los astures se llamaban así de un río, Astura, que parece ser el actual Esla” (CERRADA GARCÍA, José, autor de Tiresio el Termestino, editorial Tregolam, 2018, y titular del blog, https://tiresiotermestino.blog/wp-content/uploads/2018/02/geografia-de-estrabon-libro-iii.pdf, en el que figura el texto transcrito, nota núm. 177, pág. 72).

[6] En nota a pie de página, Juan López explica que “los vascones” son “pueblos de la España Tarraconense. Según los límites de Ptolomeo se extendían entre parte del océano Cantábrico y parte de los Pirineos; confinaban al oriente con el país de los suesitanos; al mediodía con el río Ibero y al occidente con el país de los várdulos. Plinio los pone junto a los cerretanos. Habitaron la Navarra, y cuando pasaron a la Galia para establecerse recibieron el nombre de gascones” (Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., nota núm. 178 a pie de págs. 157 y 158).

[7] “Los pleútauroi son los mismos plentouísoi que cita en el párrafo siguiente como habitantes hacia las fuentes del Ebro. Los bardyétai son los vardulli. Estrabón los llama luego (nota 262), más correctamente, como bardoúloi. Ocupaban gran parte de las provincias de Guipúzcoa y Álava. Los allótriges son los autrigones, gentes que residían al oeste de Álava y Vizcaya, y al este de Santander; por el sur, hasta cerca de Burgos” (https://tiresiotermestino.blog/wp-content/uploads/2018/02/geografia-de-estrabon-libro-iii.pdf, nota núm. 197, págs. 76 y 77). Schulten dice que “los pleutauroi sólo se mencionan aquí” (Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., pág. 218).

[8] Estrabón, Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 106 y 107; Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., págs. 157 y 158. En una versión en latín que aporta Larramendi se transcribe el siguiente texto: “Hic est montanis vivendi ritus quem commemoravi, eis, inquam, qui Boreale Hispaniae latus terminans, Callaicis, Asturibus, Cantabris, usque ad Vascones, & Pyrenem, cunctis enim eadem est vivendi formula. Vereor autem explicandis abundare nominibus, ne injucunda reddatur ipsa descriptio, nisi cuiquam voluptatis loco fiat, cum ad aures perveniant Pletauri, Bardietae, Allotriges, caeterique deformioris appellationis homines…Verum jam, ut dixi, omnia bella sunt sublata, nam Cantabros, qui maxime hodie latrocinia exercent, ijsque vicinos Caesar Augustus subegit… ut Coniaci, & qui ad fontes Iberi amnis accolunt, exceptis Tuisiis… E Regione autem Septentrionis Berones Celtiberis proximi, & Cantabris Coniscis habitant, & Bardietis, qui nunc Bardiali vocantur… His autem (nempe Callaicis) aspectantes ad Septentrionem montes propinqui sunt cum Asturibus, & Cantabris. Per Astures sane defluit Melsus amnis, paulomque remotum est oppidum Noega. Propem autem est Oceani refusio, Astures a Cantabris separans. De hinc montium sunt radices, usque ad Pyrenem” (LARRAMENDI, Manuel, Discurso Histórico sobre la antigua famosa Cantabria (cuestión decidida: si las antiguas provincias de Bizcaya, Guipúzcoa y Alaba estuvieron comprendidas en la Antigua Cantabria), por Juan de Zúñiga, Madrid, 1736, nota (a) a pie de pág. 81).

[9] Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., pág. 219.

[10] “Los alotrigas, como supone Casaubon, son lo mismo que los autrigones; estos habitaban parte de la España Tarraconense, y según el padre Briet era hacia la provincia de Álava y Señorío de Vizcaya” (LÓPEZ, Juan, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, que comprehende un Tratado sobre la España Antigua, op. cit., nota núm. 180, a pie de pág. 158).

[11]Bardyetas o barduitas, que también los llama Estrabón bardyalos, son una antigua provincia de España sobre el Ebro, junto a los berones. Habitaban toda la parte septentrional de las montañas, no lejos del paraje donde se halla al presente Calahorra” (LÓPEZ, Juan, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, op. cit., nota núm. 179 a pie de pág. 158).

[12] Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., pág. 218.

[13] La remisión que hace es a “Las referencias sobre los vascones hasta el año 810 después de J.C.”, Revista Internacional de Estudios Vascos, RIEV, 1927, 18-2, texto sobre el que volveremos en próximos capítulos pues, como se ha dicho, están en el centro de esta investigación.

[14] Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 218 y 219.

[15] Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., págs. 159 a 163.

[16] Libro tercero de la Geografía, de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., pág. 163.

