El ex lehendakari Ardanza se parapetó en lo que él denominaba “competencia técnica” para impedir, con su posición directa, que pudiéramos hacer nuestro proyecto, el cubo de la Alhóndiga.
Está claro que lo logró.
Además de la reunión con los máximos dirigentes del PNV, expresada en el capítulo anterior, que terminó en un rotundo fracaso, intenté pedir el apoyo directo al entonces lehendakari Ardanza, solicitándole una reunión para discutir y encauzar todos los temas pendientes de Bilbao. Entre ellos, y como uno de los fundamentales, la solicitud del permiso administrativo para poner en marcha las obras de la Alhóndiga.
Ardanza no había querido que la reunión se celebrara. A mi petición, por escrito, contestó con una carta que dejaba clara su postura.
Por esos días, yo había estado «preparando el terreno» para la cita. Concretamente, el 28 de febrero de 1990, declaré a los medios de comunicación que iba a «pedir ayuda» al lehendakari.
– «El alcalde de Bilbao está dispuesto a llegar hasta el lehendakari para defender uno de sus proyectos más apreciados de su legislatura: el cubo de la Alhóndiga. La decisión del departamento de Cultura de paralizar por segunda vez las obras del futuro Centro Cultural de la Villa, no le ha hecho desistir. La Dirección del Patrimonio Histórico-artístico mantiene su criterio de no conceder autorización, al resolver que sigue alterando gravemente el carácter monumental del edificio«.
– «Al fin y al cabo la Junta Asesora -asegura Gorordo- son sólo personas y la Corporación Municipal es representante máximo de la soberanía de los bilbainos y bilbainas. El Centro Cultural es una propuesta de futuro, fundamental para que Bilbao se convierta en una ciudad moderna, abierta, al igual que otras europeas. Además esta oposición me parece normal y previsible. Siempre ha ocurrido lo mismo cuando se ha querido hacer algo innovador. Pero ha sido aprobado por el Pleno de la Corporación el pasado 29 de diciembre… «.
La polémica había salpicado a otros sectores de la sociedad.
Un colectivo de 200 intelectuales, profesionales y artistas firmaron por aquellas fechas, un comunicado a favor de la Alhóndiga. En él rebatían la argumentación de la Junta Asesora del Patrimonio afirmando que,
– «en nuestra opinión no existe agresión para con el actual edificio, ya que se mantienen casi en su totalidad las crujías perimetrales con sus fachadas. Hay quien, en vez de agresión hablaría de ampliación, o de restauración o de ambas cosas a la vez. Hablaría en definitiva de conseguir dar una nueva vida a un edificio muerto a través de unos nuevos usos».
– «¿Se agrede al paciente cuando se le trasplanta un corazón?».
Los portavoces del Gobierno vasco, justificaban su rechazo diciendo que «habían actuado con un doble respaldo: el legal y el político«. Estas afirmaciones a los medios de comunicación, ponían en entredicho la supuesta ayuda del partido.
También por esos días un periódico publicó un artículo que titulaba con la expresiva frase:
«Gorordo se queda solo«
manifestando que había perdido el apoyo del PNV. En estas circunstancias, la reunión con el lehendakari tenía un interés especial.
Dije muchas veces, que por el Centro Cultural «no me importaría inmolarme si, como parecía, lo boicoteaban». Muchos del partido, a quiénes anticipé mi propósito de dimitir, no me lo creyeron. Supondrían, quizás que, por encima de todo, valoraría más mi carrera política, a la que no renunciaría, según ellos, por un traspiés de esta naturaleza.
A pesar de todas las circunstancias, tenía que aprovechar la oportunidad. Sabía que la reunión era difícil, pues el lehendakari no tenía una especial simpatía hacia Bilbao, a juzgar por la experiencia de 3 años, en que yo no había tenido ni una sola ocasión de despachar con él, a fondo, lejos del protocolo y de los actos oficiales. Quizás sea demasiado fácil analizar, así de sencillo, unos hechos. Alguien me podría decir que, yo en su lugar, hubiese actuado de la misma manera. Creo que no. El lehendakari debe tener tiempo para hablar, conversar, dialogar, con el alcalde de la primera ciudad del País Vasco.
Ardanza no me había dado, en 3 años, ninguna oportunidad. Ahora se presentaba una, a la desesperada, tras hablar con la dirección, de dimisión. Iba a aprovecharla.
