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Archive for 19 de May de 2010

 

7. REUNION «CLANDESTINA» (?) EN EL INTERIOR DE LA ALHONDIGA

La reunión sería muy tensa. Quedamos en que la íbamos a grabar, lo que denota el grado de desconfianza. Acudíamos a la cita después de haber soportado una intensa campaña en contra, tanto por parte de un grupo de arquitectos y ciertos colectivos, como por el Gobierno vasco.

No podía comprender, ni aceptar, la actitud aparentemente neutral que estaba tomando el PNV puesto que el asunto les afectaba e involucraba, al ser un compromiso electoral, el más sobresaliente, conocido e importante. Se estaban lavando las manos, permitiendo al Gobierno una oposición frontal al plan y, encima, querían aparecer ahora como mediadores. ¡Era el colmo!.

La reunión comenzó con dureza. Acudieron de la dirección del PNV, el secretario y el presidente -en adelante DIR-, el arquitecto de la Junta que se oponía a la intervención -ARQ- y Mitxel Unzueta. Por nuestra parte, estábamos Paco Oiza, Intxaustegui y yo. Reproduzco a continuación la transcripción literal de la reunión.

Empezaron a hablar los de la dirección del PNV:

– Dirección del PNV -en adelante, DIR-, acercándose a la grabadora:

«Mandaremos un saludo a Jorge. Si nos está oyendo, estoy seguro que ya está despotricando a este punto de la cuestión pero yo apelo a Itziar para que le vuelva a moderar».

 – Arquitecto de la Junta Asesora -ARQ- :

«Yo, además, soy tan sólo un miembro de la Junta, de más gente, pero tal y como están las cosas en este momento, quizás, se me ocurre, si se lograra un punto en el que el edificio tenga suficiente masa, suficiente entidad como para que quede de alguna manera para el público y para la gente y para Cultura, y en su interior dejando una serie de crujías libres surgiría otro elemento, pues quizás ése pudiera ser un punto, se me ocurre, lo pongo un poco como hipótesis, porque yo no paso de emitir una opinión personal. Pero un poco dándole vueltas al tema sobre un hipotético punto de equilibrio, que es difícil, yo pienso, que por ahí, quizás pudiera buscarse una salida. Es decir cuando uno la ve, está entera, tiene una serie de crujías en el perímetro que todavía conservan, el perímetro que es la zona más aprovechable por luz, etc; se pueden dejar 5 crujías por ejemplo, y en el interior podría emerger el cubo que tendría, no lo sé, lo hablo a bulto, 50 metros, no sé, ó 60 metros; es decir, surgiría del interior un nuevo edificio. Y no digo esto porque ésta sea la opción, sino… Esto sería razonable partiendo desde cero, porque de hecho ha habido otras propuestas, y se han visto…; sino más que nada, como punto de equilibrio posible, digo, posible, porque evidentemente no está en mi mano; yo no soy sino una opinión entre otras muchas, no sólo en la Junta sino en cantidad de opiniones que han circulado en Bilbao, que siguen circulando etc. En la medida en que, pienso yo, tenga masa suficiente y la gente la vea entera, vamos a decir entera entre comillas, y en su interior surgiera otro edificio, se me ocurre pensar, puestos a pensar sobre una salida».

– DIR:

«éstas, ¿podrían ser 3?».

 – ARQ:

«Esto ya es una cuestión…»

– José María Gorordo -JMG-:

«¿Qué es eso de 3 crujías?»

– COMENTARIO: En este punto me parecía evidente que los de la cúpula y el arquitecto habían hablado entre ellos antes de la reunión. Pregunté por las crujías, sobre todo al ver que el arquitecto hablaba de 5, y ellos, de 3. Yo no sabía lo que significaba una crujía en sentido técnico, por lo que deducía que los de la dirección tampoco.

– ARQ:

«¿Crujías?. La distancia entre pilar y pilar, digamos los pasillos. Yo veo un poco una posición de conciliación en ese sentido porque, claro, hay mucha gente, yo, personalmente, no me considero una persona conservacionista. Hay gente que considera que habría que conservarla entera, intacta; y, últimamente, sobre todo últimamente, han surgido muchas voces en este sentido en Bilbao. Que ¡qué maravilla que quede entera en Bilbao y tal y cual!».

– COMENTARIO. No era fácil tragar la supuesta tan maravillosa disposición a ayudarnos por parte de quienes habían dirigido y estimulado, precisamente, la campaña en contra, dentro y fuera de la Junta con actuaciones concretas y declaraciones en los medios de comunicación, muy hostiles con el proyecto.

– JMG:

«Y en sentido contrario, también».

– COMENTARIO. El Ayuntamiento había aprobado el esquema Oteiza-Oiza. Este técnico que hablaba no exponía más que su opinión particular, sin derecho a representar a nadie. Además habíamos hecho una encuesta con una empresa especializada. El 70% de los bilbainos se mostraba a favor del proyecto, un 20% en contra y el 10% restante no tenía criterio formado. En ningún caso se podía admitir, por tanto, esas afirmaciones tan poco contrastadas, que no eran lo que opinaban los bilbainos. Si hablaba en nombre de técnicos, tendría que decir de cuántos y de quiénes, y aportar los currículos de cada uno de ellos. Cualquier otro intento de erigirse en representante de otros estaba fuera de lugar. La única legitimidad era la de ser miembro, elegido a dedo, de la Junta Asesora del Patrimonio, como cargo administrativo, de confianza de la consejería de Cultura.