[17] “Según Marca, a los jacetanos les correspondía el territorio que hay entre Solsona, Manresa y Cervera” (LÓPEZ, Juan, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, que comprehende un Tratado sobre la España Antigua, op. cit., nota núm. 230, a pie de págs. 197 y 198).

[18] Lérida.

[19] Huesca.

[20] “Los ilergetes estaban al oriente de los vascones. Ptolomeo le da todo el territorio que hay desde el Pyreneo hacia Huesca, inclusive dicha ciudad, y bajando hasta Fraga y Lérida…; Maca pone por capital de los ilergetes a Lérida, declarando ser esta la que Livio llama Atanagia” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 233, a pie de pág. 199).

[21] Dos Calagurris: Nassica, hoy Calahorra, ciudad del obispado y Fibularia, hoy Loharre, en Huesca.

[22] En nota, Isaac Casaubon dice que “es falso que muriese de enfermedad, porque nadie ignora que a Sertorio le cortaron la cabeza los suyos estando bebiendo” (CASAUBON, Isaac, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, op. cit., nota núm. 235, a pie de pág. 200).

[23] “Pompeiopolis, Pompelon o Pompilos, ciudad de la España Tarraconense en los vascones. Hoy, Pamplona, capital del reino de Navarra…” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 240, a pie de pág. 202).

[24] “Habitantes de la antigua Cerdania, que corresponde hoy día al territorio de Puigcerdá y condado de Urgel, en el principado de Cataluña…” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 242, a pie de pág. 203).

[25] “Ciudad de la España Tarraconense en el país de los arévacos, junto a los pelendones de Celtiberia, que fue muy célebre por su vigorosa resistencia contra la republica romana, padeciendo durante catorce años un duro asedio y una guerra violenta” (LÓPEZ, Juan, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, op. cit., nota núm. 243, a pie de pág. 204).

[26] “Flórez la coloca media legua al oriente de Logroño, donde hasta hoy muestra un pequeño pueblo las ruinas del antiguo y conserva el nombre sin más alteración que una letra, pues se intitula Varea” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 245, a pie de pág. 205).

[27] Para Casaubon, “acaso serán los várdulos. En Ptolomeo parecen los bárdulos. Plinio IV, c. 22 confunde los túrdulos con los bárdulos, y lo sigue, como también Tapori, nombre según creo de otra nación, no sobrenombre de los túrdulos, como quieren algunos hombres doctos. Los bargusios de Polybio no sé si pertenecen aquí. Véase Estéfano” (CASAUBON, Isaac, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 246, a pie de pág. 206).

[28] “El país de los dittanos no se encuentra en ningún escritor. Pueden ser los edetanos o los Thitti de Polybio, como trae la Martiniere en su Diccionario Geográfico” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 247, a pie de pág. 206).

[29] Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., págs. 197 a 207.

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El desenlace del proyecto del cubo de la Alhóndiga fue una de las claves que explica mi dimisión. Lo había dicho en reiteradas ocasiones, dentro del partido. Insistía en su importancia para dinamizar el área metropolitana de Bilbao y no comprendía los innumerables obstáculos del ejecutivo autónomo. Mucho menos podía justificar la ineficacia de la cúpula del PNV para hacer efectivo un compromiso electoral de esta envergadura. En la ejecutiva decían que estaban de acuerdo con la idea, pero no conseguíamos los permisos para iniciar las obras. Josu Bergara, a la sazón secretario de la ejecutiva del partido (EBB del EAJ-PNV), intentaba hacer de puente entre el Ayuntamiento y Vitoria. Le teníamos plenamente informado de todo. Acudió con nosotros a casa del arquitecto Francisco Javier Sáez de Oiza en Madrid, a conocer de primera mano el trazado, la maqueta y detalles del diseño antes que se diera a conocer a la opinión pública. Todos, ejecutiva y gobierno, tuvieron la oportunidad de dar su opinión, aportar sugerencias, cambios, modificaciones. Nada dijeron. Se mostraron satisfechos de lo que vieron en Madrid.

Bergara fue testigo directo, actor él mismo en ocasiones, y sujeto paciente, del incalificable comportamiento de los representantes del Gobierno vasco, responsables de Cultura y Presidencia.

Se convirtió en un auténtico calvario.

Ya en el comienzo, desde la cúpula del partido, habían hecho unas desafortunadas declaraciones, en plena campaña electoral, allá por marzo de 1987, cuando dijeron que:

«eso de hacer un centro cultural en la Alhóndiga no es más que una manifestación hecha por Gorordo a un periodista a las ocho de la mañana, tras pasar una mala noche».

Por lo visto, no gustaba mucho la idea dentro de la dirección del PNV. Tuve que soportar la injusta paradoja de que algunos de los que más se habían significado en la escisión política por sus coqueteos con EA, y más habían dudado de seguir en el PNV, fueran los principales opositores al cubo de la Alhóndiga. Personas concretas de Cultura, con nombres y apellidos, a las que nadie nunca les abrió ningún expediente.