En efecto, el 27 de febrero, le había remitido la siguiente carta:
– «Querido lehendakari y alderdikide» .
Supongo que no le gustaría el comienzo. Le llamaba «alderdikide«, esto es, compañero de partido. Con ello le quería transmitir, desde el inicio, que estaba en juego un programa de partido que también le obligaba a él.
– «Conoces que el Ayuntamiento de Bilbao que presido ha aprobado recientemente la construcción de un gran Centro Cultural para la Villa, dando luz verde al proyecto de Sáez de Oiza, Oteiza y Fullaondo. Permíteme a través de la presente, señalarte que dicho acuerdo fue tomado con los votos de los concejales del PNV, del PSOE, 2 de EE y 1 independiente. Es decir, 19 votos de un total de 24 emitidos».
Era importante remarcar que no se trataba de ningún capricho, que el apoyo político era plural, de fuerte mayoría, superior a la que respaldaba al propio Ardanza.
– «En este proyecto está involucrada activamente la Diputación Foral de Bizkaia, que se ocupará de la Biblioteca prevista y que ha presupuestado las correspondientes cantidades. También, como sabes, participan las consejerías de Cultura y de Educación del Gobierno que presides, para el desarrollo del Museo de Arte Contemporáneo y del Conservatorio de Música, respectivamente. Es, por lo tanto, importante para Bilbao, Bizkaia y, lógicamente, para Euskadi entera. Conoces que el proyecto de la Alhóndiga fue un compromiso público que adquirimos como partido nacionalista vasco con los bilbainos y bilbainas en las elecciones municipales de 1987, y que llevamos 3 años trabajando activamente en el mismo».
Y en esos 3 años Ardanza había estado plenamente informado de todos los pasos dados y no dados, a través de la consejería de Cultura, a cuyos máximos responsables habíamos explicado todos los detalles, incluso en reuniones privadas en casa del arquitecto Sáez de Oiza, como hemos comentado ya.
– «Conoces que el proyecto despierta opiniones favorables y desfavorables, lo que es algo normal en una obra de estas características. La Junta Asesora del Patrimonio acaba de volver a denegarnos el permiso del vaciado, ratificándose en su opinión, lo que no dejaba de ser previsible, ya que se trata del mismo órgano y de las mismas personas que lo analizaron el pasado año».
-«Dada la importancia del proyecto para Bilbao y por lo tanto para Euskadi entera, y dada la importancia del equipo redactor del mismo, así como el compromiso público que adquirimos, por medio de la presente, te ruego y solicito, como lehendakari que eres y primera autoridad de la Comunidad Autónoma, que tengas a bien recibirme junto con el equipo redactor del proyecto para que podamos tener la oportunidad de hablar contigo y transmitirte nuestros criterios al respecto».
Ardanza respondió el 1 de marzo, con una carta en la que, entre otras cosas, señalaba:
– «No pretendo entrar a juzgar la validez del proyecto en cuestión, toda vez que existe para ello un organismo competente que ya se ha pronunciado«. «En este país se halla establecida por ley una concreta distribución de responsabilidades y, en lo que nos ocupa, el departamento de Cultura ha cumplido con la suya en el ejercicio de sus atribuciones. Sobre este asunto tendríamos muy poco que avanzar en nuestra entrevista».
El conjunto de la carta era inaceptable. Él era el responsable máximo de los obstáculos que nos estaban poniendo para el inicio de la obra. Josu Bergara nos había puesto al corriente de los esfuerzos que desde el partido se estaba haciendo para que aceptaran el proyecto.
Había contestado con otra carta a Oteiza, dando por zanjado el tema. No quería recibir ni a Oteiza ni a Oiza. ¡Parecía increíble!. Por lo visto yo tenía, no sólo que aceptar su arbitraria decisión, sino, además, callarme. No lo podía entender. Pensaba:
«¿En qué ha quedado la tan prometida mediación e intervención de la dirección del partido, si Ardanza me está diciendo, de manera contundente, seca, casi autoritaria, que me olvide de la Alhóndiga?».
Este es otro de los misterios, y clave de mi posterior dimisión. Para que no quedara ninguna duda de su opinión, hizo pública su carta, que apareció en los medios de comunicación el 6 de Marzo, un día antes del encuentro.