– ARQ:

«Sí, es una opinión subjetiva, por supuesto. En la medida en que, en Cultura, quieren velar por el patrimonio y consideran que, de momento, por lo que parece, es mejor mantener el edificio actual y hacer una intervención que sea de otra manera. Las cosas están así, y entonces, ¿cómo se podría conciliar?. Es una pregunta muy difícil, pero…»

– COMENTARIO. Admite que es un tema subjetivo. Y revela sus verdaderas intenciones de no dejar que se haga el proyecto presentado.

– JMG:

«La Junta Asesora es nombrada a dedo por la Consejería de Cultura, esto que quede claro, en principio. Segundo, esta Junta dice que el trazado agrede no sé qué. A mí me parece que 20 metros más o menos, no es de recibo que sean definitorios para considerar que uno agrede y otro no. Son todos ellos conceptos subjetivos, opiniones muy respetables, pero opiniones, al fin y al cabo. Hay muchas otras personas que opinamos justamente lo contrario, que el cubo mejora el edificio de Bastida, respeta el pasado y proyecta el futuro. Nosotros creemos que esta Junta no representa todas las corrientes de opinión de la arquitectura que existen en este momento. Por todo ello, nos parece que es un asunto político».

– ARQ:

«Sí, estamos nombrados por el Consejero…también puedes poner en tela de juicio el Parlamento u otras Instituciones…».

– JMG:

«No es que dude de nada, sólo afirmo lo que es, un órgano político, de asesoramiento de una consejería».

– ARQ:

«Y a mí me ha tocado colaborar en ese sentido».

– JMG:

«Y frente a ese órgano, hay una Institución elegida por los ciudadanos, que es el Ayuntamiento de Bilbao».

– DIR:

«Estamos en el país que estamos y como todo país se organiza mal que bien. Estamos organizados como estamos organizados. Tu estás en una organización municipal y luego en el gobierno hay otros con otras funciones y concretamente hay un sector que se llama Cultura. Entonces, ahí, evidentemente, confluyen; esos no han hecho la auditoría en función de la Alhóndiga; la han hecho en virtud de unos determinados criterios, buenos o malos, para poder juzgar aquellos problemas que les vienen, respecto para la función para la que están creados. Tú pides una decisión política».

– COMENTARIO. No es lógico que el representante de la dirección del PNV, concretamente su presidente, pase por alto la teoría, por otra parte elemental en cualquier partido, especialmente en el PNV, de la disciplina de partido y los compromisos electorales. Estaba aún muy reciente el momento en que ellos mismos me habían pedido disciplina y no me dejaron defender los intereses que nosotros estimábamos legítimos, de Bilbao, contra un Decreto de las Cajas de Ahorros. Ante el conflicto, el Partido se había erigido en árbitro entre dos Instituciones. Yo había defendido, y defendía, que la decisión, antes de arbitrarse, tenía que tratarse de ejecutar, según el compromiso electoral. Si el hecho que genera la disputa es algo no contemplado por el programa, es cuando se debe acudir al arbitraje. La escisión también fue un caso típico de arbitraje del partido entre Gobierno y Diputaciones. En esos y otros casos, el partido ejerció de árbitro para resolver la cuestión. El arbitraje de partido, siempre que el juez sea neutral, es una necesidad de la práctica, en los casos en que surgen conflictos entre personas del mismo partido que se encuentran en diferentes Instituciones, cuya solución no esté prevista en el programa electoral.

– DIR:

«Yo no me atrevería a una decisión política en un tema difícil, como uno estético, fuera de los órganos tal como están organizados».

  COMENTARIO. Se estaban descubriendo. ¿Pero es que el partido no apoyaba el proyecto? ¿Cómo tenía que interpretar estas manifestaciones cuando llevaba más de dos años peleando por la Alhóndiga, con el apoyo aparente del secretario de la ejecutiva del partido, Bergara, allí presente, que había estado plenamente informado durante todo el proceso?. Ahora, tenía que dar por buena la inhibición política, olvidando que el Centro Cultural en la Alhóndiga había sido la promesa electoral más importante del PNV. Me sentía engañado.

Bergara no hizo ningún comentario.

– DIR:

«Yo no soy partidario de un decisión política».

– COMENTARIO. Ya se descubrieron. No eran partidarios de una decisión política. Cuando nos hicieron perder el control de la Caja, sí eran partidarios de una decisión política. Para decidir el trazado de la autovía, también. Ahora, no. Ellos son quienes determinan cuándo hay que tomar una decisión política y cuándo hay que dejar que actúen los correspondientes órganos, en función de sus competencias.

Y el programa electoral, ¿qué?. De ahí a la arbitrariedad no hay más que un paso.

Continúa hablando el arquitecto, apoyado por la reciente manifestación de la dirección del partido; el arquitecto explica cómo les habían elegido, casi suplicando, porque hay cantidad de edificios sin catalogar, y dice:

– ARQ:

«Yo te puedo decir de edificios en Bilbao que están sin protegerse y te quedarías asustado, y había que ponerlos en la…»

 – JMG:

«El Depósito Franco, por ejemplo».

– COMENTARIO. El conjunto de la argumentación se basa en medias verdades. Decir que hay cantidad de edificios sin catalogar y que a ellos les han pedido que echen una mano etc., sería algo muy loable y de agradecer, si no fuera porque dejan de decir algo tan clave como estas dos cosas:

1. La catalogación de la Alhóndiga se inicia por la Junta después de la aprobación del proyecto por parte del Ayuntamiento, lo que pone de manifiesto las auténticas intenciones del Gobierno vasco al iniciar el procedimiento.