Utilizaron todos los procedimientos a su alcance para boicotear el proyecto; y al final lo consiguieron.

Resultó especialmente lamentable la intervención de la cúpula del PNV en el proceso. Por algunas de sus acciones y, sobre todo, por las omisiones. Empezaron, ya en la campaña, con la impertinente declaración que antes he comentado. Su calculada y limitadísima actuación, su inhibición, en definitiva, fue decisiva para el desenlace final. Sabían perfectamente que en el departamento de Cultura y en la presidencia del Gobierno vasco se oponían. Pero hicieron muy pocos esfuerzos para que se arreglara la situación. Su única y tardía aportación, como luego veremos, parece más bien dirigida a salvar su propia responsabilidad que a resolver el conflicto.

Nunca entendí sus planteamientos huidizos para con Jorge Oteiza. Les llamé varias veces invitándoles a un encuentro con el escultor para que trataran de reconciliarse y aprovecharan su prestigio y su fuerza creadora para inyectar nueva savia en la política cultural, al tiempo que podían ofrecerle un desagravio por el incalificable comportamiento hacia su persona con la campaña del busto de «Sabino Arana», que Oteiza ofreció desinteresadamente para que se pudiera hacer una Fundación en la casa donde nació el fundador y promotor del nacionalismo vasco. Nunca le explicaron nada de la recaudación de fondos de la misma, ni de la marcha del proyecto.

Oteiza se consideraba utilizado y recusado al mismo tiempo. Por ello, ante mi oferta de colaboración abierta, sin condiciones, no lo dudó un momento y acabó ilusionadísimo. Sería la culminación de todo lo que a lo largo del tiempo había propuesto al Gobierno vasco. Recordaba su oferta al Gobierno de Aguirre y la repitió a la Administración surgida tras las primeras elecciones de l977: la creación de un Instituto Internacional de Investigaciones Estéticas Aplicadas. Primero lo había pensado instalar en el edificio de Sabin Etxea. Le rechazaron sin explicaciones. Y lo repitió de nuevo para el Centro Cultural de la Alhóndiga. Por ello se sentía satisfecho.

Sospecho que tenían mala conciencia de que no nos apoyaban lo suficiente, porque un buen día, con el proyecto en peligro de no prosperar por las sucesivas maniobras del Gobierno vasco, la dirección del PNV me envió un mensaje diciendo que se ofrecían a organizar una reunión con un arquitecto de la Junta de Patrimonio (organismo supuestamente técnico en manos del Gobierno vasco), que se oponía a la intervención en la Alhóndiga. No sabíamos si la querían hacer a espaldas del Gobierno vasco, del lehendakari y de Cultura o si contaban con su beneplácito.

Era un sábado por la mañana. Me encontraba en Madrid en casa de Paco Sáez de Oiza, junto a Jorge Oteiza. Debatimos la cuestión. ¿Qué pintaba en aquella circunstancia la cúpula del PNV mediando en un conflicto del que ellos eran los causantes directos, por no apoyarlo en los momentos clave anteriores?

Oteiza no quería acudir. Nos hizo un análisis preciso, estratégico, de la situación y sostenía que no teníamos que negociar nada con nadie. Acceder a ello era una muestra de debilidad por nuestra parte. Sáez de Oiza y yo, aunque con dudas y vacilaciones, optamos por lo más pragmático, opinando que había que acudir a la reunión, que había que intentarlo.

En este ambiente se celebró esa importante reunión, -que no trascendió a los medios de comunicación-, entre miembros de la dirección del PNV, en concreto su presidente Javier Arzalluz, su secretario Josu Bergara y Mitxel Unzueta, que acudieron junto a uno de los arquitectos de la Junta de Patrimonio que más se oponía al proyecto. Por nuestra parte, Sáez de Oiza, Jon Intxtaustegui y yo mismo, en calidad de alcalde de Bilbao.

La reunión sería muy tensa. Quedamos en que la íbamos a grabar, lo que denota el grado de desconfianza. Acudíamos a la cita después de haber soportado una intensa campaña en contra. Tanto por parte de un grupo de arquitectos y ciertos colectivos, como por el Gobierno vasco. No podía comprender, ni aceptar, la actitud aparentemente neutral que estaba tomando el PNV puesto que el asunto les afectaba e involucraba, al ser un compromiso electoral, el más sobresaliente, conocido e importante. Se estaban lavando las manos, permitiendo al Gobierno una oposición frontal al plan y, encima, querían aparecer ahora como mediadores. Era el colmo.