Por mi parte, haciendo de tripas corazón, respondí a su carta, en los siguientes términos, el 2 de marzo:
– «Ayer recibí tu carta en respuesta a mi solicitud de entrevista para tratar del tema de la Alhóndiga, acompañado por el equipo redactor del proyecto, de cuyo contenido tomo nota y te agradezco la celeridad de la respuesta.
– También quiero decirte que, por otra parte, valoro muy positivamente tus manifestaciones textuales referentes a «articular la necesaria colaboración interinstitucional para alcanzar el objetivo común de encontrar soluciones adecuadas a las justas demandas que plantea el pueblo de Bilbao, incluídas las del área cultural».
– En virtud de lo señalado en los párrafos anteriores y para hablar de todo ello, en las próximas semanas te solicitaré nueva petición de entrevista al efecto. Hasta tanto recibe un cordial saludo de tu compañero de partido y alcalde de Bilbao».
Se puede imaginar mi estado de ánimo, viendo como el lehendakari del Gobierno vasco me echaba un jarro de agua fría contradiciendo, por otra parte, las promesas de solución al conflicto por parte del responsable del partido, Bergara. El lehendakari respaldaba una actuación de su Gobierno contraria a los intereses de Bilbao y a los del PNV en la Villa.
LA REUNION EN AJURIA ENEA
Durante la larga reunión, de cerca de 4 horas, le fui desgranando las cuestiones. Ardanza, parecía receptivo. Y digo «parecía«, a juzgar por su actuación posterior, de la más absoluta inhibición. Tras varios puntos de tanteo, abordamos la cuestión de la Alhóndiga, que él había querido rehuir, como lo expresaba en su carta, pero a la que dedicamos una gran parte del tiempo de la reunión.
Me confesó que no se oponía a la construcción del edificio, que la denegación del permiso se basaba en razones técnicas de una Junta Asesora en el ejercicio de unas competencias.
Le respondí que no veía tan clara esa actitud, sobre todo, teniendo en cuenta que nuestra aspiración era muy importante para Bilbao y para el propio partido; que habiendo sido, junto con el parque de Echevarria, nuestra principal promesa electoral en las municipales de 1987, estaba así, tres años más tarde, siendo él la primera autoridad del país.
Le hice ver que su Junta Asesora, nombrada a dedo por su Gobierno, estaba frenando el proyecto basándose en argumentos cuando menos muy discutibles, por ser subjetivos.
Le recordé, porque él ya lo sabía, que me había opuesto al Decreto sobre Cajas de Ahorros, en el que recortaron la presencia en el Consejo a las Entidades Fundadoras. Pero se nos había impuesto la disciplina de partido, que la acatamos, aunque fuera una cuestión que no afectaba a los principios ideológicos ni estaba recogida en los compromisos electorales, al contrario que en este caso, que el Centro Cultural de la Alhóndiga sí figuraba en el programa.
Le dije, asimismo, que Cultura inició el expediente de calificación del edificio después de que se aprobara el proyecto por el Ayuntamiento, lo cual decía muy poco de la buena voluntad del Gobierno.
No obstante, me mostré realista y le dije que no nos quedaba más remedio que aceptar la decisión de su gobierno, aunque no la compartiéramos.
Le pedí, que si él no se oponía, como me estaba diciendo, y como la razón del «no» era, según me decía, estrictamente técnica, me diera una oportunidad para que hablara con la Junta Asesora y conociera directamente cuáles serían las condiciones técnicas que consideraban imprescindibles para dar luz verde.
No dió la impresión de parecerle mal y dijo:
– «Entiendo. Tú lo que quieres es que si no puedes lograr el 100%, por lo menos quieres alcanzar el 60 ó el 70%».
No tuve más remedio que asentir, puesto que la capacidad de decidir estaba en su lado, aún cuando no estaba de acuerdo con lo que estaba ocurriendo, porque era absurdo que en una cuestión estética, como ésta, se impusiera un criterio tan estrecho.
Le dejé en su mesa de trabajo undocumento, que me había servido de base para la entrevista. Por lo que se refiere a la Alhóndiga, se decía:
8.- Alhóndiga. Período de reflexión. No recurso. Reconocimiento de los errores cometidos por todas las partes. Tomarnos un breve tiempo -1 ó 2 meses-, con inicio de contactos técnicos entre ambas administraciones, Gobierno vasco y Ayuntamiento, que desbloquee la situación del proyecto y se empiece a avanzar.
Terminamos la reunión y repetí mi petición más perentoria.