2. El edificio del «Depósito Franco«, más conocido como el de «Uribitarte«, es de características estéticas y técnicas muy similares a las de la Alhóndiga, pero, sin embargo, obtiene el permiso del vaciado en unos pocos días, sin que en ningún sitio conste ninguna traba, ni por parte de Cultura del Gobierno, ni por la Junta del Patrimonio. ¿Puede alguien explicar por qué?. La única respuesta que allí obtuve fue la siguiente:

– ARQ:

«Pues sí, pero ese tema, no; a nosotros nos convocan a debatir ciertos edificios. Ellos preparan…»

– COMENTARIO. Los de la dirección del partido no hicieron ningún comentario en este punto importante de la cuestión. Sigue pendiente la aclaración, si es que tiene alguna explicación, de por qué consintieron el vaciado del «Depósito Franco«, negocio privado, e impidieron el de la Alhóndiga, iniciativa pública. En todo caso, el arquitecto tendría que haber añadido, para evitar que se pudiera pensar que pretendía engañarnos, que fue él uno de los principales inspiradores y patrocinadores de la campaña en contra, sin que dijera ni una sola palabra, en idéntico sentido, de Uribitarte. Los criterios estéticos deberían haberse aplicado en ambas situaciones de manera similar, supongo.

A estas alturas, no había forma de ver ninguna posibilidad de arreglo.

– DIR:

«Esta reunión ha sido un poco iniciativa mía. Coger un miembro de la Junta, cualificado, de buena voluntad, que quiere que salga el tema adelante, que aporte aquí el ambiente de esa Junta y que cree que hay un punto del que se debió partir para llevar adelante el proyecto de…»

– JMG:

«Dudo que quiera..dudo, no de lo que estás diciendo, sino de que el miembro de la Junta quiera que este proyecto salga adelante».

– COMENTARIO. Les hubiese bastado leerse las actas de las reuniones de la Junta para darse cuenta de que la persona que decían participaba en la reunión de buena voluntad era la que más radicalmente se oponía al proyecto. No entiendo por qué se decían esas cosas tan alegremente, cuando no respondían a la realidad.

– DIR:

«Pues éste es el caso».

– JMG:

«Te voy a decir por qué dudo. Porque ha hecho declaraciones públicas en contra, de manera expresa y clara; y podemos traer todos los artículos..; luego por lo tanto no creo que pueda venir…»

– DIR:

«Más mérito todavía, más mérito todavía».

– JMG:

«Tengo manifestaciones públicas de este señor que dice que está en contra de la intervención; luego no cabe que ahora nos diga otra cosa».

– DIR:

«Pues me parece mucho más abierto de lo que tú dices».

– ARQ:

«Pero vamos a matizar un poco».

– JMG:

«A ver si es verdad que dice que quiere que el proyecto salga adelante».

– DIR:

«No te quepa duda».

– COMENTARIO. No lo dijo.

Tenían al parecer, confianza absoluta en lo que les había dicho el arquitecto, a pesar de que era el que más se oponía en las reuniones de la Junta, como consta en las actas correspondientes. A nada que nos hubiesen hecho algo de caso y les hubiera entrado la duda, lo habrían descubierto fácilmente. Pero no lo hicieron…

Y tendrían que leer, asimismo, el acta de la reunión de julio de 1990 que, todavía en 1992, no habían hecho oficial.

———————

La conversación discurría por cauces cada vez más preocupantes. Aún no había iniciado Paco Oiza su exposición y lo único que se veía claro era que los de la cúpula tenían más en cuenta la opinión del arquitecto de la Junta, que la nuestra.

La Junta había denegado el permiso. Por ello, la manera de resolver la cuestión era que, desde la autoridad, gobierno o responsables políticos, nos ayudaran a resolverlo. Para no desautorizar a la Junta, se podía designar un Tribunal Especial, que analizara de nuevo el proyecto.

Estaba claro que los miembros de la Junta más significados respondían a una concepción conservacionista de la arquitectura que, si bien es una corriente respetable, no es la única ni mucho menos. No podía dejar de pensar en lo paradójico de la situación. Cultura había firmado, tiempo atrás, un acuerdo de intenciones con el Ayuntamiento, para instalar en la Alhóndiga un Museo de Arte Contemporáneo. Por el contrario nos acababan de rechazar el proyecto; y no era la primera vez. Sentíamos la presión, no sólo de sus decisiones administrativas, sino de algo más sutil y difícil de asumir: de una campaña orquestada, de recogida de firmas, declaraciones de prensa, conferencias de arquitectos de cierto reconocimiento internacional; todo ello en pro de la línea más conservacionista. Nos parecía una estrategia extraña. Quedaba claro que el Gobierno, en su oposición, se estaba aprovechando de algunos arquitectos y gente de la cultura y, lo que resulta más incomprensible, de los otros partidos políticos.

La secuencia de actuaciones era compleja, pero había una cosa clara: en el Ayuntamiento, el proyecto contaba con el apoyo del PNV, PSOE, EE y un concejal independiente, Jesús Echevarria. Cualquier oposición, fuera por razones estéticas, de impacto en la zona o políticas, era aprovechada por el Gobierno vasco -Cultura y Presidencia, esto es, PNV- para impedirnos avanzar.

En el verano de 1989, creímos por un momento que por fin, podríamos iniciar el vaciado del edificio. Así nos lo prometieron desde Cultura, tanto a Bergara como a nosotros:

«Antes de irnos de vacaciones, tendréis el permiso firmado».