Reproduzco aquí la transcripción literal de la parte de la reunión en defensa de nuestro proyecto. El arquitecto Sáez de Oiza estuvo brillante en su intervención. Fue, con mucho, lo mejor de una reunión de triste recuerdo. De lo que dijo entresaco las partes más significativas:

– «Yo no sé qué voy a exponer. Es muy difícil, muy polémico y muy violento. Yo soy tan violento como Oteiza; hasta ahora no he tenido la pureza esa que tiene Jorge de actuar, que me permite hacer obra que a él casi se le niega por su manera, dijéramos, personal, de ir contra sí mismo…la defensa de una situación casi visionaria, utópica de la realidad que es inalcanzable y por tanto siempre es hermosa. Yo me implico más con obras que hago y por tanto confieso que no soy tan puro ni tan perfecto, ni tan …».

Con esta introducción, Oiza justificaba nuestra presencia allí. Dejaba clara nuestra voluntad de consenso y pragmatismo y, en cierta manera, respondía a Oteiza que ese mismo día por la mañana había defendido en Madrid que no teníamos que ir a la reunión, que sería una trampa. Como antes he comentado, decidimos acudir porque queríamos que se hiciese el proyecto y estábamos dispuestos a aceptar nuevas condiciones.

– «Y en este orden de cosas yo diría, de entrada, le voy a decir, de entrada, violenta: yo, es que cuando le guste a la Junta, no lo voy a hacer. Eso lo veo evidente, lo veo evidente y el día que a Chueca le guste -que no sé si Chueca aparece en todo esto- es que ese día no lo hago para nada. Es decir, tengo mi sentido de la responsabilidad y del prestigio y de lo que es la buena arquitectura que se merece un pueblo, como el pueblo vasco, y entonces no estoy dispuesto a hacer aquello que a otros les guste cuando a mí me parece que no es posible, ni viable, ni factible, ni humanamente realizable».

COMENTARIO. Si de verdad querían resolver el litigio, tenían que haber suspendido la reunión en ese momento y apoyar el proyecto, así de sencillo. Si Paco Oiza era quien era, con todo su prestigio, sus concursos ganados, sus premios, etc., ¿quiénes eran ellos para dar el capricho a un amigo suyo, que aún no ha puesto encima de la mesa nada comparable a la obra de Oiza?

No es fácil imaginarse qué estarían pensando, mientras Oiza hacía unas manifestaciones tan contundentes.

– «Me han dicho que agrede», dijo, con cierto aire de ofendido, » y yo no sé a qué agrede…»

– «He preparado unas notas…». Empezó hablando de la torre Eiffel. Luego pasó a temas de fondo. «En la cuestión de la restauración en que hay mucho que hablar, tengo claro que hay que preservar el legado del pasado, pero hay que hacer posible también la visión del futuro y la transformación de Bilbao desde la alameda ésa que hay al otro lado de la ría hasta lo que es el Bilbao actual. La Alhóndiga es un edificio menor, de segunda clase, que se podría derruir olímpicamente; yo estaría dispuesto. Ustedes me dicen: oiga, ¿usted firmaría tirarla? Cuando quieran se lo firmo. Oteiza, por supuesto, a lo mejor Moneo también y muchísimos arquitectos».

– COMENTARIO. Había puesto el dedo en la llaga. Un edificio, que, ni es el mejor de Bilbao, ni el mejor de Bastida. Que se puede tirar, a juicio de muchos arquitectos y artistas, que el cubo respetaba sus fachadas y, aun así, teníamos que ver cómo otros estaban intentando cargarse la idea misma.

– «Pero si la memoria del pueblo vasco y las gentes de Bilbao, lo tienen tan arraigado…»  –lo que no estaba nada claro, a juzgar por la encuesta mencionada, pues sólo eran un 20% de los bilbaínos los que se oponían al proyecto-.  «…Si esto es así, se puede aceptar, yo lo acepto, que se preserve parte de ese material, sobre todo, porque en la memoria de Bilbao tiene un cierto peso. Pues perfecto, se puede salvar. Ahora, lo que se puede hacer en la Alhóndiga, pensando en el amor que tengo al pueblo vasco, es algo esplendoroso, y esplendoroso es mirar al futuro y ver lo que puede ser Bilbao dentro de unos pocos años a partir de un gobierno como hay ahora, más nacionalista, más vasco, más propio».

