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Archive for the ‘Libros’ Category

VECUNIENSES HOC MUNIERUNT

El historiador Henao dedica un capítulo de sus Averiguaciones a inscripciones romanas que se hallaron en el territorio que él denomina Cantabria, que incluía Vascongadas, en concreto a la actual Bizkaia. En un párrafo dice que

“… en el camino de Bilbao a Gatica, en el distrito de Axpolueta, al pie de una gran peña, por la parte que cae al camino, hay unas letras de antigüedad romana…; el rótulo epigráfico dice en latín:

«Vecunienses hoc munierunt

Henao trata de ubicar el lugar diciendo que

“si de la igualdad de nombre hemos de valernos, serían los de Begoña, nombre de la 36 anteiglesia …”, cercana a Bilbao; añade que a pesar de estar muy distante del distrito de Axpolueta, sin embargo, subraya que “oí a algunos que Begoña se extendía antiguamente hasta Sondika”, con lo que, de ser cierta la conjetura, “la antigüedad de los begoñeses aún en tiempos de romanos” estaría documentada», concluye.

A partir de estos textos, destacados autores han ido incluyendo la referencia a Vecunia y los vecunienses, con distintas opiniones: desde Iturriza, que considera que “Vecunia” está en la anteiglesia de Lujua (Loiu), hasta Hübner, que consideró sospechosa la autenticidad de la epigrafía.

El año 2003, Miguel Unzueta y Fernando Fernández publicaron en la revista Bidebarrieta un trabajo titulado “Vecunienses hoc munierunt”, que traducen como “los vecunienses construyeron esto”.

En su estudio sostienen que “con toda probabilidad existió una entidad básica de poblamiento, que, a partir de un grupo gentilicio prerromano, del que al menos toma la denominación, se consolidó en época romana, probablemente como una civitas denominada Vecunia.

Y de los tres tipos de asentamiento:

  1. Si fuera el de poblados indígenas de estructura castreña [yacimientos de Berreaga, en Munguía-Zamudio, Kosnoaga (Gernika) o Arrola (Navarniz)], Vecunia podría localizarse en el castro de Berreaga, por ser el más próximo e importante;
  2. Si se trata de un poblado romano de nueva planta, se decantan por la zona de Bilbao La Vieja, preexistente a la fundación de la villa, y
  3. Si se tratara de poblado de media ladera (tipo los yacimientos de Finaga o Momoitio), sería factible localizarlo en el entorno de Begoña, aunque hasta 2003, “no ha aparecido ningún resto prehistórico ni romano”. Consideran que el epígrafe de Axpolueta (Lujua) es auténtico, y dejan abierta la posibilidad de que “Vecunia esté esperándonos oculta en cualquiera de los lugares posibles citados (Berreaga, Malmasín, Bilbao La Vieja, Begoña…)”.

Estos son algunos antecedentes bibliográficos de una inscripción epigráfica sobre un pueblo o tribu denominado «vecunienses».

Desde el año 2003 se ha avanzado en la investigación y hoy conocemos que la Diputación Foral de Bizkaia por medio de su Departamento de Cultura, junto con el Obispado de Bilbao van a iniciar una investigación arqueológica, el proyecto Begoña/Vecunia que descubra nuevos datos e informaciones, dado que la opción de Begoña ha sido identificada con la histórica «Vecunia«.

Curiosamente, el obispado de Bilbao, creado hace tan solo 75 años, fue fundado con el nombre de Obispado de Flaviobriga, siendo Flaviobriga una colonia romana de tiempos de los Flavios, concretamente en la época del emperador Vespasiano. Al parecer, las autoridades eclesiásticas de 1949 y no solo ellas, puesto que entre otros el que fuera alcalde de Bilbao e historiador Gregorio de Balparda, también, creyeron erróneamente que Flaviobriga estuvo en Bilbao, aunque en la actualidad se identifica pacíficamente con Castro Urdiales.


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Poema XV. Sautrela (B. Etxepare)

1. Heuskara da kanpora eta goazen oro danzara

2. O heuskara, lauda ezak Garaziko herria,

zeren hantik ukhen baituk behar duian thornuia.

Lehenago hi baitinzan lengoajetan azkena,

orai, aldiz, izanen iz orotako lehena.

6. Heuskaldunak mundum orotan preziatu ziraden,

bana haien lengoajiaz berze oro burlatzen,

zeren ezein eskripturan erideiten ezpaitzen,

Orai dute ikhasiren nola gauza hona zen.

10. Heuskaldun den gizon orok altxa beza buruia,

ezi huien lengoajia izanen da floria.

Prinze eta jaun handiek orok haren galdia,

eskribatuz hal balute ikhasteko desira.

14. Desir hura konplitu du Garaziko naturak

eta haren adiskide orai Bordelen denak.

Lehen inprimizalia heuskararen hura da;

basko oro obligatu jagoitikoz hargana.

18. Etai lelori bai lelo zarai leloa,

Heuskara da kanpora eta goazen oro danzara.

(DEBILE PRINCIPIUM MELIOR FORTUNA

SEQUATUR)

¡Hasiera xume honek duela fortuna hobea!

VERSIÓN EN CASTELLANO DE PATXI ALTUNA (PUBLICACIÓN DE EUSKALTZAINDIA)

XV. SALTAREI

1. Ya que el euskara ha salido, vayamos todos a bailar.

2. ¡Oh euskara, ensalza el país de Garazi!

pues has recibido de allí el rango que mereces.

Si antes fuiste la última entre las lenguas,

ahora en cambio vas a ser la primera de todas.

6. Los vascos eran apreciados en todas partes,

pero todos los demás se mofaban de su lengua,

porque no se hallaba impresa en escrito alguno.

Ahora van a comprender qué hermosa era.

10. Todo hombre vasco levante la cabeza,

pue su lengua va a ser la flor y nata.

Príncipes y grandes señores preguntan por ella,

deseosos de estudiarla en texto escrito, si pudiesen.

14. Tal deseo lo ha colmado un hijo de Garazi

y un amigo suyo, residente ahora en Burdeos.

Él es el primer impresor de la lengua vasca.

Desde ahora todos los vascos tienen una deuda con él.

18. Y tirorirorí, tirorirorá. ¡Más tararí, más tarará!

Vamos todos a bailar, que el euskara sale a la calle.

(QUE ESTE MODESTO PRINCIPIO TENGA FELIZ CONTINUACIÓN)

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Contrapas (poema XIV de B. Etxepare).

Heuskara, jalgi adi kanpora.

Garaziko herria

benedika dadila,

heuskarari eman dio

behar duien thornnia.

Heuskara, jalgi adi plazara.

Berze jendek uste zuten

ezin eskriba zaiteien;

orai dute phorogatu

enganatu zirela.

Heuskara, jalgi adi mundura.

Lengoajetan ohi inzan

estimatze gutitan;

orai aldiz hik behar duk

ohoria orotan.

Heuskara, habil mundu guztira.

Berzeak oro izan dira

bere goihen gradora;

orai hura iganen da

berze ororen gainera.

Heuskara.

Baskoak orok preziatzen,

heuskara ez jakin harren,

orok ikhasiren dute

orai zer den heuskara.

Heuskara.

Oraidano egon bahiz

inprimitu bagerik,

hi engoitik ebiliren

mundu guzietatik.

Heuskara.

Ezein ere lengoajerik

ez franzesa ez berzerik

orai ezta erideiten

heuskararen parerik.

Heuskara, jalgi adi dantzara

VERSIÓN EN CASTELLANO DE PATXI ALTUNA (libro publicado por EUSKALTZAINDIA)

¡Euskara, sal fuera!

El país de Garazi

¡bendito sea!

Él ha dado a la lengua vasca

el rango que le corresponde

¡Euskara, sal a la plaza!

Las demás gentes creían

que no se podía escribir en ella.

Ahora han constatado que estaban engañadas.

¡Euskara, sal al mundo!

Entre las gentes gozabas

de poca reputación;

pero ahora vas a tener

gran honor entre todas.

¡Euskara, camina por todo el mundo!

Todas las demás han alcanzado

su grado máximo;

ahora ella va a remontar

por encima de todas.

¡Euskara!

Todos apreciaban a los vascos

aun sin conocer su lengua,

ahora todos comprenderán

lo que es el euskara.

¡Euskara!

Si hasta ahora has permanecido

sin ser impresa,

desde hoy caminarás por todo el mundo.

¡Euskara!