Lo incumplieron. Nos engañarían ésta y todas las veces posteriores. Por eso no veíamos nada claro el papel de los presentes en la reunión, queriendo lavarse las manos…

Para mí la cuestión era sencilla, en clave política. Teníamos el compromiso del Centro Cultural. Habíamos conseguido apoyo inicial de la Diputación y del Gobierno. Habíamos tenido la suerte de lograr el mejor equipo posible de arquitectos y escultores vascos, con un currículum de primerísima línea, muy por encima de los «examinadores de cultura«. Unos arquitectos -a quienes no se les conocía ninguna obra comparable con, por ejemplo, la torre del BBV, en el Paseo de la Castellana de Madrid, o la Basílica de Aránzazu, entre otras muchísimas realizaciones, a lo largo de unas dilatadas carreras- que estaban sometiendo a Paco Oiza a uno de los exámenes más duros de su carrera profesional.

Oiza, con más de 70 años y sin necesidad de demostrar su categoría ante nadie, podría cansarse y abandonar. Me parecía que tentaban demasiado a la suerte.

Algunos miembros de la Junta Directiva del Colegio de Arquitectos tampoco actuaron correctamente. Me reuní varias veces con ellos, les informé detalladamente de nuestros planes y por eso no entendí el comportamiento de varios de ellos. No es fácil explicar que, como Junta, intervinieran ante la opinión pública de manera tan distinta, a como lo hicieron con el tema de la Alhóndiga, en otras actuaciones que se desarrollaban por las mismas fechas, como la construcción de 1.000 viviendas en la Mina del Morro o el vaciado del Depósito Franco.

En ninguno de estos proyectos se observó ni una campaña, ni la proliferación orquestada de opiniones en los periódicos, de arquitectos o colectivos profesionales, como en el caso de la Alhóndiga. Aunque este silencio pueda admitirse en el ejercicio de la libertad de cada cual, que no voy a discutir, sin embargo, sí quiero dejar constancia expresa del dato.

—————

 Paco Oiza estuvo brillante en su intervención. Fue, con mucho, lo mejor de una reunión de triste recuerdo. De lo que dijo voy a entresacar las partes más significativas:

– «Yo no sé qué voy a exponer. Es muy difícil, muy polémico y muy violento. Yo soy tan violento como Oteiza; hasta ahora no he tenido la pureza esa que tiene Jorge de actuar, que me permite hacer obra que a él casi se le niega por su manera, dijéramos, personal, de ir contra sí mismo…la defensa de un situación casi visionaria, utópica de la realidad que es inalcanzable y por tanto siempre es hermosa. Yo me implico más con obras que hago y por tanto confieso que no soy tan puro ni tan perfecto, ni tan …»

Con esta introducción, Oiza justificaba nuestra presencia allí. Dejaba clara nuestra voluntad de consenso y pragmatismo y, en cierta manera, respondía a Oteiza que ese mismo día por la mañana había defendido en Madrid que no teníamos que ir a la reunión, que sería una trampa.  Como antes he comentado, decidimos acudir porque queríamos que se hiciese el proyecto y estábamos dispuestos a aceptar nuevas condiciones.

– «Y en este orden de cosas yo diría, de entrada, le voy a decir, de entrada violenta: yo, es que cuando le guste a la Junta, no lo voy a hacer. Eso lo veo evidente, lo veo evidente y el día que a Chueca le guste -que no sé si Chueca aparece en todo esto- es que ese día no lo hago para nada. Es decir, tengo mi sentido de la responsabilidad y del prestigio y de lo que es la buena arquitectura que se merece un pueblo, como el pueblo vasco, y entonces no estoy dispuesto a hacer aquello que a otros les guste cuando a mí me parece que no es posible, ni viable, ni factible, ni humanamente realizable».

  COMENTARIO. Si de verdad querían resolver el litigio, tenían que haber suspendido la reunión en ese momento y apoyar el proyecto, así de sencillo. Si Paco Oiza era quien era, con todo su prestigio, sus concursos ganados, sus premios, etc., ¿quiénes eran ellos para dar el capricho a un amigo suyo, que aún no ha puesto encima de la mesa nada comparable a la obra de Oiza?.

No es fácil imaginarse qué estarían pensando, mientras Oiza hacía unas manifestaciones tan contundentes.

– «Me han dicho que agrede», dijo, con cierto aire de ofendido, » y yo no sé a qué agrede..»

– «He preparado unas notas…».

Empezó hablando de la torre Eiffel. Luego pasó a temas de fondo:

«En la cuestión de la restauración en que hay mucho que hablar, tengo claro que hay que preservar el legado del pasado pero hay que hacer posible también la visión del futuro y la transformación de Bilbao desde la alameda ésa que hay al otro lado de la ría hasta lo que es el Bilbao actual. La Alhóndiga es un edificio menor, de segunda clase, que se podría derruir olímpicamente; yo estaría dispuesto. Ustedes me dicen: oiga, ¿usted firmaría tirarla?. Cuando quieran se lo firmo. Oteiza, por supuesto, a lo mejor Moneo también y muchísimos arquitectos».

– COMENTARIO. Había puesto el dedo en la llaga. Un edificio, que, ni es el mejor de Bilbao, ni el mejor de Bastida, con todos los respetos para el ilustre arquitecto bilbaino. Que se puede tirar, a juicio de muchos arquitectos y artistas, que el cubo respetaba sus fachadas y, aún así, teníamos que ver cómo otros estaban intentando cargarse la idea misma.

 – «Pero si la memoria del pueblo vasco y las gentes de Bilbao, lo tienen tan arraigado….»  –lo que no estaba nada claro, a juzgar por la encuesta mencionada, pues sólo eran un escaso 20% de los bilbainos los que se oponían al proyecto-…

  «…Si esto es así, se puede aceptar, yo lo acepto, que se preserve parte de ese material, sobre todo, porque en la memoria de Bilbao tiene un cierto peso. Pues perfecto, se puede salvar. Ahora, lo que se puede hacer en la Alhóndiga, pensando en el amor que tengo al pueblo vasco, es algo esplendoroso, y esplendoroso es mirar al futuro y ver lo que puede ser Bilbao dentro de unos pocos años a partir de un gobierno como hay ahora, más nacionalista, más vasco, más propio».