– «¿Qué podemos hacer?. ¿Qué es salvar la Alhóndiga?». Bueno, pues salvar la Alhóndiga es destruirla, o sea, salvarla con sentido de futuro es destruirla y montar sobre ese solar esplendoroso, que no tienen vecinos, que se puede fácilmente limpiar, montar un centro cívico, si se quiere, para la ciudad. Un centro cívico impresionante. Para eso no hay que usar muchas piedras de la Alhóndiga, que tiene muy pocas por cierto, pues casi todo es revoco y ladrillo, o sea que tampoco tiene materiales muy nobles que salvar…  Pretender, como dice algún miembro de la Junta, salvar 3 crujías ó 5; además para colocar como un patio de manzana en el interior para ventilar un poco…  Pero, ¡si este edificio no tiene interior! Si esto no hay quien lo suscriba, que este interior de columnas, cada 4,5 metros ó 5, todas degradadas, sin resistencia física. ¡Si no tiene interior! Y el exterior es discutible…»

– «Mi punto de vista es clarísimo. O sea, que no se trata de un caso de difícil actuación, sino fácil. Se podría limpiar, como está el solar de Santiago Apóstol, convocar un concurso internacional y decir: ¿Qué se merece el pueblo vasco ahora, si quiere construir un centro cultural, que sea más que un hipermercado, que un centro comercial, que un lugar de éstos dijéramos, de economía dineraria, que tenga más un fundamento cultural? Muy fácil, pues muy fácil, mirar poco al pasado…».

En ese momento Oiza pasa revista al pasado y al concepto de transformación de las ciudades:

– «..Los planos tienen que llevar fecha. El Bilbao de hoy no es el de ayer. Paseando por la historia, uno descubre que la ciudad es un objeto en continua transformación y hay casos singulares como Venecia que son esplendorosos, pero que son verdaderas momias, verdaderos cadáveres. Como ha dicho algún autor, Venecia es de las pocas ciudades que no tienen futuro, porque su futuro es su presente, que también es su pasado».

Continuó hablando del Partenón, Brunelleschi, Paladio, Hernán Ruiz el joven, el Obradoiro de Santiago de Compostela…

– «De manera que siguiendo esta alegación, diría ¿qué tengo que hacer con este material que se me entrega para seguir adelante, proyectarme sobre el futuro y entregar a Bilbao una arquitectura que yo mismo no sabría hacerla si no hubiese tenido la Alhóndiga?.  Pero, a lo mejor, la Alhóndiga, como le pasó a Paladio, puede morir en la batalla. La Alhóndiga sólo me permite a mí ser mejor para hacer una solución vasca esplendorosa como no pueden tener los de París».

– COMENTARIO. Alguno podría pensar que Oiza se estaba poniendo a la altura de los mejores. Es cierto. Pero lo que no cabe ninguna duda es que su prestigio, sus obras y sus reconocimientos y premios le sitúan en un nivel muy alto.

– «Porque todos estos hechos son históricos, es decir, oiga, la Alhóndiga puede morir, pero, desde luego, no morirá si ha sido la causa de que se genere ese paso trascendental en la arquitectura vasca, que ha permitido hacer una plaza cubierta en los días malos, cerrada, con un diedro, especie de frontón simbólico, sobre el que desarrolla un museo, un centro de investigaciones estéticas. Pero ya le digo mi punto de vista en las alegaciones. Yo quiero ser tan histórico como los arqueólogos, pero no sólo arqueólogo, porque terminan su misión preservando los edificios, y la función de la ciudad no es preservar los edificios que tiene. Uno de sus parámetros es la conservación de los edificios que tiene y, otro, es mirar hacia el futuro, ver sus políticos, sus gobernantes y saber a dónde va ese pueblo, porque ese pueblo no puede estar donde estaba, camina como todos los pueblos de la tierra. Entonces mi misión es decir:  recibo la Alhóndiga, me planteo el problema y sé que tiene que morir gran parte. Oteiza, y tiene razón, yo les digo, tiene razón, está molesto conmigo, porque conservamos tres fachadas, no debiéramos conservar ninguna. Él, con mucha más sabiduría dice: sólo hay que conservar como reliquia tres fragmentos de la fachada en un determinado sitio».

– COMENTARIO. A esta altura de su intervención, que nadie se atrevía a interrumpir, se veía claro que se estaba dirigiendo al partido que gobernaba en Euskadi, con apoyaturas contundentes. Y estaba hablando desde su autoridad que, en el mundo de la arquitectura, no es pequeña. ¡Qué poco se imaginaba Oiza, en esos momentos, el ínfimo impacto que causaría en la cúpula del PNV!

Oiza continuaba:

– «Claro que la misión de un conservador es conservar. Pero una ciudad, usted que es un político de altura, que gobierna las ciudades desde todos los ángulos, pues dirá: tengo que oír al conservador para ver cómo se debe conservar lo que se debe conservar de aquí, y tengo que mirar al hombre del futuro, al visionario, cuando me dice cómo va a ser Euskadi dentro de 20 años, no vaya a ser que nos quedemos atrás y otros pueblos mucho menos dotados, estén por delante de nosotros. En nombre de la Historia, tomaré el material del pasado, un mercado de vinos de Bastida, para por sugestión de la ciudad, hacer una propuesta de un Centro Cultural vivo, en un punto neurálgico como es éste. Porque el Centro Cultural no se puede colocar en otros sitios, sino en lugar céntrico, para montar algo que sea fundamentalmente plaza y cubierta».