Ninguna lengua

ni la francesa ni otra

resulta actualmente

comparable a la vasca.

¡Euskara, sal a bailar!

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Estrabón nació en Amasya (estado helenístico de Ponto, al noroeste de la península de Anatolia, actual Turquía) en el año 64-63 a.C. Su Geografía, escrita en griego, ha sido objeto de varios códices y ediciones en castellano a lo largo del tiempo[1]. La obra consiste en diecisiete libros que incluyen, además de información geográfica, datos históricos y etnográficos. El libro tercero es un tratado sobre la península ibérica, en el que se incluyen las referencias al «grupo vasco de población» que estamos comentando.

Estrabón recorrió gran parte de las regiones de Italia, el Lazio, Alejandría; viajó desde el Mar Negro hasta Abisinia, de norte a sur, y desde Armenia hasta Córcega y Cerdeña, pero nunca estuvo en los países occidentales, Galia, Britania e Iberia, ni, por tanto, en el País Vasco, ámbito central de nuestra investigación, por lo que sus textos sobre este conjunto de estos territorios que no visitó están basados en escritores anteriores, principalmente en Posidonio, geógrafo y etnógrafo, el autor más utilizado por Estrabón, que sí visitó la Galia e Iberia hacia el año 90 a.C., y también en Artemidoro o en Timágenes. En este sentido, el arqueólogo e historiador alemán Schulten (1870-1960) manifiesta que “los detalles que nos ofrece sobre las costumbres salvajes de los cántabros los oyó personalmente en Roma”[2].

En la descripción geográfica del norte peninsular, Estrabón expone las costumbres de un conjunto de pueblos a los que denomina “montañeses”, o “tribus de la sierra[3]. Tras una extensa observación etnográfica común al conjunto de pueblos[4], concluye:

“esta es la vida de los montañeses, que ocupan el lado septentrional de Iberia: la de los gallegos, astures[5] y cántabros, hasta los vascones[6] y el Pyreneo, puesto que todos viven de la misma manera. Me sabe mal citar otros muchos nombres, cuando quisiera evitar el tedio de su desagradable escritura (por lo extraño de su forma) ya que a nadie puede gustar oír hablar de pletauros[7], bardyetas y allotrigas y otros nombres aún peores y más ininteligibles”[8].

En este párrafo se ve cómo, para Estrabón, los pueblos más reconocibles en el norte peninsular son los montañeses o serranos que, dada la redacción literal, con la conjunción copulativa “y”, se trata de un conjunto de pueblos con connotaciones comunes, los “gallegos, astures, cántabros hasta los vascones y el Pyreneo”. Sigue una enumeración de oeste a este, aunque no deslinda cada pueblo, con sus límites y fronteras, lo que trataremos de aclarar posteriormente.

El contenido de la descripción de Estrabón de las costumbres que se acaba de mencionar está tomado “de Posidonio, que era un gran etnógrafo”, matiza Schulten[9].

Obsérvese desde ahora que tras los cántabros menciona a los vascones, lo que no significa que en medio de ambos no haya otros pueblos, pues en el siguiente párrafo reconoce explícitamente que existían en ese territorio del septentrión “otros pueblos”, que no quiere citar porque tienen una desagradable escritura; no obstante, nombra tres de ellos: “pletauros”, “bardyetas” y “allotrigas”.

El erudito y filólogo Isaac Casaubon (1559-1614) , en sus «notas a Estrabón», identifica los “allotrigas” con los “autrigones[10]. El geógrafo Juan López, que tradujo en 1787 la obra de Estrabón, dice en una nota que los “bardyetas” son un pueblo sobre el Ebro, cerca de la actual Calahorra[11].

Schulten recoge una idea comentada por el historiador alemán en otros trabajos anteriores, que reproduzco aquí en un texto cuyo tenor literal es el siguiente:

“los vascones están en la región de Pamplona y son los abuelos de los vascos de hoy”, pues, “habiendo tenido su sede en Pamplona más tarde se extendieron hasta la costa del Océano”[12].

Y para ampliar esta idea, en la que habla de “vascones” a los que considera ser los “abuelos” de los “vascos de hoy”, nos remite a su estudio “Las referencias antiguas sobre los vascos[13], idea muy controvertida sobre la que ya me he referido en otros trabajos. De hecho, esta cita de Schulten está en el centro del debate historiográfico sobre lo que se denomina la “vasconización tardía de los vascongados”.

En los comentarios que figuran más adelante, Schulten explica que:

“los bardyetes”, que aparecen citados en Plutarco y Estrabón, “corresponden al latino vard-uli”, que “parece ser forma ibérica con el sufijo libio-ibérico –ulus.

Los várdulos estaban en el país del sur de San Sebastián, al oeste de los vascones, al este de los carietes.

Los “allotrigas son los autrigones, que están al este de los cántabros, al oeste de los carietes”. Y aclara que “Allo-“ se encuentra también en “allo-broges” y es de raíz céltica”[14].

Estrabón continúa con el relato de las características que considera forman parte de la personalidad “bárbara”, común a todos esos pueblos, “pues todos viven de la misma manera”, asevera. Y manifiesta que “es propia en ellos la inhumanidad y fiereza de costumbres, no solo en la guerra, sino también en paz, porque habitan apartados entre sí; por mar y tierra son largos los caminos para llegar a donde están, y de aquí resultó que, careciendo de comercio, perdieron la sociedad y trato”, aunque la presencia de los romanos les ha reconvertido y mejorado. Y Sigue su comentario:

“Hoy día son menos defectuosos por la paz y venida de los romanos; a donde estos no fueron quedó la gente más importuna y bárbara, cuyo vicio no es extraño crezca con velocidad cuando a muchos se les junta la incomodidad de los lugares y montes que poseen. Pero como ya he dicho, todas las guerras se extinguieron. César Augusto sujetó a los cántabros y sus pueblos vecinos que principalmente ejercían latrocinios y maldades; y aquellos que antes destruyeron a los romanos toman ahora las armas en su defensa como los coníacos y los que moran junto al origen del río Ibero, exceptuando los habitantes de la ciudad de Tuisi. El sucesor Tiberio, poniendo en estos lugares tres cohortes, que Augusto había destinado, no solo los apaciguó sino que los civilizó a muchos de ellos”[15].

“Resta explicar aquella costa marítima de España que hay desde las Columnas hasta el Pirineo, y todo lo mediterráneo que hay en aquella parte…”[16].

Dedica varias páginas al relato de la costa y más adelante, por lo que aquí interesa, al referirse a la nación de los jacetanos[17], dice:

“… esta, comenzando al pie del Pyreneo, se dilata en los campos, y toca los lugares vecinos a Ilerda[18] e Ileosca[19], que son de la región de los ilergetes[20], no lejos del Ibero. En estas ciudades acabó Sertorio su última guerra, en Calagurri[21], ciudad de los vascones, en la costa alrededor de Tarraco, en Dianio, de que ya hablamos, y después echado de Celtiberia, murió de enfermedad[22]. Poco después, cerca de Ilerda fueron vencidos por César Afranio y Petreyo, generales de Pompeyo…; desde Tarraco por los montes dichos hasta los últimos vascones que habitan el océano, cerca de Pompelon[23] e Idanusa, ciudades situadas en el mismo mar, hay un camino de 2400 estadios, que acaba en los límites de Aquitania y España. En los jaccetanos hizo guerra Sertorio contra Pompeyo, y después su hijo Sexto Pompeyo contra los enviados de Cesar. Sobre Jaccetania hacia el septentrión habitan los vascones, en los cuales está la ciudad de Pompelon, como si dijeras de Pompeyo. El lado del Pyreneo hacia España es rico de árboles, tiene bosques de todo género, siempre verdes; pero al lado de Galia carece de todo. Hay en el medio valles oportunos para habitarse. Estos por la mayor parte los tienen los cerretanos[24], nación española. Se componen entre ellos exquisitos perniles, tan buenos como los cantábricos, y de esto sacan mucho provecho. Subido, pues, Idubeda, al instante se ve Celtiberia, región ancha y desigual. La mayor parte es áspera y bañada de ríos; pues por esta corren el Guadiana y Tajo, y después otros que habiendo nacido en este sitio de España van al mar occidental. De estos, el río Duero riega a Numancia[25] y Seguncia. El Betis que nace en Oróspeda, corre por Oretania a la Bética. Desde los celtíberos hacia el septentrión están los berones, vecinos de los cántabros coniscos, los mismos que visten al modo de Galia. Su ciudad es Varia[26], situada en el tránsito del Ibero; están contiguos a los bardietas, que ahora se llaman bardyalos[27]. En el lado occidental viven los astures, galaicos, verones y carpetanos. Hacia el mediodía los oretanos, y todos los bastetanos y dittanos[28], que habitan el Oróspeda. Al oriente está el Idúbeda, y de los celtíberos divididos en cuatro partes moran allí los más útiles, y al mediodía los arévacos, casi unidos a los carpetanos, y a las bocas del Tajo…”[29].