– «¿Qué podemos hacer?. ¿Qué es salvar la Alhóndiga?». Bueno, pues salvar la Alhóndiga es destruirla, o sea, salvarla con sentido de futuro es destruirla y montar sobre ese solar esplendoroso, que no tienen vecinos, que se puede fácilmente limpiar, montar un centro cívico, si se quiere, para la ciudad. Un centro cívico impresionante. Para eso no hay que usar muchas piedras de la Alhóndiga, que tiene muy pocas por cierto, pues casi todo es revoco y ladrillo, o sea que tampoco tiene materiales muy nobles que salvar…  Pretender, como dice algún miembro de la Junta, salvar 3 crujías ó 5; además para colocar como un patio de manzana en el interior para ventilar un poco…  Pero, ¡si este edificio no tiene interior!. Si esto no hay quien lo suscriba, que este interior de columnas, cada 4,5 metros ó 5, todas degradadas, sin resistencia física. ¡Si no tiene interior!. Y el exterior es discutible…»

 – «Mi punto de vista es clarísimo. O sea, que no se trata de un caso de difícil actuación, sino fácil. Se podría limpiar, como está el solar de Santiago Apóstol, convocar un concurso internacional y decir: ¿Qué se merece el pueblo vasco ahora, si quiere construir un centro cultural, que sea más que un hipermercado, que un centro comercial, que un lugar de éstos dijéramos, de economía dineraria, que tenga más un fundamento cultural?. Muy fácil, pues muy fácil, mirar poco al pasado..»

En ese momento Oiza pasa revista al pasado y al concepto de  transformación de las ciudades:

– «..Los planos tienen que llevar fecha. El Bilbao de hoy no es el de ayer. Paseando por la historia, uno descubre que la ciudad es un objeto en continua transformación y hay casos singulares como Venecia que son esplendorosos, pero que son verdaderas momias, verdaderos cadáveres. Como ha dicho algún autor, Venecia es de las pocas ciudades que no tienen futuro, porque su futuro es su presente, que también es su pasado».

Continuó hablando del Partenón, Brunelleschi, Paladio, Hernán Ruiz el joven, el Obradoiro de Santiago de Compostela…

 – «De manera que siguiendo esta alegación, diría ¿qué tengo que hacer con este material que se me entrega para seguir adelante, proyectarme sobre el futuro y entregar a Bilbao una arquitectura que yo mismo no sabría hacerla si no hubiese tenido la Alhóndiga?.  Pero, a lo mejor, la Alhóndiga, como le pasó a Paladio, puede morir en la batalla. La Alhóndiga sólo me permite a mí ser mejor para hacer una solución vasca esplendorosa como no pueden tener los de París».

– COMENTARIO. Alguno podría pensar que Oiza se estaba poniendo a la altura de los mejores. Es cierto. Pero lo que no cabe ninguna duda es que su prestigio, sus obras, le sitúan en un nivel muy alto, muy por encima de la inmensísima mayoría de los que le cuestionaban.

– «Porque todos estos hechos son históricos, es decir, oiga, la Alhóndiga puede morir, pero, desde luego, no morirá si ha sido la causa de que se genere ese paso trascendental en la arquitectura vasca, que ha permitido hacer una plaza cubierta en los días malos, cerrada, con un diedro, especie de frontón simbólico, sobre el que desarrolla un museo, un centro de investigaciones estéticas. Pero ya le digo mi punto de vista en las alegaciones. Yo quiero ser tan histórico como los arqueólogos, pero no sólo arqueólogos, porque terminan su misión preservando los edificios, y la función de la ciudad no es preservar  los  edificios que tiene. Uno de sus parámetros es la conservación de los edificios que tiene y, otro, es mirar hacia el futuro, ver sus políticos, sus gobernantes y saber a dónde va ese pueblo, porque ese pueblo no puede estar donde estaba, camina como todos los pueblos de la tierra. Entonces mi misión es decir: recibo la Alhóndiga, me planteo el problema y sé que tiene que morir gran parte. Oteiza, y tiene razón, yo les digo, tiene razón, está molesto conmigo, porque  conservamos tres fachadas, no debiéramos conservar ninguna. Él, con mucha más sabiduría dice: sólo hay que conservar como reliquia tres fragmentos de la fachada en un determinado sitio».

– COMENTARIO. A esta altura de su intervención, que nadie se atrevía a interrumpir, se veía claro que se estaba dirigiendo al partido que gobernaba en Euskadi, con apoyaturas contundentes. Y estaba hablando desde su autoridad que, en el mundo de la arquitectura, no es nada pequeña. !Qué poco se imaginaba Oiza, en esos momentos, el ínfimo impacto que causaría en la cúpula del PNV.

Oiza continuaba:

 – «Claro que la misión de un conservador es conservar.

Pero una ciudad, usted que es un político de altura, que gobierna las ciudades desde todos los ángulos, pues dirá: tengo que oír al conservador para ver cómo se debe conservar lo que se debe conservar de aquí, y tengo que mirar al hombre del futuro, al visionario, cuando me dice cómo va a ser Euskadi dentro de 20 años, no vaya a ser que nos quedemos atrás y otros pueblos mucho menos dotados, estén por delante de nosotros. En nombre de la Historia, tomaré el material del pasado, un mercado de vinos de Bastida, para por sugestión de la ciudad, hacer una propuesta de un Centro Cultural vivo, en un punto neurálgico como es éste. Porque el Centro Cultural no se puede colocar en otros sitios, sino en lugar céntrico, para montar algo que sea fundamentalmente plaza y cubierta».