– «No hay más solución que la que hemos propuesto, es decir, utilizar este material del pasado para proyectar sobre él, el futuro. Si no tuviéramos este material, posiblemente no sabíamos ni lo que hacer».

Continuó con algún comentario sobre la pirámide del Louvre, o el «Arco de la Defensa«; y, por último, mencionó la gran habilidad política de Mitterrand con todo lo que está haciendo; y pasó a referirse al arquitecto de la Junta Asesora, allí presente:

«Vosotros, gran parte de la Comisión, estoy seguro que sois gente que estáis cumpliendo una función muy agradable y muy interesante de preservar el pasado, pero, ¡no os paséis!, porque no se vive sobre el Madrid de los Austrias, ni se vive sobre una ciudad medieval. Se vive hoy y lo que pasa es que si vivimos hoy tenemos que tener amor a nuestros padres y antepasados y conservar y preservar esos castillos, esas villas, esos recintos maravillosos que tiene el País Vasco, pero, no solamente preservándolo, conservamos lo que es el pueblo vasco. Es como navegar. Navegar es conocer las estrellas, es decir, tener puntos fijos, sin puntos fijos a los que anclarte no puedes proyectarte hacia más adelante».

Aquí terminó su turno. El arquitecto de la Junta quiso decir algo, a lo que Oiza replicó que no merecía la pena porque no se iban a entender. Y él lo que pedía era una decisión política, como yo había hecho, al principio de la reunión:

– «Les pedimos a los políticos que busquen personas que enriquezcan la Comisión y que sean menos preservadoras y más abiertas a un futuro esplendoroso para esta hermosa ciudad».

Aún volvió a emplazar a la dirección del PNV cuando dijo:

– «Pero yo sé, yo sé, le digo la verdad, que cuando digan: Esto, adelante, el País Vasco va para adelante».

– «Nada más. Hay que saltarse a la Comisión. Habrá que saltársela».

Los políticos no pudieron rebatir ninguno de los argumentos. No así el arquitecto de la Junta, que tuvo que acabar en el insulto, calificando el proyecto de disparate, olvidándose en aquél momento del tono de moderación, de la supuesta buena voluntad que decían que tenían. Y como vieron que se estaba desenmascarando, el representante del PNV terció en la conversación:

«Esta reunión que hemos hecho, para ver si llegamos a algún punto que, después, allí pudiéramos… No lo hemos conseguido, no lo hemos conseguido».

Oiza, replicó inmediatamente:

«Sí, yo estoy convencido de que está convencido. Ustedes se merecen este proyecto y ustedes deben salvarlo».

Los representantes políticos habían empezado a eludir sus responsabilidades, desde el preciso momento en que Oiza les atribuyó la capacidad para decidir. Ya no quisieron saber nada y siguieron con evasivas. Se escabullían. Cuando les interesa, aplican la filosofía de «esperar y ver«, para apuntarse a cualquiera de las situaciones futuras. Así, ocurra lo que ocurra, ellos no han tomado partido previamente, no han apostado, no se han desgastado.

Paco Oiza no se daba por vencido y en los últimos minutos de la reunión seguía aún esperanzado. Añadió, dirigiéndose directamente al presidente del PNV:

– «Sí, sí, se hace, se debe hacer. Voy a hacer la Alhóndiga porque creo que es usted inteligente y sabe medir lo que hay de verdad en una postura, que es muy defendible, y en la otra mía y al final dirá: pues algo de razón tiene Oiza, hay que mirar para adelante».

La última intervención de Oiza no dejaba lugar a dudas acerca de la responsabilidad que, en la toma de la decisión, atribuía a los políticos. Afirmó, dirigiéndose al arquitecto:

– «Tenemos posturas encontradas, pero para eso están estos señores, los políticos, por encima de nosotros, y ellos son los que tienen que resolver. Habrá que buscar una comisión especial, un segundo informe que resuelva, un asesoramiento de un extranjero o simplemente decir: esto se para, se hace un concurso internacional y se resuelve. Cualquier camino es bueno, menos el empecinarse y decir que hay que salvar la Alhóndiga. Seriamente, honestamente, no deberíamos salvarla. Eso lo digo de verdad y alguna vez se me ha escapado. Cuando he venido por aquí y la he visto, me digo a mí mismo: esto se podría tirar todo. El edificio ese que hay enfrente, ese garaje, –el garaje del RAG– vale más, desde el punto de vista de la arquitectura».