En este largo texto menciona de manera poco clara varios «grupos de población», entre los cuales, por lo que a nosotros interesa, vuelve a citar a los «vascones» y a los «bardietas o bardyalos«, sin que podamos obtener una explicación clara de los límites geográficos de cada una de estas tribus.

En sucesivos capítulos continuaré con más fuentes literarias antiguas que irán aclarando lo que cada pueblo de lo que hoy es el territorio País Vasco o Euskal Herria era en la antigüedad. Para ello haré referencia a Ptolomeo, Plinio el Viejo y otros historiadores antiguos.


[1] Los diecisiete libros manuscritos de la obra de Estrabón dieron lugar a numerosas ediciones. Una de ellas que he manejado es el Libro tercero de la Geografía, que comprehende un Tratado sobre la España Antigua, hecha por don Juan López (Madrid, 1765-1825), geógrafo y cartógrafo, miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla y de las Sociedades Vascongada y de Asturias, que no está hecha sobre el original griego, sino traducida del latín sobre la traducción latina de Casaubon, editado por la viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, Madrid, 1787. En el “Prólogo”, el traductor explica que Isaac Casaubon (Ginebra, 1559, Londres, 1614), erudito y filólogo, editó la obra del geógrafo en 1587 en una primera ocasión y en 1596; lo corrigió posteriormente siendo publicada la corregida en París en 1620, seis años después de su muerte; Juan López reconoce que “solo he tenido presente la edición de Casaubon, y cuando hubo algún pasaje difícil procuré entender el original griego, de cuya lengua he adquirido bastantes ideas, aunque no suficientes para traducir obra tan vasta”; la edición incluye la “Introducción” de Teodoro Jansonio de Almeloven, correspondiente a la edición de Amsterdam de 1707, y los testimonios hechos por diversos eruditos sobre la obra de Estrabón; al pie de esta edición de Juan López figuran las notas de Casaubon junto con otras del propio traductor.

He manejado asimismo la edición de Adolf Schulten (Elberfeld, 1870-Erlangen, 1960), titulada Estrabón, Geografía de Iberia, edición, traducción y comentario por Adolfo Schulten, en Fontes Hispaniae Antiquae, fascículo VI, librería Bosch, Barcelona, 1952, que, según el historiador alemán “da el texto griego según los mejores códices y con aparato crítico y mi traducción es lo más verbal posible; el comentario es científico e indaga especialmente las fuentes de Estrabón”.

A lo largo del trabajo incluyo textos literales de la edición de Juan López, añadiendo notas de Casaubon, de Schulten y de Juan López, que expliquen o aclaren los textos de Estrabón.

El Libro Tercero contiene la descripción de España. Empieza desde el “Promontorium Sacrum” (cabo San Vicente, situado en el extremo sudoeste de Portugal, considerado por Estrabón como el punto más occidental no solo de Europa sino de toda la tierra habitada, del ecúmene o mundo conocido): describe primero la Bética y todo lo contenido entre este promontorio y las Columnas [Gibraltar de un lado, Ceuta o monte Musa del otro], exponiendo lo abundante de estas regiones en todo, especialmente en metales. Después trata de la Lusitania, de las costumbres de sus habitantes; después explica la Tarraconense, las costumbres y vida de sus gentes y todo lo restante de España, que se extiende desde las Columnas hasta los montes Pirineos. Finalmente describe las islas adyacentes a España.

Para conocer la biografía y las fuentes utilizadas por Estrabón en su Geografía, así como una extensa bibliografía, véase CHURRUCA ARELLANO, Juan de, “Fuentes de la Geografía de Estrabón”, Iura Vasconiae, 5/2008, págs. 269 a 340.

[2] Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN. A., 1952, op. cit., pág. 2.

[3] Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de JUAN LÓPEZ, op. cit., pág. 154 y sigs.; “tribus de la sierra” o “serranos” es la denominación que emplea Schulten (Estrabón, Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 106 y 213).

[4] “Los montañeses, en dos estaciones del año se alimentaban con bellota de encina; la molían después de seca y con la harina amasaban panes; por eso a su tiempo hacían el repuesto necesario. También gastan (beben) cerveza: usan poco vino y cuando lo hay se consume pronto en convites con los parientes. La manteca de leche que llaman bútyro o “butyron” (palabra al parecer escítica) suplía las veces del aceite. Cenan sentados y tienen a este fin asientos construidos junto a la pared. Los primeros lugares se ceden a los mayores en edad y gobierno. La cena se lleva alrededor de todos. En medio de la bebida danzan al son de la flauta y guían el baile con trompeta, saltando unas veces; y otras se hincan de rodillas bajando el cuerpo recto. Lo mismo hacen en Bastetania las mujeres, teniéndose una a otra de la mano. Usan todos de vestido negro, se rebozan en capotes y duermen sobre camas de la misma hierba. Se sirven de vasos de cera como los celtas y las mujeres tienen vestidos de flores. En lugar de dinero pagan con cambios o dan un pedazo de lámina de plata. Precipitan los condenados a muerte desde unos peñascos, apedrean a los parricidas, sacándolos junto a ríos fuera de sus límites. Contraen matrimonios (con una mujer sola) al modo de los griegos. Exponen los enfermos en los caminos según costumbre antigua de los egipcios para que den remedio los que experimentaron la misma enfermedad. Se valieron de embarcaciones de cuero por las inundaciones, pantanos y lagunas hasta el tiempo de Bruto: ahora se sirven de algunas canoas o troncos de árboles excavados. Tienen sal purpúrea, pero se vuelve blanca al machacarla” (Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., págs. 154 a 157; Estrabón, Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 106 y 107).

Schulten amplía los comentarios sobre estas costumbres en su edición: dice que las “tribus salvajes de la costa norte”, se distinguían de las de los lusitanos”; añade que “el beber solo agua pareció a Estrabón cosa bárbara, prefiriendo los pueblos clásicos el vino; el beber solo agua, como costumbre ibérica se menciona por Filarco hacia el año 200 a.C.,…; dormir en el suelo, sin cama, parecía bárbaro, pero también en los pueblos clásicos había tal costumbre, entre la gente pobre, como todavía hoy entre los países del sur…; por las comidas se ve que las tribus del norte tenían como animales domésticos sobre todo cabras…; sacrificar gran cantidad de animales u hombres de una vez, lo que aquí se llama hecatombe, con palabra griega, es costumbre también entre los cimbros germanos…; durante ocho meses vivían de bellotas, no bastando el trigo para más de cuatro meses, como es natural, en un país de sierras…; el uso de la cerveza contradice lo dicho antes, que eran bebedores de agua.., parece que la cerveza les llegó por los celtíberos que la consumían mucho…; el comer sentados llamaba la atención, comiendo los griegos y romanos clásicos echados en el triclinium (diván de tres plazas) y los galos echados en el suelo…; la distribución de los asientos según la graduación social era conocido también de los romanos, en cuyos triclinios los asientos correspondían al grado social de los comensales…; el baile era la gran pasión ya de los iberos, la costumbre descrita de bailar saltando existe todavía hoy en la sardana catalana; la danza de los bastetanos, tribu del sureste, en la cual toman parte mujeres y hombres dándose las manos, se ve pintada en uno de los magníficos vasos de Liria…; ; usan vasos de madera como los celtas…; la costumbre de poner los enfermos junto a los caminos, para que puedan consultar con los transeúntes no es de los egipcios como dice Estrabón, sino de los asirios, según Herodoto…” (Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 213 a 218).

[5] “Ástoures o ástyres, los astures. Ocupaban una extensión mucho mayor que la actual provincia de Asturias. Por la costa se extendía desde el Navia (al oeste) hasta el Sella (al este). Por el interior, hasta más abajo de Astorga (Asturica Augusta), llegando en algún punto al Duero. La cordillera cantábrica dividíala en dos: la Asturia Transmontana, al norte de las sierras, y la Asturia Augustana, al sur. En esta última estaban las ciudades principales: Asturica Augusta, Lancia (cerca de León), Legio VII (León, con restos romanos importantes). Los textos antiguos dicen que los astures se llamaban así de un río, Astura, que parece ser el actual Esla” (CERRADA GARCÍA, José, autor de Tiresio el Termestino, editorial Tregolam, 2018, y titular del blog, https://tiresiotermestino.blog/wp-content/uploads/2018/02/geografia-de-estrabon-libro-iii.pdf, en el que figura el texto transcrito, nota núm. 177, pág. 72).