«Pido tu apoyo para poder ejecutar alguno de los 22 proyectos que te acabo de presentar, con una ayuda adicional para Bilbao y lograr el permiso de vaciado de la Alhóndiga…
En relación con la Alhóndiga, nosotros hablaríamos con los técnicos de Patrimonio y trataríamos de acomodarnos a sus exigencias, ya que, por su parte, decía el lehendakari, «no había nada en contra«. De las otras cuestiones, trataría con los departamentos correspondientes para ver lo que se podía hacer.
Al hilo de esta situación, me preguntaba qué clase de gestiones habían hecho en el partido, desde enero de l988 hasta ese 7 de marzo de l990, ya que no habían conseguido para Bilbao ninguno de los 4 grandes proyectos, ya citados: Alhóndiga, saneamiento financiero, cubrición de las vías de ferrocarril y habilitación del parque de Echevarria. Parecía que Ardanza estaba oyendo todo ello por primera vez, lo cual era desesperante…
Señaló, eso sí, que dar dinero de manera directa a un ayuntamiento, aunque fuese el de Bilbao, era muy complicado. Le repliqué que había fórmulas para financiar lo que les proponíamos: financiación de algunas de las peticiones -gas, agua-; compra de activos municipales, etc. Había fórmulas. Hacía falta voluntad para ayudarnos.
¿Era mucho pedir por parte del alcalde de una villa maltratada en el franquismo, golpeada en los 12 años de democracia, por la crisis económica, por el cierre de fábricas como Echevarria y Euskalduna, por la falta de interés y apoyopolítico en 12 años de poder?.
Tras la reunión, hice unas declaraciones de autocrítica, reconociendo que por nuestra parte se habían cometido errores y que en el futuro las cosas las íbamos a llevar por el camino de la colaboración.
ARGUMENTOS PARA LA PETICION DE APOYO
Desde luego, los argumentos expuestos hasta aquí, los habíamos planteado de una u otra manera, dentro del partido, por cauces internos. Como hemos visto en la entrada anterior.
El 10 de Marzo apareció en un medio de comunicación una «carta al director» de J. R. Insunza, -leí con posterioridad algunos artículos suyos que me parecen acertados- que se identificaba con nuestras posiciones. Decía así:
– «Si alguien necesita apoyo en este momento es nuestro alcalde, el señor Gorordo. Si alguien ha defendido con entereza a nuestro Bilbao, anteponiéndolo a cualquier cálculo personal de promoción política en saludable contraste con este piélago de ataques, medias palabras, silencios que no vinculan, ese es el señor Gorordo.
– Y hete aquí que cuando llega el momento, tras el dinero y largo tiempo invertido, de la realización de un proyecto, el de la Alhóndiga, surge a modo de colofón la prohibición de nuestro Gobierno vasco que ciertamente se ha distinguido por su parquedad ante las necesidades perentorias de la Villa en estos diez largos años. Y todo por una cuestión de estética, tema intrínsecamente opinable, si los hay. Nos han impartido una lección en esta disciplina, tanto al profesional y al artista autores del diseño como a nuestro Ayuntamiento democráticamente constituido.
– Sin embargo, si algo es salvable de la Alhóndiga es su recuerdo y no hay más; ni su arquitectura ni su factura aportan aval alguno de entidad. Y el recuerdo se perpetúa íntegro en el proyecto.
– Para colmo, los socialistas que apoyaron su construcción se desligan de su compromiso en esta hora triste, para mayor orfandad. Quizá, buscando una justificación a tal comportamiento, hayan considerado que es el momento de pasar cierta factura. Da lo mismo».
Me pareció una bellísima carta de defensa que además, en lo que se refería a la cuestión de fondo, daba en la diana.
Aún hoy es el día en que no he recibido ninguna contestación a los asuntos presentados al lehendakari del Gobierno vasco. Ni al permiso de la Alhóndiga, ni a ninguno de los demás planes que, al 7 de Marzo de 1990, habíamos valorado en 270.000 millones de pesetas.
El documento que le entregué, había sido previamente aprobado por el Pleno, por unanimidad, lo que le daba una especial significación, en lo que tiene de consenso de todas las fuerzas políticas en el inventario de necesidades y sus prioridades que no podía ser ignorado por el máximo responsable político de la Comunidad Autónoma vasca.
(Extraido del libro «La política de otra manera»)
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