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Me ha parecido imprescindible recoger el contenido de la intervención del arquitecto en la reunión, transcrita literalmente, para que el lector pueda llegar a entender el proceso posterior, así como formarse una idea cabal de los responsables de que el proyecto no se haya hecho.

No quisieron volver a saber nada de la Alhóndiga. Su conciencia quedaba tranquila y lo demás, a lo que saliese. Y así salió. Pero tengo que decir que, en esta inhibición, está la clave de los conflictos posteriores. Ellos se creían con derecho a no intervenir, ni apoyar, sin importarles que no pudiésemos sacar adelante el gran proyecto, que tan brillantemente había defendido Oiza en esta ocasión.

Ahora, que lo estoy recordando, siento orgullo de haber elegido a ese tándem Oteiza-Oiza, escultor-arquitecto tan potente, luchador, eternamente joven, con el apoyo del bilbaíno y también arquitecto Daniel Fullaondo, y haberles dado la máxima libertad de creación, en mi condición de alcalde de Bilbao.

Fue una experiencia maravillosa y la memoria del Cubo de la Alhóndiga persiste en los hombres y mujeres no sólo de Bilbao, sino del País Vasco y otros lugares.

De izquierda a derecha, Jon Intxaustegi, Jorge Oteiza, Francisco Sáez de Oiza, José María Gorordo y Juan Daniel Fullaondo

Maqueta del proyecto del «Cubo de la Alhóndiga» diseñada por el escultor Jorge Oteiza y el arquitecto Francisco Sáez de Oiza y su equipo. Se aprecia que las fachadas del viejo edificio se respetaban.

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Acabo de asistir a un curso de verano en Astorga, organizado por la Universidad de León, sobre «La escritura visigótica en los reinos hispánicos occidentales. Año V: los documentos (siglos XI-XII)». Durante una de las conferencias, Gregoria Cavero Domínguez, catedrática de Historia Medieval de dicha Universidad y vicepresidenta de la Sociedad Española de Estudios Medievales (SEEM), nos presentó un mapa de las ciudades del norte peninsular en los siglos XII y XIII en el que no figuraba ni una sola vizcaína.

Intervine en ese momento sorprendido ante lo que veíamos reflejado en el mapa, dado que en los siglos XII y XIII el señor de Bizkaia ya había fundado las villas de Bermeo (1236), Plentzia (1236-1299), Lanestosa (1287), o Balmaseda, fundada por el señor de Bortedo, y Orduña, que figura como tal en el siglo IX. El hecho de que fuera el señor de Bizkaia quien fundara las villas vizcaínas y no ningún conde ni rey de León, Asturias, Castilla (como fue el caso de Alfonso VIII para las villas de Gipuzkoa a partir de 1200) o Navarra, supone que en los manuales de Historia medieval ajenos a nuestra tierra no conste nada o pocos datos o referencias a Bizkaia.

De hecho, lo que hoy llamamos «Bizkaia», no aparece en los documentos escritos hasta finales del siglo IX, en la Crónica de Alfonso III (866-910), en la que aparece el siguiente párrafo:

«… Alaba namque Bizkai, Alaone et Urdunia á suis incolis reperiuntur semper esse possessae, sicut Pampilona, Degius est atque Berroza…».

Con anterioridad, se documentan tribus o grupos de población como autrigones (zona occidental de Bizkaia, parte de Burgos…), caristios (Bizkaia nuclear o centro del actual territorio, Álava…), várdulos (algo de Bizkaia oriental, Gipuzkoa, Álava-Araba…), vascones (Nafarroa-Navarra, salida al mar por Ondarribia…), que habitaban en territorio del País Vasco o Euskal Herria, algunos en parte del territorio que hoy se define como «Bizkaia», sin que sepamos fehacientemente los límites geográficos concretos de cada una de esas tribus.

A partir del siglo V, no aparecen en los documentos las referencias a autrigones, caristios y várdulos, sin que sepamos qué fue de ellos hasta que en el siglo IX se documenta por primera vez el nombre de «Bizkai» tal y como figura en la frase citada, aunque se desconoce el territorio exacto al que se refería…

La escasez de documentación relativa a nuestra Bizkaia es alarmante, lo que impide que podamos relatar la auténtica Historia de nuestro territorio…

Ante mi crítica al mapa que se nos estaba ofreciendo en el curso, la profesora se dirigió a mí y me inquirió:

  • ¿Y cuáles eran los monasterios vizcaínos?
  • «Ninguno», tuve que responder.