[6] En nota a pie de página, Juan López explica que “los vascones” son “pueblos de la España Tarraconense. Según los límites de Ptolomeo se extendían entre parte del océano Cantábrico y parte de los Pirineos; confinaban al oriente con el país de los suesitanos; al mediodía con el río Ibero y al occidente con el país de los várdulos. Plinio los pone junto a los cerretanos. Habitaron la Navarra, y cuando pasaron a la Galia para establecerse recibieron el nombre de gascones” (Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., nota núm. 178 a pie de págs. 157 y 158).

[7] “Los pleútauroi son los mismos plentouísoi que cita en el párrafo siguiente como habitantes hacia las fuentes del Ebro. Los bardyétai son los vardulli. Estrabón los llama luego (nota 262), más correctamente, como bardoúloi. Ocupaban gran parte de las provincias de Guipúzcoa y Álava. Los allótriges son los autrigones, gentes que residían al oeste de Álava y Vizcaya, y al este de Santander; por el sur, hasta cerca de Burgos” (https://tiresiotermestino.blog/wp-content/uploads/2018/02/geografia-de-estrabon-libro-iii.pdf, nota núm. 197, págs. 76 y 77). Schulten dice que “los pleutauroi sólo se mencionan aquí” (Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., pág. 218).

[8] Estrabón, Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 106 y 107; Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., págs. 157 y 158. En una versión en latín que aporta Larramendi se transcribe el siguiente texto: “Hic est montanis vivendi ritus quem commemoravi, eis, inquam, qui Boreale Hispaniae latus terminans, Callaicis, Asturibus, Cantabris, usque ad Vascones, & Pyrenem, cunctis enim eadem est vivendi formula. Vereor autem explicandis abundare nominibus, ne injucunda reddatur ipsa descriptio, nisi cuiquam voluptatis loco fiat, cum ad aures perveniant Pletauri, Bardietae, Allotriges, caeterique deformioris appellationis homines…Verum jam, ut dixi, omnia bella sunt sublata, nam Cantabros, qui maxime hodie latrocinia exercent, ijsque vicinos Caesar Augustus subegit… ut Coniaci, & qui ad fontes Iberi amnis accolunt, exceptis Tuisiis… E Regione autem Septentrionis Berones Celtiberis proximi, & Cantabris Coniscis habitant, & Bardietis, qui nunc Bardiali vocantur… His autem (nempe Callaicis) aspectantes ad Septentrionem montes propinqui sunt cum Asturibus, & Cantabris. Per Astures sane defluit Melsus amnis, paulomque remotum est oppidum Noega. Propem autem est Oceani refusio, Astures a Cantabris separans. De hinc montium sunt radices, usque ad Pyrenem” (LARRAMENDI, Manuel, Discurso Histórico sobre la antigua famosa Cantabria (cuestión decidida: si las antiguas provincias de Bizcaya, Guipúzcoa y Alaba estuvieron comprendidas en la Antigua Cantabria), por Juan de Zúñiga, Madrid, 1736, nota (a) a pie de pág. 81).

[9] Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., pág. 219.

[10] “Los alotrigas, como supone Casaubon, son lo mismo que los autrigones; estos habitaban parte de la España Tarraconense, y según el padre Briet era hacia la provincia de Álava y Señorío de Vizcaya” (LÓPEZ, Juan, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, que comprehende un Tratado sobre la España Antigua, op. cit., nota núm. 180, a pie de pág. 158).

[11]Bardyetas o barduitas, que también los llama Estrabón bardyalos, son una antigua provincia de España sobre el Ebro, junto a los berones. Habitaban toda la parte septentrional de las montañas, no lejos del paraje donde se halla al presente Calahorra” (LÓPEZ, Juan, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, op. cit., nota núm. 179 a pie de pág. 158).

[12] Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., pág. 218.

[13] La remisión que hace es a “Las referencias sobre los vascones hasta el año 810 después de J.C.”, Revista Internacional de Estudios Vascos, RIEV, 1927, 18-2, texto sobre el que volveremos en próximos capítulos pues, como se ha dicho, están en el centro de esta investigación.

[14] Estrabón. Geografía de Iberia, edición de SCHULTEN, A., op. cit., págs. 218 y 219.

[15] Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., págs. 159 a 163.

[16] Libro tercero de la Geografía, de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., pág. 163.

[17] “Según Marca, a los jacetanos les correspondía el territorio que hay entre Solsona, Manresa y Cervera” (LÓPEZ, Juan, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, que comprehende un Tratado sobre la España Antigua, op. cit., nota núm. 230, a pie de págs. 197 y 198).

[18] Lérida.

[19] Huesca.

[20] “Los ilergetes estaban al oriente de los vascones. Ptolomeo le da todo el territorio que hay desde el Pyreneo hacia Huesca, inclusive dicha ciudad, y bajando hasta Fraga y Lérida…; Maca pone por capital de los ilergetes a Lérida, declarando ser esta la que Livio llama Atanagia” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 233, a pie de pág. 199).

[21] Dos Calagurris: Nassica, hoy Calahorra, ciudad del obispado y Fibularia, hoy Loharre, en Huesca.

[22] En nota, Isaac Casaubon dice que “es falso que muriese de enfermedad, porque nadie ignora que a Sertorio le cortaron la cabeza los suyos estando bebiendo” (CASAUBON, Isaac, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, op. cit., nota núm. 235, a pie de pág. 200).

[23] “Pompeiopolis, Pompelon o Pompilos, ciudad de la España Tarraconense en los vascones. Hoy, Pamplona, capital del reino de Navarra…” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 240, a pie de pág. 202).

[24] “Habitantes de la antigua Cerdania, que corresponde hoy día al territorio de Puigcerdá y condado de Urgel, en el principado de Cataluña…” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 242, a pie de pág. 203).

[25] “Ciudad de la España Tarraconense en el país de los arévacos, junto a los pelendones de Celtiberia, que fue muy célebre por su vigorosa resistencia contra la republica romana, padeciendo durante catorce años un duro asedio y una guerra violenta” (LÓPEZ, Juan, en ESTRABÓN, Libro tercero de la Geografía, op. cit., nota núm. 243, a pie de pág. 204).

[26] “Flórez la coloca media legua al oriente de Logroño, donde hasta hoy muestra un pequeño pueblo las ruinas del antiguo y conserva el nombre sin más alteración que una letra, pues se intitula Varea” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 245, a pie de pág. 205).

[27] Para Casaubon, “acaso serán los várdulos. En Ptolomeo parecen los bárdulos. Plinio IV, c. 22 confunde los túrdulos con los bárdulos, y lo sigue, como también Tapori, nombre según creo de otra nación, no sobrenombre de los túrdulos, como quieren algunos hombres doctos. Los bargusios de Polybio no sé si pertenecen aquí. Véase Estéfano” (CASAUBON, Isaac, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 246, a pie de pág. 206).

[28] “El país de los dittanos no se encuentra en ningún escritor. Pueden ser los edetanos o los Thitti de Polybio, como trae la Martiniere en su Diccionario Geográfico” (LÓPEZ, Juan, en Libro tercero de la Geografía de Estrabón, op. cit., nota núm. 247, a pie de pág. 206).

[29] Libro tercero de la Geografía de Estrabón, edición de LÓPEZ, J., op. cit., págs. 197 a 207.

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Bizkaia en la Edad Media, obra publicada por Ediciones Beta, está dividida en dos tomos:

Plantea una comparación entre las tesis del canónigo Juan Antonio Llorente (Rincón de Soto, 1756, Madrid, 1823) desarrolladas en sus Noticias históricas de las tres Provincias Vascongadas (1806-1808),  y las respuestas del consultor perpetuo de la Diputación Foral de Bizkaia, Francisco de Aranguren y Sobrado (Barakaldo, 1754, Madrid, 1808) y el  benedictino fray Domingo de Lerín y Clavijo (Cádiz, 1748, San Millán de la Cogolla, 1808), en relación con la historia de Bizkaia y el origen y naturaleza jurídico-constitucional de sus derechos históricos e instituciones forales. La obra de Llorente fue ampliamente difundida y protegida por los poderes públicos, mientras que la censura oficial impidió que la obra de Aranguren se publicara de manera completa hasta el año 1994; por su parte, Lerín ha sido un perfecto desconocido hasta que el año 2015 las Juntas Generales de Bizkaia publicaron Obras de fray Domingo de Lerín y Clavijo, con edición y estudio introductorio mío.