 – «No hay más solución que la que hemos propuesto, es decir, utilizar este material del pasado para proyectar sobre él, el futuro. Si no tuviéramos este material, posiblemente no sabíamos ni lo que hacer».

Continuó con algún comentario sobre la pirámide del Louvre, o el «Arco de la Defensa«; y por último, mencionó la gran habilidad política de Mitterrand con todo lo que está haciendo; y pasó a referirse al arquitecto de la Junta Asesora, allí presente:

«Vosotros, gran parte de la Comisión, estoy seguro que sois gente que estáis cumpliendo una función muy agradable y muy interesante de preservar el pasado, pero !no os paséis!, porque no se vive sobre el Madrid de los Austrias, ni se vive sobre una ciudad medieval. Se vive hoy y lo que pasa es que si vivimos hoy tenemos que tener amor a nuestros padres y antepasados y conservar y preservar esos castillos, esas villas, esos recintos maravillosos que tiene el País Vasco, pero, no solamente preservándolo, conservamos lo que es el pueblo vasco. Es como navegar. Navegar es conocer las estrellas, es decir, tener puntos fijos, sin puntos fijos a los que anclarte no puedes proyectarte hacia más adelante».

Aquí terminó su turno. El arquitecto de la Junta quiso decir algo, a lo que Oiza replicó que no merecía la pena porque no se iban a entender. Y él lo que pedía era una decisión política, como yo había hecho, al principio de la reunión:

«Les pedimos a los políticos que busquen personas que enriquezcan la Comisión y que sean menos preservadoras y más abiertas a un futuro esplendoroso para esta hermosa ciudad».

 Aún volvió a emplazar a la dirección del PNV cuando dijo:

«Pero yo sé, yo sé, le digo la verdad, que cuando digan:  Esto, adelante, el País Vasco va para adelante».

«Nada más. Hay que saltarse a la Comisión. Habrá que saltársela».

No pudieron rebatir ninguno de los argumentos, se quedaron mudos. No así el arquitecto de la Junta, que tuvo que acabar en el insulto, calificando el proyecto de disparate, olvidándose en aquél momento del tono de moderación, de la supuesta buena voluntad que decían que tenía. Y como vieron que se estaba desenmascarando, terciaron en la conversación:

«Esta reunión que hemos hecho, para ver si llegamos a algún punto que, después, allí pudiéramos. No lo hemos conseguido, no lo hemos conseguido».

Oiza, replicó inmediatamente:

 «Sí, yo estoy convencido de que está convencido. Ustedes se merecen este proyecto y ustedes deben salvarlo».

Habían empezado a eludir sus responsabilidades, desde el preciso momento en que Oiza les atribuyó la capacidad para decidir. Ya no quisieron saber nada y siguieron con evasivas. «Este país está lleno de vergüenzas», – admitiendo que una más no importaría -; «es igual lo que diga Jorge», olvidándose de la broma con que se inició esta grabación.

Paco Oiza no se daba por vencido y en los últimos minutos de la reunión seguía aún esperanzado.

Se escabullían. Cuando les interesa, aplican la filosofía de «esperar y ver«, para apuntarse a cualquiera de las situaciones futuras.

Así, ocurra lo que ocurra, ellos no han tomado partido previamente, no han apostado, no se han desgastado.

Paco Oiza, añadió:

«Sí, sí, se hace, se debe hacer. Voy a hacer la Alhóndiga porque creo que es usted inteligente y sabe medir lo que hay de verdad en una postura, que es muy defendible, y en la otra mía y al final dirá: pues algo de razón tiene Oiza, hay que mirar para adelante».

La última intervención de Oiza no dejaba lugar a dudas acerca de la responsabilidad que en la toma de la decisión, atribuía a los políticos. Afirmó, dirigiéndose al arquitecto:

 – «Tenemos posturas encontradas pero, para eso están estos señores, los políticos, por encima de nosotros, y ellos son los que tienen que resolver.  Habrá que buscar una comisión especial, un segundo informe que resuelva, un asesoramiento de un extranjero o simplemente decir: esto se para, se hace un concurso internacional y se resuelve. Cualquier camino es bueno, menos el empecinarse y decir que hay que salvar la Alhóndiga. Seriamente, honestamente, no deberíamos salvarla. Eso lo digo de verdad y alguna vez se me ha escapado. Cuando he venido por aquí y la he visto, me digo a mí mismo: esto se podría tirar todo. El edificio ese que hay enfrente, ese garaje, –el garaje del RAG– vale más, desde el punto de vista de la arquitectura».

Me ha parecido imprescindible recoger todo el contenido de la reunión, transcrita literalmente, para que el visitante del blog pueda llegar a entender el proceso posterior, así como formarse una idea cabal de los responsables de que aquel proyecto no se haya hecho.

No quisieron volver a saber nada de la Alhóndiga.

Su conciencia quedaba tranquila y lo demás, a lo que saliese. Y así salió. Pero tengo que decir que en esta inhibición, está la clave de los conflictos posteriores. Ellos se creían con derecho a no intervenir, ni apoyar, sin importarles que me fuera, que no pudiésemos sacar adelante el gran proyecto, que tan brillantemente había defendido Oiza en esta ocasión.

Ahora, que lo estoy recordando, siento orgullo de haber elegido a este tándem tan potente, luchador, eternamente joven, como Oteiza-Oiza, y haberles dado la máxima libertad de creación, en mi condición de alcalde de Bilbao.  Ha sido una maravillosa experiencia y la memoria del Cubo persiste en los hombres y mujeres no sólo de Bilbao, sino de otros lugares.