Bizkaia pertenecía principalmente a la diócesis de Calahorra, aunque la parte occidental estaba sujeta a Valpuesta, Gipuzkoa, a Pamplona… ¿Y monasterios? Ninguno…

He aquí una de las causas más decisivas del poco conocimiento de nuestra Historia. En los monasterios habitaban los presbíteros, clérigos, monjes y abades que, junto con los obispos y la incipiente estructura eclesiástica, eran los detentadores de la cultura escrita, principalmente en latín, y eran los que escribían en pergaminos los decretos o privilegios (reales y condales), las compraventas, donaciones y permutas… que hoy son los documentos que, una vez revisados críticamente para justificar su autenticidad, han servido de base fundamental para la reconstrucción de la Historia del norte peninsular, especialmente la medieval, a partir de las épocas tardoantigua, cristiana, visigótica, musulmana…

Ese mismo día por la tarde, estuvimos en el impresionante Archivo de la Catedral de León, acompañados de los profesores José Antonio Fernández Flórez, Marta Herrero y Encarnación Martín, que nos mostraron documentos originales de los siglos VIII, IX, X, XI… explicándonos el valor de tal documentación para conocer la Historia…, documentación proveniente en su inmensa mayoría de los numerosos monasterios que se crearon en los siglos posteriores al proceso de cristianización: en León, Braga, Astorga, Oviedo, Sahagún… etc., etc.

¿Y dónde están los documentos vizcaínos de esos tiempos?

Lamentablemente tenemos que dar la razón a la profesora Cavero cuando cuestionaba:

¿y dónde están los monasterios vizcaínos?

Llevo varios años dedicado a la Historia de Bizkaia en el contexto del País Vasco, Euskal Herria, y he presentado y defendido dos extensas tesis doctorales en las Universidades de Valladolid (2017) y Oviedo (2023), Bizkaia en la Edad Media: origen y naturaleza jurídico-constitucional de los derechos históricos, y Las iglesias de patrimonio privado en la Edad Media en Bizkaia: conflictos entre los poderes civil y eclesiástico, porque quiero continuar la labor que en su día dedicaron Labayru, Novia Salcedo, Sagarminaga, Lerín, Marichalar y Manrique, Mañaricua, Manterola, y muchos otros, al estudio de nuestra Historia más cercana, la de Bizkaia, la del País Vasco, depurando mitos y leyendas, tratando en todo momento de encontrar nuevas informaciones que nos permitan conocer un poco más nuestro pasado y aportar con rigor nuevos datos, nuevos puntos de vista…

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El principal objetivo de esta tesis doctoral es examinar la génesis y desarrollo de las estructuras eclesiásticas en Bizkaia en la Edad Media, en especial, el sistema histórico-jurídico de las iglesias propias en el siglo XI y las causas por las que se produjo una intensa conflictividad entre los señores y magnates vizcaínos por su control a lo largo de varios siglos.

Para alcanzar esa meta, la tesis comienza con un profundo y amplio análisis de las investigaciones que nos han precedido, así como un minucioso estudio no solo de la documentación medieval escrita (en pergamino, papel o epigráfica) relacionada con la temática de la tesis, sino también de la elaborada por los historiadores de época moderna, que tuvieron acceso a algunos documentos que han desaparecido. Igualmente, se han utilizado fuentes de información arqueológica en aquellos apartados de la investigación para los que no existe información escrita.

Gracias a esta metodología, esta tesis aporta una nueva visión sobre el proceso de cristianización del territorio de Bizkaia y la formación de las primeras estructuras eclesiásticas a partir del siglo XI, que, en el caso vizcaíno, se centró en el papel de los poderes laicos para la erección de las iglesias propias, la conflictividad con la diócesis de Calahorra y los conflictos entre los propios señores laicos por el control de las estructuras eclesiásticas —fuentes seguras de rentas y de poder—  y, al mismo tiempo, de estos con las villas, en un largo proceso que no se cerró hasta principios del siglo XVII.

En el siglo XII, el señorío de Bizkaia que se reunía en las Juntas Generales de Gernika, se extendía desde el valle del Deba (incluía a territorios como Placencia de las Armas/Soraluze, Bergara, Elgoibar, Eibar, etc.,) al valle del Nervión, mientras que las Encartaciones y el Duranguesado tenían sus propias instituciones (Juntas en Abellaneda y Gerediaga, respectivamente), hasta la abolición foral de 1876.

Tras la recuperación y unificación en unas únicas Juntas Generales de Bizkaia en 1979, estas han institucionalizado los tres lugares, Gernika, Abellaneda y Gerediaga, como los espacios históricos y sedes parlamentarias de dicha institución.

En la foto, la sede actual reformada de las Juntas de Gerediaga. Las reuniones las presidía, desde la piedra central que se ve a la izquierda en la fotografía, el merino o teniente corregidor, que representaba al señor de Bizkaia. Los doce fieles o mandatarios se situaban en círculo, a su alrededor, sentados cada uno en la piedra que representaba a su anteiglesia, como se aprecia en la foto.

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