I

Bizkaia en la Edad Media es la consecuencia de la investigación que inicié hace algunos años cuando traté de localizar un libro de Llorente, que se decía había sido editado en Francia, en el que, hipotéticamente, se retractaba de sus opiniones recogidas en su obra Noticias históricas. Una segunda versión de los hechos, mantenida por diversos historiadores y autoridades vizcaínas, sostenía que Llorente, con posterioridad a la publicación de dicha obra, se había ofrecido al señorío de Bizkaia para, previo pago, redactar un nuevo libro de retractación de sus Noticias históricas.

A lo largo de estos años no he localizado el supuesto libro de retractación ni he podido acreditar que hiciera un ofrecimiento expreso para desautorizarse a sí mismo. Sin embargo, fruto de las innumerables pesquisas y averiguaciones tras las pistas de las dos líneas de investigación citadas en torno a la obra de Llorente, tuve conocimiento casual de la existencia de unos manuscritos del depositados en el monasterio de San Millán. Con el material, el año 2015 se editó el libro, Obras de fray Domingo de Lerín y Clavijo antes mencionado.

Por otra parte, el año 1994, el servicio editorial de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, publicó la obra de Francisco de Aranguren y Sobrado (Barakaldo, 1754, Madrid, 1808), Demostración de las autoridades de que se vale el doctor don Juan Antonio Llorente, edición de los profesores Portillo y Viejo, que incluye la obra completa de Aranguren, generando una ocasión propicia para comparar y cotejar las versiones de los tres escritores coetáneos.

Los trances centrales de la polémica tuvieron lugar entre los años 1806 y 1808. Desde las fechas en las que tanto Aranguren como Lerín conocieron los textos de Llorente (1806-1807) hasta que redactaron sus trabajos (1807-1808) transcurrió poco más de un año y, además, ambos fallecieron el año 1808 (Aranguren en julio, Lerín en noviembre). Ello les impidió estudiar y replicar con suficiente tiempo y sosiego a Llorente, que había dedicado más de 10 años a construir su tesis.

II

El tomo I del libro es una comparación crítica y sistemática entre la tesis de Llorente y las respuestas de Aranguren y Lerín, en relación con la historia de Bizkaia y el tomo II se centra en el origen y naturaleza jurídico-constitucional de sus derechos históricos.

En el desarrollo del debate se sigue el orden establecido por Llorente: la primera parte versa sobre lo que él llama “estado civil antiguo”, la segunda, “origen de los fueros” y la tercera, “apéndices documentales”. Se inicia con una introducción en la que se presenta el contexto general en el que surge la disputa que protagonizaron los tres historiadores. En un primer capítulo se exponen algunas cuestiones generales sobre la Historia del País Vasco o Euskal Herria en la antigüedad, mientras que el segundo está dedicado a los “papeles de Lerín”. A continuación, en la primera parte se analiza la polémica centrada en el tomo I de la obra de Llorente sobre características de la historia de Bizkaia en la Edad Media. La segunda abarca la cuestión de la historia y naturaleza jurídico-constitucional de los derechos históricos y del régimen foral. Y la tercera se centra en el apéndice documental, la presentación de las conclusiones y el listado de fuentes y bibliografía.

III

A modo de conclusiones, se deben diferenciar dos aspectos: en cuanto a la documentación empleada para la fundamentación de las posiciones de cada uno, se hace un análisis muy pormenorizado de los apéndices documentales aportados por Llorente y se detecta, y acredita, la existencia de interpolaciones y manipulaciones arbitrarias del canónigo en varios textos relevantes, como es el caso del documento de ingenuidad del rey don García de Navarra de 30 de enero de 1051, sobre el que incluso se cuestiona su autenticidad, cuya copia está en el archivo de la catedral de Calahorra o los documentos del arbitraje del rey de Inglaterra entre Castilla y Navarra (1176-1179) entre otros muchos.

Las posiciones son difícilmente reconciliables. Llorente defiende que las Provincias Vascongadas siempre estuvieron sujetas a los reyes de Asturias, León, Castilla o Navarra y, por tanto sus fueros y cuantas prerrogativas gozaron los vascongados eran consecuencia de gracias y mercedes hechas por los reyes, mientras que Aranguren y Lerín sostienen todo lo contrario, esto es, los señores eran soberanos de Bizkaia, calificado por los historiadores clásicos como territorio aparte, y desempeñaban al mismo tiempo el papel de vasallos de los reyes en territorios de fuera de Bizkaia por las tenencias, encomendaciones o mandaciones.

Por lo que respeta al ordenamiento jurídico, Llorente niega la singularidad de Bizkaia y la existencia de pactos entre los vizcaínos y los señores. Bizkaia nunca tuvo leyes propias, los vizcaínos se gobernaron por las leyes de los romanos, godos, asturianos, leoneses, castellanos y navarros, sucesivamente, y se pagaban pechos y tributos como en Castilla. Para Aranguren, los vizcaínos siempre tuvieron leyes propias, bien un ordenamiento jurídico no formulado basado en usos y costumbres, bien ordenamientos escritos (cartas de fundación de las villas otorgadas por los señores, no por los reyes, el cuaderno de Juan Núñez de 1342, la Hermandad de Gonzalo Moro de 1394 y el Fuero Viejo de 1452 y el Fuero de 1526). Los vizcaínos eran todos hijosdalgo y dispusieron de tribunal propio y exclusivo para resolver las cuestiones de vizcainías (Sala de Vizcaya de la Real Chancillería de Valladolid); eran libres y exentos, quitos y franqueados de todo pedido, servicio, moneda y alcabala. Lerín defiende que el señorío de Bizkaia fue estado soberano e independiente y su jefe o señor ejercía todas las facultades, preeminencias y jurisdicciones en calidad de soberano.

IV

A modo de cierre, se debe tener en cuenta que los acontecimientos a los que se refiere la investigación tienen lugar en época feudal, por lo que resulta de imposible o muy difícil encaje tratar de explicarlos con los valores actuales; de ahí que se plantean dudas interpretativas en cuanto a la legitimidad de las confiscaciones o tomas del poder del territorio de Bizkaia en diversos momento de la Historia: Llorente lo justifica por la soberanía real, mientras que Aranguren y Lerín lo achacan a situaciones de fuerza que no generan ningún derecho.

El hecho de haberse conocido recientemente lo escrito por Lerín (2015) confiere a la obra Bizkaia en la Edad Media un valor adicional y es motivo suficiente para suscitar el interés de otros investigadores, una oportunidad para plantear nuevas aportaciones o nuevos enfoques.

Presentación de la obra en la Feria del Libro de Bilbao

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Principios del siglo XIX. Tras la publicación de las Noticias históricas de las tres provincias Vascongadas  del canónigo Juan Antonio Llorente en 1806 y 1807 (4 tomos), con el objetivo de preparar y fundamentar la abolición de los fueros vascos por parte del gobierno de Godoy, se encendieron todas las alarmas en el País Vasco, pues parecía inminente la abolición.

En el caso de Bizkaia, desengañados de la actuación e intenciones del gobierno de Madrid, las autoridades forales se pusieron a escrutar a intelectuales e historiadores que pudieran impugnar los argumentos histórico-jurídicos de Llorente y justificar la validez y calidad de los fueros. Se fijaron en Francisco Aranguren y Sobrado, consultor perpetuo del Señorío; Colón de Larreategui, antiguo corregidor, y en el benedictino fray Domingo de Lerín y Clavijo (que no era vizcaíno como lo creyeron todos los historiadores, incluido Mañaricua, sino que había nacido en Cádiz). Colón de Larreategui se excusó.

Aranguren y Sobrado, tras vencer obstáculos administrativos, logró publicar en 1807 su obra, Demostración del sentido verdadero de las autoridades de que se vale el doctor don Juan Antonio Llorente, réplica al primer tomo de Llorente, quien a su vez contestó a Aranguren, con un quinto tomo de sus Noticias históricas, publicado en 1808, que quedó sin respuesta porque tanto Aranguren como Lerín fallecieron dicho año.