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4. EL CALVARIO, PASO A PASO

 El desenlace del proyecto del cubo fue una de las claves que explica mi dimisión como alcalde de Bilbao. Lo había dicho en reiteradas ocasiones, dentro del partido. Insistía en su importancia para dinamizar el área metropolitana de Bilbao y no comprendía los innumerables obstáculos del Gobierno Vasco. Ni podía justificar la ineficacia de la cúpula del PNV para hacer efectivo un compromiso electoral de esta envergadura.

En la ejecutiva decían que estaban de acuerdo con la idea pero no conseguíamos los permisos para iniciar las obras. Bergara, a la sazón secretario de la ejecutiva del partido (luego sería Diputado General de Bizkaia), intentaba hacer de puente entre el Ayuntamiento y Vitoria. Le teníamos plenamente informado de todo. Acudió con nosotros a casa del arquitecto Sáez de Oiza, en Madrid, a conocer de primera mano el trazado, la maqueta y detalles del diseño antes que se diera a conocer a la opinión pública. Todos, ejecutiva y gobierno, tuvieron la oportunidad de dar su opinión, aportar sugerencias, cambios, modificaciones. Nada dijeron. Se mostraron plenamente satisfechos de lo que vieron en Madrid.

Bergara fue testigo directo, actor él mismo en ocasiones, y sujeto paciente, del incalificable comportamiento de los representantes del Gobierno Vasco, Presidencia y responsables de Cultura.  Se convirtió en un auténtico calvario.

 Ya en el comienzo, desde lo más alto de la cúpula del partido, se habían hecho unas desafortunadas declaraciones, en plena campaña electoral, allá por marzo de 1987, cuando se dijo que:

 «eso de hacer un centro cultural en la Alhóndiga no es más que una manifestación hecha por Gorordo a un periodista a las ocho de la mañana, tras pasar una mala noche«.

 COMENTARIO: ¿qué diría ahora, ayer, esa misma persona, cuando, 20 años más tarde, se ha hecho realidad el centro cultural?, ¿acaso que el «mal sueño» de Gorordo ha tardado 20 años en realizarse?

Con esta declaración textual, está claro que no gustaba mucho la idea dentro de la dirección del PNV. Tuve que soportar la injusta paradoja de que algunos de los que más se habían significado en la escisión y más habían dudado de seguir en el PNV, fueran los principales opositores al cubo de la Alhóndiga.

Personas concretas de Presidencia y Cultura, con nombres y apellidos, a las que nadie les ha abierto ningún expediente, algunos que, con el tiempo, se han ido del PNV por su propia voluntad y otros que siguen.

Utilizaron todos los procedimientos a su alcance para boicotear el proyecto; y al final lo consiguieron.

 

5. APOYO POPULAR HACIA EL PROYECTO

 El entorno social y ciudadano de la época, era abiertamente favorable  a las iniciativas que tomábamos desde el Ayuntamiento de Bilbao, considerándolas algo heterodoxas, quizás, pero positivas, y que mejoraban la tradicional imagen de Bilbao y, por ende, del partido que regía los destinos de la Villa, el PNV.

 Periodistas como José Antonio Zarzalejos, cronistas habituales de la prensa local, como Luciano Rincón y muchos otros, apoyaban y valoraban muy positivamente la mayoría de nuestros proyectos y actuaciones, especialmente en esa primera etapa, con artículos laudatorios que se pueden encontrar muy abundantes en las hemerotecas.

Y, lo que es más relevante, una encuesta que se encargó hablaba de un apoyo popular al proyecto del Cubo de la Alhóndiga de más del 70% de los bilbainos.

 

6. INTERVENCIÓN POLÍTICA EN EL PROCESO

 Resultó especialmente lamentable la intervención de algún político de la parte más alta de la cúpula del PNV en el proceso. Por algunas de sus acciones y, sobre todo, por las omisiones.

Empezaron, ya en la campaña, con la impertinente declaración que antes he comentado.

Su calculada y limitadísima actuación, su inhibición en definitiva, fue decisiva para el desenlace final. Sabían perfectamente que en Cultura y Presidencia del Gobierno se oponían. Pero hicieron muy pocos esfuerzos para que se arreglara la situación. Su única y tardía aportación, como luego veremos, parece mas bien dirigida a salvar su propia responsabilidad que a resolver el conflicto.

 Nunca entendí sus planteamientos huidizos para con Jorge Oteiza. Les llamé varias veces invitándoles a un encuentro con el escultor para que trataran de reconciliarse y aprovecharan su prestigio y su fuerza creadora para inyectar nueva savia en la política cultural.

Sospecho que tenían mala conciencia de que no nos apoyaban lo suficiente, porque un buen día, con el proyecto torcido por las sucesivas maniobras de rechazo de Cultura, la dirección del PNV me envió un mensaje diciendo que se ofrecían a organizar una reunión con el arquitecto de la Junta que se oponía a la intervención en la Alhóndiga.

Era una proposición difícil de entender, extraña. Ignorábamos la intención y el alcance de la propuesta. No sabíamos si la querían hacer a espaldas del Gobierno, del Lehendakari y de Cultura o, por el contrario, contaban con su beneplácito.

 Era un sábado por la mañana. Me encontraba en Madrid en casa de Paco Sáez de Oiza, junto a Jorge Oteiza y Jon Intxaustegui. Debatimos la cuestión. ¿Qué pintaba en aquella circunstancia la cúpula del PNV mediando en un conflicto del que ellos eran uno de los causantes directos, por no apoyarlo en los momentos clave anteriores? .

Oteiza no quería acudir y propugnó que no teníamos que negociar nada con nadie. Acceder a ello era una muestra de debilidad por nuestra parte. Paco Sáez de Oiza y yo, tras dudas, debate y vacilaciones, optamos por lo más pragmático, opinando que había que acudir, que había que intentarlo.