Por otra parte, los diputados generales dirigieron una carta al benedictino fray Domingo de Lerín el 30 de junio de 1807, en la que le solicitaban su colaboración para defender los fueros que estaban siendo atacados, “con la envidia disfrazada con los intereses de la felicidad común”. Lerín, benedictino en San Millán de la Cogolla, contestó no solo que aceptaba el encargo sino que, además, sospechando que se le iba a llamar, había adelantado parte del trabajo con diversas notas.
Lerín también mantuvo correspondencia con Aranguren. En carta de 22 de abril le animaba a que publicara su segundo tomo:

“No dudo que ya no será necesario ventilar los fueros en juicio; los que quedarán comprobados en el hecho de jurarlos nuestro amado monarca y se lo recelará nuestro antagonista (LLorente) y acaso vistas las cosas mudadas se detendrá en publicar el cuarto tomo, que hace cinco meses ofreció; por lo mismo soy de parecer que urge diese Vd. cuanto antes al público su segundo tomo , para satisfacción de este que ha leído la obra de Llorente y también para hacerle vomitar todo cuanto tiene recogido y podamos saber de una vez el repuesto general de sus armas. Téngolo por muy conveniente” .

Poco antes, Lerín había expresado a Aranguren su confianza en que

“si el señor Jovellanos lee con reflexión cuanto hay escrito, y puede aumentarse, contra lo escrito por Llorente, no dudo mude de dictamen”.

Los hechos no dieron la razón a Lerín, porque no se conoce que Jovellanos “mudara de dictamen”, sino mas bien al contrario.
El benedictino añadía que:

“… si yo fuese un hombre que pudiese disponer de mi persona, con el acceso que puedo prometerme de dicho señor (pues hay motivos) yo le haría ver con razones y con mis mamotretos o papeles lo contrario; pero amigo, soy un pobre religioso colocado en un rincón y sin libertad para el caso” .

Lerín mostraba optimismo en el éxito de la respuesta a Llorente, pues disponía de información abundante y criterio sólido, pero también reconocía sus limitaciones y sus miedos.

Lerín hizo su trabajo y, supuestamente, entregó el original a los rectores de la Diputación Foral. Sin embargo, el hecho es que dicho documento no aparece a día de hoy en los archivos forales. El ilustre historiador Andrés de Mañaricua lo desconocía el año 1975 como lo reconoce explícitamente en su principal obra, Historiografía de Vizcaya.
Además, al no poderse leer lo escrito por Lerín, surgió la duda, extendida entre os historiadores, de que Aranguren pudo haber plagiado a Lerín. Uno de los que lo sospechó fue Arguinzoniz, como se verá a continuación.

II

Antonio M. de Arguinzoniz (1844-1891) quiso dar a conocer y popularizar la figura de Lerín. Había comentado a su amigo, el historiador Carmelo Echegaray, que:

“tenía el propósito de dar a luz unos apuntes críticos escritos por Lerín, en contra de Llorente y sus impugnadores, con el principal objetivo de dar a conocer al benedictino Lerín, quien, por encargo de la diputación de Vizcaya, escribió cuatro cuadernos, que sirvieron al consultor Aranguren para su obra”.

Dolía a Arguinzoniz que “el nombre de fray Domingo de Lerín yaciera sepultado en profundo olvido”.
Con estas palabras dichas a Echegaray, Arguinzoniz sembró la duda, pues podría pensarse que Aranguren había utilizado los trabajos de Lerín sin citar la procedencia, o dicho de otra manera, parecía que Arguinzoniz acusaba de plagio a Aranguren.
Una cosa es que Aranguren y Lerín tuvieran relación, lo que es obvio, porque ambos habían recibido el encargo de la Diputación para impugnar las tesis de Llorente y se carteaban, como se ha visto, pero otra bien distinta es la acusación de plagio.

En sus confidencias a Echegaray, Arguinzoniz da una explicación que podría justificar el oscuro papel de Lerín. Según Echegaray, debido a “causas que honraban su delicadeza moral y que no me parece discreto revelar, le habían detenido (a Arguinzoniz) en su afán de popularizar la figura de un hombre, a quien todos los euskaldunas somos deudores de sincera gratitud” . Dicho con más claridad, que “Aranguren no citó al hasta hoy casi ignorado religioso por expresa voluntad de este que, sin duda, temía las iras de Godoy”.

Fidel de Sagarminaga niega la existencia de plagio, al menos por lo que se refiere al primer volumen de Aranguren, pues constata que “la cooperación del padre Lerín no pudo ser utilizada por Aranguren en el primer tomo que publicó en Madrid en 1807, según se acredita por el memorial que este dirigió al Señorío desde Madrid el 13 de agosto de dicho año 1807, acompañando doscientos ejemplares de su primer tomo”.

Mañaricua sigue la tesis de Sagarminaga, aunque, con prudencia, agrega:

“Aranguren y Lerín mantuvieron correspondencia y solamente cuando se hallen los papeles del padre Lerín podremos ver si dependen de ellos los escritos de Aranguren” .

Afortunadamente, recientemente se ha podido localizar una copia de los «papeles de Lerín» en el archivo de San Millán de la Cogolla. Previa transcripción, se editó un libro en el año 2015 por parte de las Juntas Generales de Bizkaia.

De ahí que ahora ya se pueda conocer y examinar lo que escribió el benedictino gaditano, con la aclaración de que el libro proviene de una copia de los textos de Lerín, al no poderse conocerse el original, desaparecido.

Acerca de Lerín, su currículo y sus trabajos, me referiré en otra entrada.

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El canónigo Juan Antonio Llorente (Rincón de Soto, 1756, Madrid, 1823) fue el autor intelectual que sirvió de base al poder para la abolición de los fueros vascos. Está acreditado.

Uno de los documentos fundamentales de que se sirvió para argumentar la no soberanía de Bizkaia, sino su subordinación a otros territorios (Asturias, León, Castilla, Navarra…), es este de 30 de enero de 1051, del rey don García de Nájera:

IMG_0620 (2)Si lo acercamos un poco más, aunque está escrito en latín, se puede leer.

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El documento transcrito está en el archivo catedralicio y diocesano de la catedral de Calahorra (la foto la hice en la sala de lectura), precisamente en el archivo del que Llorente fue responsable varios años a finales del siglo XVIII, por lo que las interpolaciones que hizo al documento no tienen justificación alguna. Veamos:

  1. No es un documento original, sino una copia, admitido hoy por la generalidad de historiadores y expertos. Llorente lo consideró simuladamente como original en sus tomos I y II, pero finalmente tuvo que reconocer que se trata de una copia escrita a finales del siglo XII o siglo XIII.
  2. En el documento, refiriéndose al señor de Bizkaia, figura: «qui est dux» (2ª línea). Llorente lo manipula de manera arbitraria, sin explicación y escribe: «qui est rector«, con lo que minimiza la categoría de Iñigo López.
  3. En el documento, refiriéndose a las costumbres de la época se puede leer «quod usualem habebant» (4ª línea). Aquí también y de forma arbitraria, Llorente modifica y escribe en su lugar «malo foro«, expresión que no figura en ningún sitio, pero que le servía para demostrar, supuestamente, que se trataba de un fuero dado a Bizkaia por alguien ajeno al señorío, lo que, a su juicio, evidenciaba la falta de soberanía de Bizkaia.
  4. Hoy se debate sobre la autenticidad o falsedad del documento. Algunos (entre otros, Fortún Pérez de Ciriza) lo consideran falso; otros (Juan José Larrea) entienden que es una copia de documento auténtico.

Demasiadas irregularidades e incertidumbres para basarse en el documento para acreditar la no soberanía de Bizkaia.

En el libro que he escrito como consecuencia  de la tesis doctoral que leí en la Universidad de Valladolid el pasado 22 de junio, que espero pueda publicarse próximamente, se aportan y explican, con más detalle y fundamentos, este y otros documentos que Llorente interpoló en sus «Noticias históricas de las tres provincias Vascongadas«.

 

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La investigación defendí el 22 de junio de 2017 en la Facultad de Filosofía y Letras y el Instituto de Simancas de la Universidad de Valladolid ante el Tribunal compuesto por el doctor José María Monsalvo Antón, catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Salamanca, en calidad de presidente; el doctor Juan Carlos Martín Cea, profesor titular de Historia Medieval en la Universidad de Valladolid, secretario, y la doctora María Luz Ríos Rodríguez, profesora titular de Historia Medieval en la Universidad de Santiago de Compostela, vocal.

Fui dirigido por la doctora María Isabel del Val Valdivieso, catedrática de Historia Medieval de la Universidad de Valladolid y presidenta de la Sociedad Española de Estudios Medievales (SEEM). El trabajo mereció la calificación de sobresaliente cum laude por unanimidad.

El trabajo está centrado en el análisis de la controversia que enfrentó a principios del siglo XIX a Llorente, Aranguren y Lerín sobre las características de la relación jurídico-política del señorío de Bizkaia con la corona de Castilla durante la Edad Media y el origen y naturaleza jurídica de los fueros vascos.

Sigue el orden metodológico establecido por Llorente, de manera que la primera parte versará sobre lo que él llama “estado civil antiguo”, la segunda, “origen de los fueros” y la tercera, “apéndices documentales”. Se inicia con una introducción en la que se presenta el contexto general en el que surge la disputa que protagonizaron los tres historiadores. En un primer capítulo se exponen algunas cuestiones generales sobre la historia del territorio vasco en la antigüedad, mientras que el segundo está dedicado a los “papeles de Lerín”. A continuación, en la primera parte se analiza la polémica centrada en el tomo I de la obra de Llorente sobre características de la historia de Bizkaia en la Edad Media. La segunda abarca la cuestión de la naturaleza del régimen foral medieval. Y la tercera se centra en el apéndice documental con el que Llorente cierra su obra. Se concluye con la presentación de las conclusiones y el listado de fuentes y bibliografía.

La investigación pone en comparación, de modo crítico, lo defendido por Llorente, publicado todo ello en los años 1806 y 1808, y la impugnación de Aranguren y Lerín. No es una historia general de Bizkaia ni se pretende ejercer de árbitro en las posiciones divergentes. Se trata de un debate dialéctico desigual en la medida en que Llorente dedicó varios años a elaborar su tesis mientras que tanto Aranguren como Lerín dispusieron de poco más de un año para responder a los primeros tomos de Llorente y, por fallecimiento de ambos, no llegaron a conocer ni, por tanto, pudieron dar su réplica al tomo V de Llorente.

Además de analizar la disputa mencionada, también se pretende aclarar si se dio o no el supuesto plagio por parte de Aranguren a Lerín, sospecha esbozada por varios historiadores, principalmente Arguinzoniz y Delmas, que recogió también Mañaricua, quien decía:

“cuando se hallen los papeles de Lerín podremos ver si dependen de ellos los escritos de Aranguren” .

Aunque se trata de una materia sobradamente conocida en el mundo universitario y académico, a través de las numerosas publicaciones de diferentes autores, la edición de la segunda parte de los trabajos de Aranguren en 1994, y, sobre todo, la aparición de los “papeles” de Lerín y la edición de un libro con su contenido en el año 2015, han suscitado un interés nuevo en la materia para comprobar en qué medida contribuyen al debate con argumentos nuevos o si lo que dicen ya nos era conocido a través de fuentes documentales o de otra naturaleza. El hecho de haberse conocido recientemente lo escrito por Lerín confiere a este trabajo una oportunidad extraordinaria para plantear cuestiones nuevas que puedan servir para posteriores estudios y análisis.

Si bien las tesis defendidas por Llorente son de imposible conciliación con las de Aranguren y Lerín, y viceversa, afortunadamente cada día son más los historiadores y expertos en Historia Medieval y en Historia del Derecho que no adoptan juicios de valor tan polarizados y en algunas cuestiones manifiestan posiciones cercanas a uno u otro y en otras mantienen enfoques propios, sin asumir plenamente uno de los dos puntos de vista.
En nuestro caso, el debate historiográfico estará centrado en la opinión de los tres escritores, acompañado, cuando proceda, de opiniones de otros historiadores y geógrafos, sustancialmente clásicos, a fin de comprender la situación de Bizkaia en la Edad Media, sin alejarnos de cómo se entendía a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX.
Para la investigación se utiliza bibliografía y fuentes documentales que aparecen en el apartado correspondiente. También se han tenido en cuenta en ocasiones las fuentes arqueológicas. A lo largo del trabajo se van exponiendo las opiniones de cada uno de los historiadores, que aparecen debidamente destacadas y referenciadas.

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Aurresku del alcalde en Begoña

Siendo alcalde de Bilbao, recuperé una tradición con motivo de la fiesta del 15 de agosto, que se celebra en Begoña al comienzo de la Aste Nagusia.

El aurresku es un baile de saludo y de respeto que habitualmente se baila a la Autoridad o a la persona a la que se quiere mostrar un respeto.

La Virgen de Begoña tiene una gran fuerza para todos los vizcainos. Aunque el verdadero día de la Virgen de Begoña es el 11 de octubre, sin embargo, el 15 de agosto es el día de la gran fiesta y se celebra en Begoña. Desde pequeño había sentido un gran respeto por esa tradición. Recuerdo siendo niño, con 8 ó 10 años, cómo bajaban cuadrillas de jóvenes de Gorliz hacia Plencia, donde se les unía más gente con el fin de llegar a Begoña, caminando toda la noche para recorrer los 25 ó 30 Kms. de distancia.

Había oído algo en relación con una vieja costumbre de que la autoridad bailaba un aurresku, precisamente en Begoña. Por más que quise enterarme solo pude descubrir que a principios del siglo XX algún alcalde lo bailaba, pero nada más.

En la explanada situada detrás de la Basílica, tras la misa, solía tener lugar un acto cívico en el que participaban la Banda de Música, la de Txistularis y diversos grupos de danzas. El comienzo del acto, como es habitual en el País Vasco, consistía en un aurresku de honor, bailado por un dantzari.

El 15 de agosto de 1987, recién elegido alcalde de Bilbao, quise dar una interpretación distinta al baile tradicional, acorde con el sistema democrático, que significara que, si bien a lo largo del año, el aurresku se bailaba en honor de las autoridades, una vez al año, coincidiendo con el comienzo de las fiestas, iba a ser la primera autoridad municipal la que lo bailara en honor y respeto del pueblo, mostrando que es el pueblo y no la autoridad, el verdadero titular del poder, que lo ejerce mediante el ejercicio del voto libre. Así lo dejé escrito en mi libro «La política de otra manera» (1993, pág. 104):

«Bailo al pueblo de Bilbao, reconociéndole que si tengo autoridad como alcalde es porque es ese mismo pueblo quien me la otorga«

Y añadía:

«Le quise dar un significado de acuerdo con la democracia que vivimos. Un alcalde tiene que ser de todos. No sólo de los de su partido. No sólo de los que le han votado. Sino de todos y de todas. Y esa regla debe valer siempre, aunque cueste el cargo. El alcalde representa a toda la ciudad y su trabajo debe servir al interés general de los vecinos y vecinas» (pág. 98).

Así lo hice los años en que tuve el honor de ser alcalde de Bilbao (1987-1990).

La expectación era enorme y debo decir que para bailarlo ante varios centenares de personas que se arremolinaban en la plaza de detrás de la Basílica, había que ensayar duro. Yo lo hice en el ayuntamiento, en la alcaldía, aprendiendo los pasos de Ramón, experto dantzari y de los txistularis Boni y Mikel.

En mi caso, la forma de bailarlo era vestido de chaqué, como entendía que corresponde a la solemnidad del acto, situado en el centro de la plaza, bailándolo solo, sin compañía. Con alguna excepción, los siguientes alcaldes han continuado la tradición, aunque variando algo el modo de la danza, yendo el alcalde el aurreskulari (el bailarín que va por delante, el primero), acompañado de un segundo dantzari, como lo ha hecho el nuevo alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto.

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I

Enfrascado en una investigación sobre el origen y naturaleza jurídica de los fueros vascos, leía hace poco el libro titulado, Discusión sobre los fueros de las provincias Vascongadas, que recoge lo tratado en una larga sesión del Senado español de junio de 1864.

La reunión estaba prevista para aprobar la Ley de presupuestos, pero, como cuestiones previas, se habían presentado enmiendas de contenido político en relación con los fueros vascos: una, del senador Sánchez Silva y la otra, de varios senadores vascos, entre ellos Egaña y Barroeta Aldamar.

Sánchez Silva exigía que Álava, Guipúzcoa y Vizcaya “deberán satisfacer puntualmente sus respectivos cupos de contribución territorial, dejando desde luego a cargo del Estado el pago del culto y clero”, mientras el grupo de senadores vascos, por el contrario, pedían que, al final del artículo 11, se añadiera la siguiente cláusula de respeto a los fueros: “… sin que esto altere la observancia de sus Fueros, confirmados por la Ley de 25 de octubre de 1839”.