En este ambiente se celebró esa importante reunión -que no trascendió a los medios de comunicación-, entre miembros de la dirección del PNV, junto a uno de los arquitectos que más se oponía a nuestro proyecto.

En la siguiente entrega, transcribiré en su literalidad la reunión mencionada.

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 El actual alcalde de Bilbao, en la inauguración del Centro Cultural de la Alhóndiga de Bilbao, manifiestó que este edificio, junto con otros dos, representaba uno de los tres «dinosaurios» de Bilbao que se encontró a su llegada a la alcaldía, en 1999.

Una expresión análoga había utilizado en la inauguración del «Teatro Campos«, el pasado mes de marzo refiriéndose a la «Bombonera«.

En aquella ocasión le oí de viva voz, puesto que, como anterior alcalde de la Villa, me invitó al acto, al que asistí, acompañado de Mikel Ortiz de Arratia, concejal de cultura en mi mandato (1987-1991), del cantautor Pepe Extremadura y de mi hijo, Joseba Gorordo.

Asistí a la reinauguración del Teatro Campos la pasada primavera, acompañado de Mikel Ortiz de Arratia (a la izquierda), exconcejal de cultura de Bilbao y del cantautor Pepe Extremadura

En esta ocasión, lo he leido en los medios de comunicación.

El actual alcalde de la Villa, muy ocurrente él, habló entonces, y lo repite ahora, lo de «dinosaurios» (el DRAE sólo hace referencia a los «reptiles de cierto género de saurios fósiles» y, por extensión y de forma despectiva a «personas muy veteranas e importantes en una actividad», pero no a edificios); pero, en ambas ocasiones ha dejado al descubierto un olvido incomprensible (aunque supongo que involuntario), al no poner el énfasis, precisamente, en cómo habían nacido esos «dinosaurios», quiénes se habían encargado de su alimentación, quiénes habían tratado que no murieran antes, que no desaparecieran, para que él,  tras tres mandatos consecutivos al frente de la Villa, pueda ahora inaugurarlos y ofrecerlos a los bilbainos; quiénes, igualmente, habían provocado que sirvieran incluso como revulsivo y provocaran otros  frutos/descendientes, directos e indirectos, como por ejemplo, el Guggenheim (véase, si no, el libro de Joseba Zulaika, dedicado al museo) .

Ante esa falta de memoria, demostrada en la primera fiesta con motivo de la inauguración del «Teatro Campos», tuve la oportunidad de manifestar a un par de medios de comunicación, y a mis amigos, que si ahora existía esa infraestructura cultural en Bilbao, se debía, fundamentalmente a que, siendo yo alcalde de Bilbao, el entonces concejal de cultura, Mikel Ortiz de Arratia, uno de los mejores concejales de cultura de la democracia, tuvo la idea, ante el riesgo de desaparición del Teatro,  de proponernos a la Corporación municipal una fórmula original para que se comprara el Teatro, en una época en la que teníamos mucho menos dinero que ahora en las arcas municipales (tras las inundaciones de 1983) y muchas más carencias de todo tipo no resueltas en la ciudad.

Así se hizo.

En esta ocasión, Azkuna vuelve a hablar de dinosaurios y a padecer amnesia parcial.

Ello me ha movido, como decía ayer, a escribir una serie de artículos, dando algunas claves históricas, las que yo viví en primera persona, tanto en el caso de la «Bombonera» como en la gestación de un proyecto cultural en la Alhóndiga, boicoteado y frustrado en mi época de alcalde, por propios (los de dentro, por razones estrictamente políticas) y extraños (los de fuera, por razones políticas y, al decir de ellos, «estéticas»).

Ahora aclaro, para los despistados, cómo se desarrolló la vida de los denominados por Azkuna «dinosaurios» y cómo pudieron sobrevivir hasta el presente, dado el olvido demostrado.

Ayer, en una primera entrada, hablé de los prolegómenos del proyecto iniciado en 1987 y dirigido técnicamente por el escultor y pensador de Orio (Gipuzkoa), Jorge Oteiza, el arquitecto navarro Francisco Javier  Sáenz de Oiza y el arquitecto bilbaino Juan Daniel Fullaondo.

En la siguiente entrada continuaré con las vicisitudes, los diversos proyectos que presentamos y que fueron rechazados, uno tras otro, con fútiles pretextos en contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los bilbainos y de sus representantes en el ayuntamiento de Bilbao.

Bueno es que se inaugure, pero bueno es también que se tenga memoria para recordar y valorar lo hecho por otros, y así se manifieste explícitamente por quien debe hacerlo, para que no volvamos a caer en errores del pasado.

En todo caso, sea bienvenido el centro AlhóndigaBilbao y «zorionak» a todos los bilbainos/as que, finalmente, vamos a poder disfrutar de una nueva e importante infraestructura pública para el ocio, el esparcimiento y el desarrollo de la cultura, expresada como espectáculo o como cultura activa, participativa, lo que, por cierto, constituía nuestro principal objetivo.

(El tercer dinosaurio, para Azkuna, era el viejo Depósito Franco, al que, curiosamente, nadie «se encargó» de conservar y desapareció.  He dedicado una entrada anterior a la comparación entre el viejo almacén de vinos, la Alhóndiga, cuyas fachadas y apariencia se conservan en su integridad, y el viejo Depósito Franco, sustituido por unos edificios modernos, fruto de decisiones de la misma época, con los mismos responsables políticos y sin una explicación pública acerca de la discriminación en cuanto al tratamiento administrativo dado de conservarlo o no).

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