Las circunstancias políticas eran entonces complicadas para las provincias Vascongadas y Navarra. El conocido como “abrazo de Vergara”, había dado lugar a la Ley de 25 de octubre de 1839, que, en su artículo primero, disponía que “se confirman los fueros de las provincias Vascongadas y de Navarra”, expresión a la que se había añadido en la tramitación parlamentaria una frase que complicaba su interpretación: “sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía”. En el caso de Navarra, la Ley Paccionada de 16 de agosto de 1841.

La Ley incluía un segundo artículo en el que se atribuía al Gobierno, “tan pronto como la oportunidad lo permita”, y “oyendo antes a las provincias Vascongadas y a Navarra”, la facultad de proponer a las Cortes “la modificación indispensable que en los mencionados fueros reclamen el interés de las mismas conciliado con el general de la nación y la Constitución de la monarquía…”.

La sesión se convirtió en una agria e intensa discusión sobre los fueros: se cuestionaba su origen, contenido, calidad y la conveniencia de mantenerlos o eliminarlos.

Habían pasado 25 años y no se había culminado lo ordenado en el artículo 2.º de la Ley de 1839. Seguía la situación provisional (“se confirman los fueros sin perjuicio de la unidad constitucional”), aun cuando por diversos procedimientos se había ido modificando su contenido. Los cambios se fueron imponiendo sobre la base de la correlación de fuerzas en las Cortes españolas, en las que los representantes vasco-navarros eran minoría y el considerado por la mayoría parlamentaria como “interés general de la nación” se imponía por la vía de hecho o de derecho, ya que esa mayoría juzgaba como más conveniente la unificación legal de todas las provincias y a todos los efectos.

La tesis antiforal acabó muy extendida en el ámbito político y social español y el senador Sánchez Silva no era sino un reflejo de ese ambiente, tal y como asumió él mismo en su disertación parlamentaria, basando el grueso de su argumentación histórica en la obra del canónigo Juan Antonio Llorente (ver foto), Noticias históricas de las tres provincias Vascongadas, principal fundamento intelectual esgrimido en el siglo XIX para la abolición de los fueros vascos.

 

II

El senador Egaña, tras diversas manifestaciones de réplica, hizo una referencia a las fuentes historiográficas que su oponente había utilizado como testimonios irrecusables, diciendo que “la mayor parte de esos libros fueron escritos por cronistas de los reyes con la mejor intención sin duda, pero con un deseo poco favorable a las provincias Vascongadas”.

Se refirió a Juan Antonio Llorente como una de esas fuentes. Egaña no se anduvo por las ramas y dijo: “Este señor fue buscado con mucho empeño por el príncipe de la Paz (Godoy) para que escribiese una obra con el objeto de hacer trizas los fueros de las Provincias”.

Sorprende más lo que apuntó a continuación:

“A poco (Llorente) fue reducido a la emigración por haber seguido el partido francés, y todo el mundo conoce un librito del mismo señor, impreso en Burdeos, deshaciendo la mayor parte de su trabajo antiforal”.

Reseña de un supuesto libro de Llorente, impreso en Burdeos, en el que, según el senador Egaña, el canónigo se retractaba de lo dicho en los cinco tomos de sus Noticias históricas.

La cita quedó sin respuesta.

Cuando le tocó el turno al senador Barroeta Aldamar, éste dijo con contundencia:

“Más tarde el mismo Llorente, estando emigrado, ofreció a las provincias Vascongadas reunir los documentos necesarios para producir una obra que combatiese la que antes había escrito, y no se aceptó la oferta”.

Para fortalecer lo que estaba contando, Barroeta Aldamar añadió, de modo enigmático:

“Señores: hablo con algún conocimiento de causa de lo que sobre esto ocurrió”.

Si se probase que esta información relatada por Barroeta Aldamar ante el pleno del Senado fuere cierta, o si apareciese el libro anunciado por Egaña, la credibilidad de Llorente quedaría muy deteriorada, y, en consecuencia, su obra descalificada.

III

¿SE RETRACTÓ LLORENTE DE SUS TESIS?

Las versiones de los senadores vascos no se acreditaron. Ni la edición del libro en Burdeos ni la oferta de Llorente de escribir un nuevo libro “que combatiese el que antes había escrito”.

Sobre ese supuesto ofrecimiento, Novia de Salcedo se había pronunciado ya y por escrito en 1829, asegurando que:

“el hombre dirigido por innoble fin, con el cambio de circunstancias, se hace traición a sí mismo y mudada la faz de España con los sucesos que tuvieron principio en 1808, sentía ya Llorente pesar de haber aseverado contra las provincias Vascongadas lo contrario de lo que percibía su mente. Revolvía en sí mismo el medio de contradecirse menos indecorosamente y pudiéramos citar testigos respetables de esta disposición de su ánimo explayada en comunicaciones confidenciales; mas no llegó a tener efecto”.

 Antonio de Trueba también intervino en la controversia. En un libro publicado en 1865 daba por cierta la oferta para escribir la retractación, que, según manifestaba, “no se aceptó por un sentimiento de dignidad e hidalguía”, lo que argumentaba en base a la información que le había dado Eulogio de la Torre, que había sido diputado general y a Cortes, quien le aseguró que “tenía pruebas” de que Llorentenos ofreció refutar su propia obra”.

La otra posibilidad de comprobar el giro espectacular de Llorente sería que apareciese ese “librito impreso en Burdeos” al que se refería Egaña.

Mucho tiempo después, en 1996, un erudito de prestigio, Juan Antonio de Ybarra e Ybarra, reiteraba que:

Juan Antonio Llorente se ofreció, años después, al señorío de Vizcaya para que le editara otro trabajo en el que refutaba gran parte de su obra anterior y hacía la defensa histórica y fuerista de las provincias Vascongadas”,

basándose en el libro de Javier de Ybarra y Bergé, La Casa de Salcedo de Aranguren, editado en 1944.

IV

Ante el respeto que me merecían las opiniones expresadas, hice una consulta por escrito al prestigioso hispanista experto en Llorente, Gérard Dufour, y el 12 de marzo de 2015, me respondía lo siguiente:

“Estimado colega: Juan Antonio Llorente no publicó ningún libro en el cual se desdecía de lo escrito en sus Noticias históricas, ni en español (véase el libro de Aline Vauchelle sobre Les libres en espagnol publiés en France entre 1814 y 1833, Publications de l´Université de Provence, 1985), ni en francés (hace poco tuve la oportunidad de revisar toda la colección de Bibliographie de la France de 1814 a 1830, y no aparece ningún libro de Llorente relativo a las provincias Vascongadas).

No puedo afirmar tan tajantemente que no se dirigió a las autoridades vascas (pero, ¿cuáles?) para cantar la palinodia, pero no tengo ninguna constancia de ello, e incluso me extrañaría en un hombre tan jacobino (en el sentido centralizador). Quedando a su disposición, con un cordial saludo, Gérard Dufour”.

De lo que se desprenden dos asertos: uno tajante, la inexistencia del libro de retractación, impreso en Burdeos, anunciado por Egaña, y un segundo, más matizado, en el sentido que Dufour no cree posible que Llorente se retractara nunca de lo dicho en Noticias históricas, dado su talante “jacobino y centralizador”.

V

BUSCANDO EL LIBRO DE RETRACTACIÓN DE LLORENTE, APARECE LA OBRA DE DOMINGO DE LERÍN

Antes de conocer la respuesta de Dufour, había tratado de localizar el libro de marras, “impreso en Burdeos”, anunciado por Egaña en el que, supuestamente, Llorente se desdecía de lo expresado en Noticias históricas.

No tuve éxito alguno, por más que lo intenté con mucho empeño y por diversas vías.

Al no haber podido averiguar la existencia del libro, ni acreditar la hipotética oferta de Llorente de escribir un libro desdiciéndose de lo dicho antes, ni probarse con argumentos consistentes que se hubiese retractado, sólo quedaba mantener activo el debate de los fueros en los términos en que los que estaba, esto es: origen, historia, calidad y naturaleza jurídico-política.

Y es ahí donde adquiere interés la figura de Fray Domingo de Lerín, ignorada hasta ahora por casi todos los historiadores y políticos, y cuya obra va a poder ser conocida gracias a una reciente iniciativa de las Juntas Generales de Bizkaia.

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